martes, 19 de enero de 2021

MARIE ANTOINETTE, LA METAMORFOSIS

Difamada, odiada, condenada por la corte de Versalles y después por la Revolución, Marie-Antoinette impuso su elegancia y estilo de vivir, en medio de la corte más exigente de Europa. En la Conciergerie de Paris expusieron Marie-Antoinette, Metamorphoses d'une Image, se pueden ver los videos online con el recorrido. En la Conciergerie fue prisionera, antes de ser decapitada por la furia de los revolucionarios, es el sitio para valorar su historia, y la tragedia de su destino.

Casada a los 14 años con el Delfín de Francia, fue una paria dentro de su palacio, convertida en reina a los 19 años, por la muerte de Luis XV, se enfrentó a la jauría de una corte que tenía entre sus más serias ocupaciones intrigar y fornicar. Su decisión de no rendirse, de enseñarles a los franceses que podía ser más elegante que ellos, al grado de ser imitada y envidiada, la arrastró al abismo, a la guillotina.

En la exposición hay objetos que sobrevivieron al saqueo de la turba: un muestrario de telas y sedas, un libro, sus guantes, algunos zapatos. El testimonio de su estilo está en sus retratos, realizados por Elisabeth Vigée Lebrun, obras maestras del Barroco, las telas, la textura de la seda y terciopelo, idealizada en un vestuario que fue su barrera entre su vida y la realidad. El fetichismo que provoca es el juicio paralelo al de la Revolución, condenada por traición y despilfarro, al que atribuían la pobreza medieval de Francia. Comprar vestidos y sombreros, remodelar el Palacio de Versalles, hacer fiestas, dar regalos a sus amigas, ella encarnó la responsabilidad de una crisis, que en realidad, fue culpa de su esposo. Luis XVI era un estúpido, pusilánime, pésimo administrador y sin capacidad de gobernar, marido apático, cruel.

Los matrimonios reales son un trabajo, no historias de amor, Marie-Antoinette lo sabía, como lo sabía Lady Diana, la diferencia es que ella no se hizo la víctima como Diana, y mantuvo su dignidad, hasta en el altar ciudadano de la guillotina. Diana explotó el chantaje mediático, lloró en televisión, declaró lo fatal que era convivir con una familia, que funciona como un corporativo. Marie-Antoinette se empeñó en ser reina, fue mecenas del arte, en Versalles montó óperas, obras de teatro y conciertos. Los rumores de su promiscuidad, esparcidos por la corte, fueron argumento de los revolucionarios, lo periódicos los publicaron, “la perra austriaca”. Sin  posibilidad de perdón, su error fue nunca intuir que cada decisión suya, afilaba la cuchilla del verdugo. Marie-Antoinette es una tragedia y Lady Diana una telenovela.

La exposición muestra su metamorfosis en fetiche de la cultura popular, y en realidad la metamorfosis es de la sociedad: una mujer asesinada por su elegancia, hoy es venerada por esa elegancia. La Revolución acabó con el absolutismo, con el origen divino de los reyes, proclamó los Derechos Humanos, y en el instante en que la guillotina cercenaba la cabeza de una mujer de 38 años, ella renació como el símbolo de la estética del efímero paraíso de la evasión.   

 

sábado, 9 de enero de 2021

EL UNICORNIO

Los mitos nos seducen más que la realidad, nos refugiamos en ellos tratando de alcanzar algo que nos haga sentir extraordinarios. En el Metropolitan Museum de Nueva York exhiben su colección de tapices renacentistas franceses. El tapiz central es un bosque, lo habitan dragones, panteras, un ciervo, faisanes, alrededor de una fuente. Varios nobles, entre ellos el príncipe, observan con sus perros de caza, a los animales. En el centro hay una fuente y un unicornio se arrodilla y coloca su cuerno sagrado para purificar el agua que brota, en una visión pagana que desafía los milagros. Purifica el agua, la bendice, un ser extraordinario, su virtud es la imposibilidad de existir, cuerno dorado, limpia lo que creemos impoluto.

Los tapices con unicornios, eran tejidos por mujeres y hombres jóvenes, vírgenes. Poseer un tapiz era estar protegido por un talismán, que viajaba con sus dueños y se heredaba, cargado del poder de su origen, se decía que en esos talleres, en luna llena, llegaba el unicornio y posaba por unos instantes.

Los nobles observan el prodigio, el agua fluye, es el momento de la fascinación por el conocimiento. Expediciones a la India y África, llevaban animales imposibles en Europa, comisionadas por nobles y ricos comerciantes. El rinoceronte de Durero, dibujo y grabado, la voz que narra, el artista escucha, la mano describe, inventa y crea en ese instante una presencia que hace al mundo infinito. Llegó a Lisboa desde la India, para el rey Manuel I, que lo observó maravillado por su piel,  armadura fuerte y flexible, su cuerno, arma mágica portadora de poderes.

El unicornio nunca llegó, surgió, nació, como los seres divinos y los milagros, fue contemplado por miles de personas, se aparecía en las habitaciones de las doncellas, acompañaba a los soldados, ahuyentaba a los asesinos. Obsesionados, se recompensaba a quien fuera capaz de mantenerlo cautivo, y ah, desdicha, se necesitaba un ser humano impecable, sin pasado, y sin futuro, para que el unicornio dócil, permaneciera unos instantes.

Las panteras del tapiz, fueron traídas desde África, feroces, nunca lograron domesticarlas, los príncipes, imitando a Dionisio, las tenían a su lado. En Florencia, Venecia, Francia, Portugal, panteras que miraban a los ministros con sus ojos amarillos, vestidas con collares de plata y piedras preciosas. Las panteras traían sabiduría y valentía a los príncipes. Tenían  sus propios cuidadores, y deberían estar en calma, se cuenta que en la corte de Cosme de Medici, una pantera, ante el ruido de unos músicos callejeros, devoró a su cuidador, los guardias miraban aterrorizados, sin atreverse a tocarla, sabían que la pantera era más valiosa que sus vidas.

El unicornio no purifica nuestras aguas, las panteras en cambio, aquí están, siguen a mi lado, mirando, deteniendo el tiempo con sus ojos amarillos.