El viento mueve las ventanas, lanza el polvo en olas ingrávidas. Mi gato desde la azotea espera alerta, el aire le agita el pelo y los bigotes, inmóvil, la paciencia del cazador, aguarda a las palomas. El cielo está cubierto por un infinito telón blanco, y la luz posee esa delicadeza fría, enceguecedora, que antecede a la lluvia. Es simple, y es suficiente para una pintura, para el arte no existen las grandes razones, existen los grandes instantes, el prodigio de estar y la necedad de perpetuar. El artista es como mi gato, un paciente cazador de esos instantes, de ese silencio que podría ser habitado por música, de ese color y ese viento que debería ser una pintura, del movimiento del polvo que es danza.
Lo es, la vida es el motivo del arte, y los seres humanos
debemos saber mirarla para entender por qué una obra maestra es austeramente
una mesa con un cuenco de frutas de Cézanne, o la luz sobre el vestido blanco
de una mujer en la playa de Sorolla. Antes que aprender a ver el arte, debemos
aprender a ver la vida, a escucharla, a sentirla y describirla. Amando el valor
y la pronunciación de las palabras podemos amar la poesía; atestiguando nuestra
voluble e impredecible naturaleza, gozaremos del teatro; y buscando los sonidos
de nuestro cuerpo, nuestra voz y pasos, sabremos para qué inventamos la música.
El arte no es especulación retórica, no es la ociosidad mezquina
de las obras que carecen de factura,
creación, talento, que se sostienen en la especulación económica y en la
arrogancia del arte VIP. Tomar un objeto cualquiera y destinarlo como arte,
hacer de la memorabilia y el chantaje social o emocional el pretexto de una
obra de arte VIP, no es observar la realidad, es repudiar nuestra capacidad de
comprenderla y transformarla.
La decadente y estulta imagen del arte contemporáneo VIP, su
acumulación de ideas y objetos, demuestra que una parte de la sociedad se
empeña en que dejemos de comprender para en cambio imitar, y sumar personas
incapaces de crear, lo que las obliga a obedecer. El que imita y no puede aportar,
obedece, es proclive a la manipulación, se suma a un pensamiento cómodamente
masificado.
La más violenta y contestataria actitud, el acto más
arriesgado de valentía es observar la realidad, comprenderla y transformarla,
en una obra, es el acto de libertad que da sentido a nuestra condición humana. Esas obras son nuestra
propia vida, cada gesto de nuestra existencia está guiado a la trasformación de
la misma. Hemos crecido y sobrevivido con ese impulso, y con él sumamos conocimiento.
Dejar de cambiar lo que vivimos, de admirar la naturaleza en la que habitamos,
nos haría desaparecer como individuos y como especie. El arte y la ciencia son
esos pasos fundaménteles en nuestra supervivencia que le dan espacio al
espíritu, y que me dan espacio para mirar a mi gato en la azotea.
4 comentarios:
Gitanas y adivinadoras que con una mano leen el futuro ajeno y con la otra se proporcionan una mejora para el propio. Siempre me encantó la buenaventura de De la Tour, a pesar de que pueda achacársele un cierto tono misógino, si es que se pretende (el mocito indefenso rodeado por una tropa de mujeres de la que ninguna desea su bien por uno u otro motivo). La composición de estos cuadros basa su equilibrio compositivo en los juegos de manos y miradas y un estudio de personajes característicos cuasi arquetípicos que lo convierten en un género por si mismo, genero que podría considerarse, más que un “apres nature” del que solo conserva la coartada costumbrista, otro tipo de naturaleza muerta: bodegones de personas.
Esperanza e ilusión vs espera y desengaño. No puedo estar más de acuerdo con Ud. en este campo (semántico). Esperanza e ilusión se entienden como las versiones elevadas, “espiritualmente” hablando, de espera y desengaño. Sin embargo, la esperanza no se basa en una proyección de futuro desde las posibilidades reales sino en una fe de futuro, es decir, en el deseo de cumplimiento de una imagen concreta de futuro. Un ejemplo claro de esperanza, y de la capacidad de resiliencia que asiste a quien vive inmerso en ella, es el moralizante cuento de la lechera. Con la ilusión lo tenemos mas fácil: en latín quiere decir “engaño” y de ahí que exista un “desengaño” que oponerle. Al contrario, la espera sería una proyección racional a futuro de las posibilidades y la desilusión la victoria de la verdad sobre la mentira. Aun así, consideramos la esperanza y la ilusión como valores positivos y sus opuestos como negativos. Esto solo puede indicar que, o bien el ser humano desea vivir inmerso en la mentira o que la alegría está ausente de su vivir diario, y no se cual de ambas estampas se dibuja mas terrible.
De la misma manera, en la lucha del ser humano por superar la incertidumbre, el orden se considera un valor positivo y elevado y el caos uno negativo y rastrero, cuando el orden se basa en la profesión dogmática de una fe (y nada puede ser mas incierto que lo inmaterial y fantasioso) y el caos en lo concreto (aunque desconocido). En definitiva, llamamos certeza a la mentira que nos resulta más conveniente y caos a la realidad que no nos satisface.
