“En el vacío hay un contenedor de posibilidades positivas y negativas, que son constantemente equivalentes. En definitiva hay una densidad de eventos”. Esta frase sin sentido y contradictoria en sí misma, es parte del argumento del artista VIP Salvatore Garau para justificar la existencia de su “escultura invisible”, es pertinente aclarar que ese contenedor en el que está el vacío es su cráneo, el cual está habitado por un cerebro invisible. La escultura invisible fue en subasta y alcanzó el módico precio de 15 mil euros, se titula Io Sono, (Yo Soy). El precio tan bajo explica que sea una escultura pequeña, según el autor mide aproximadamente 1.50 por 1.50 metros. Es lamentable que los artistas VIP se limiten de esa manera, que tengan tan poca imaginación, si iba a ser invisible, podía ser un fragmento de la Muralla China y medir varios kilómetros, o un rascacielos de Dubái con arsenal, tiendas de lujo y jacussis de oro. Es un síntoma de la crisis del arte VIP. Se dice que un museo está gestionando crear un espacio escultórico de obras invisibles, y el curador escribirá un texto inverosímil para cada obra.
La escultura fue entregada con su respectivo certificado de autenticidad,
detalle muy importante, demuestra que el artista VIP y su galería no son unos vulgares
timadores, no, simplemente son los típicos miembros del arte VIP. Con este
certificado el dueño puede asegurar la escultura, prestarla a un museo, venderla,
o ponerla en garantía por un préstamo bancario, ese certificado es dinero visible,
cash flow. Es la magia de este sistema artístico y económico: la nada o el
vacío se trasforman en dinero.
Las obras invisibles deberían adquirirse con dinero
invisible, es lo justo, pero no es así, lavar dinero visible con obras
invisibles es un gran negocio de la actualidad, lo más penoso es que ni con
estos alicientes la creatividad VIP se motiva.
En esta sociedad decadente, enviciada en su propio ridículo,
el arte VIP es una de sus patologías. La venta de una obra así es posible
porque el arte VIP es el emblema de un sistema social y económico carente de ética,
que ha pervertido el significado del arte y la libertad.
La obra efectivamente existe, y el nombre es perfecto Io Sono, (Yo soy), y debe seguir: “Yo
Salvatore Garau, soy parte de un sistema corrupto y lo exploto, me hago
publicidad con él y por fin soy un artista internacional”. La existencia de
esta obra se consagrará cuando la expongan en uno de los miles de museos de
arte VIP de los que está exiliado el talento, y son controlados por curadores
charlatanes.