Quizá una frase de este tipo, que describiera la necesidad de autoengaño (más allá de la capacidad de mentirse a uno mismo) habría sido lo bastante definitoria de la especie humana como para ser grabada en los discos de las sondas Voyager…pero, como no podía ser de otra manera, los humanos se engañaron nuevamente mostrándose perfectos.
1/3. Por alusiones (soy ilustrador y, aunque solo un artesano, comparto la mayor parte de cargas y valores que arrastran l@s artistas) he de decir que no puedo estar de acuerdo con la afirmación en la que equipara la actividad artística con la caza. Entiendo la metáfora y podría aceptarla (y hasta compartirla) como recurso narrativo pero no podría hacerlo como punto de partida en un proceso de actividad artística.
Todos los momentos son iguales; nada los diferencia más que el ojo que los ve. Es la visión que interviene sobre ellos la que los cataloga de una u otra forma. El artista “no caza el momento”, hace de la lo habitual, del continuo y ciegosordomudo estar siendo del mundo, “un momento”. No impide que el momento se pierda en la nada y el olvido sino que inventa el momento extrayéndolo de la nada y del olvido; ni lo caza, ni lo rescata (no hay nada que cazar ni nada de que rescatarlo), lo recorta de su realidad (no del mundo) con sus tijeras y lo encola en algún lado como un alegre Matisse convertido en niño con tarea. Así, como un pedazo informe de cartulina azul se transforma en un brazo cuando de pedazo pasa a formar parte integrante de un conjunto, el recorte de realidad se hace momento únicamente en la obra, no fuera de ella, y, al final, ni siquiera está ya en los ojos del artista, ni tampoco en la obra, donde aparece una caricatura desfigurada de lo que fue. Un momento es en si una medida de tiempo y al percibirlo ya ha pasado.
Quien no se considera artista, es decir, quien no interpone una obra entre la observación y la catalogación, hace de su mente un lienzo, aunque lo haga constantemente y no se dé cuenta de ello.
Desearía continuar comentándole pero creo que sería más fácil y completo si le pudiera hacer llegar el PDF del que le hablé. Es difícil, en un formato de texto de comentario, analizar la estructura y desarticular los resortes que nos han traído hasta la situación actual, tanto en el arte como en todos los aspectos de la Cultura y las culturas. Este comentario deberé enviárselo en tres partes.
En esencia deberíamos hablar de superposición y sustitución (o no), uno de los motores naturales de la Humanidad.
Pongamos por ejemplo al cristianismo, que pretendía sustituir al judaísmo pero coexisten en la actualidad (son un hecho reiterativo). El cristianismo sí sustituyó a la religión estatal del imperio romano (efectuando una superposición) y de paso, de todos aquellos cultos dentro del territorio imperial, como la religión egipcia, la griega, los cultos célticos y nórdicos, etc., etc., que, de otra manera, habrían llegado vivos hasta nuestros días. Nuevas evoluciones ideológicas hacen aparecer el marxismo pero, puesto que no consigue sustituir al cristianismo, se produce una nueva superposición sin sustitución, una superposición cacofónica pues sus voces al unísono crean un ruido emborronado, como sucede con toda superposición sin una sustitución completa. Esta acumulación de sustratos ideológicos y culturales, con o sin sustitución, es tan beneficiosa como perjudicial.
Por una parte, como las actualizaciones de los programas informáticos, las versiones nuevas son actualizaciones de lo mismo que, aunque pueden hacer que se pierda alguna ventaja del modelo anterior, acostumbran a ser más adecuadas para el desarrollo de las actividades del usuario actual. Sin embargo, la sustitución también puede llevar al pensamiento único y, sin una referencia que permita ver el camino recorrido hasta este punto, cualquier crítica a la actualización se hace más que difícil por falta de perspectiva.
2/3. En fin, en eso consiste la Historia de la Humanidad: toda generación cree ser la más joven y bella, hasta que la siguiente la hace vieja y fea. Las personas mueren y las generaciones se sustituyen de forma natural, pero la cultura no es un elemento natural sino artificial y, como el plástico, no se descompone a la misma velocidad que la materia orgánica.
Los beneficios y perjuicios de esta superposición y sustitución (o no) no son invalidantes para el desarrollo habitual del común de los mortales, como dije, es uno de los motores naturales que habitan tras la absoluta artificialidad del devenir humano. Es “la normalidad”.
¿Cuándo se convierte en invalidante esta superposición y sustitución (o no)? Cuando impide el movimiento libre y la vida, y esto está sucediendo en este momento, y no solo en el mundo del arte.
Como dije arriba, la sustitución nos hace perder la perspectiva de las cosas al desconocer el origen del eje central que las hace evolucionar, y evolucionan por mucho que exista empeño de inmovilidad, pues todas las actividades se convierten en costumbre y esta en tradición y la tradición “obliga” a la renovación, a la creación de “algo nuevo”… de aquello que será en el futuro una nueva tradición atascada en el pasado.
Pero sin sustitución también se puede perder el sentido de la perspectiva. En el campo cultural, todo lo que cae en la cocción se convierte en condimento, todo lo que no desaparece por sustitución o hace desaparecer el marco socio-cultural que lo sostiene (totalmente o las circunstancias concretas en las que se encuentra) se convierte automáticamente en bien cultural.
Por ejemplo, Caravaggio: Cena en Emaus o Cesta con frutas, ¿Cuál tiene más valor (y generalizo, como se hace coloquialmente: no hablo de valor económico ni artístico o cultural)? Alguien afirmaría que Emaus por ser más “completo”, alguien que la cesta, por estar considerado como el “primer bodegón”, alguien diría que ambos son Caravaggio y ambos tienen el valor relativo al resto de su obra, etc, etc. Sin embargo, en su momento, no habría existido la polémica: uno es un cuadro “de verdad” y el otro un “divertimento”, pues la jerarquía de géneros que evoluciona desde el Renacimiento, separa a un cuadro del otro en tres grados por mucho que Caravaggio intuyera que “es tan difícil pintar una fruta como un cuerpo humano”. Podría haber dicho lo mismo de los paisajes y así Velázquez y toda su generación (y hasta más acá de Goya) habrían hecho lo posible por aprender a pintar un árbol o un cielo o una planta del campo con el mismo estilo moderno con que pintaban las figuras y no con una mirada propia del gótico tardío. Pero, para el espectador medio que pasa por el museo ante estas obras, solo cabe la veneración acrítica ante uno u otra cosa: ya no entendemos lo que representaron en su momento. Escuchamos música y veneramos unos madrigales de Monteverdi como si fueran música sacra sin tener en cuenta que el autor fue perseguido por la Inquisición por haberlos escrito; esos madrigales se escuchaban en los comedores de hostales y burdeles, con una moza en una mano y una botella de vino en la otra y no estabulados con vestido largo y traje de pingüino ocultos en el silencio reverencial de una sala de conciertos. Es como si dentro de cien años, en la programación infantil emitiesen “contenidos clásicos” (que ahora son actuales) con participación indistinta de los Simpson, selección de clásicos virales de tiktok y ejecuciones de los cárteles mexicanos. No es falta de criterio o de sentido común sino ignorancia, entendida esta como falta de perspectiva por desconocimiento (algo de lo que nadie esta libre, pues nadie es omnipresente en tiempo y lugar).
3/3. De la misma forma, la boutade crítica con el mundo del arte establecido de aquel tiempo que significó el famoso urinario de Duchamp, las latas de mierda de artista de Manzoni, etc. son en la actualidad arte mainstream, asimilado por el mercado que todo fagocita, y el espectador pasa ante estas obras con el mismo tono reverencial que ante la cena de Emaus o la Cesta de frutas, como no podría ser de otra manera: Todas las piezas citadas son bienes culturales que forman parte de la Historia del Arte. Otra cosa es cuales sacrificaríamos si debiéramos abandonar la tierra en una nave espacial con espacio limitado, pero, hasta vernos en esas, todo ello forma parte de “nuestro pasado” y este lo es de forma compacta, como una línea de tiempo única, pues es la que consta que ha producido “este hoy” en el que vivimos y no otro.
¿Qué pensaría Rubens para sus adentros de los pintores de bodegones flamencos como Heda o Boelema?
¡¡¡No son capaces de enfrentarse a un lienzo de cinco metros por seis repleto de figuras mitológicas en posturas enrevesadas y se atreven a llamarse a si mismos “pintores”!!! ¡¡¡Y la gente, como borregos, va y les compra ese subproducto de pseudoarte!!! Un bodegón se puede hacer como estudio pero, ¿para venderlo?,¡¡¡eso es un fraude!!! ¡¡¡En mal momento grandes artistas (como Caravaggio) dieron pie con su mal ejemplo a semejante deterioro de la actividad artística que va a llevarnos a todos a la ruina!!! ¡¡¡Todo el mundo quiere pintar hoy en día, pero la democratización del arte no tiene porqué implicar un empobrecimiento del arte!!!
¿Quién se atrevería a decir que Turner pintaba paisajes por no dominar la figura humana y se centraba en las atmosferas por no tener un control firme del volumen? ¿Quizá sus carencias fueron una suerte para la Historia de la pintura? ¿Quizá los pintores con sus mismas carencias hicieron de ellas virtudes a imitar, consiguieron fama, aposento e hicieron de ello dogma y sello indiscutible de calidad? ¿Quizá es más fácil continuar la senda de lo fácil que de lo difícil? ¿Quizá el realismo moderno que provenía de la descomposición del gótico y el resurgir clásico, eran el resultado de “ir a lo fácil”, pues es mas fácil ver con los ojos de la cara que con los del alma, como hacían Teófanes el griego o Andrei Rublev? (¿Quizá es mas fácil parir sonetos gongorinos que buenos haikus?)
En fin, nada es nuevo hoy, vamos sobre railes y, si estos no desaparecen, las estaciones acostumbran a ser siempre las mismas.
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