Participé en el grupo de prueba de la fase 3 de la vacuna
CanSino para inmunizar del COVID 19. Mi decisión fue ética, no altruista, es mi
deber apoyar en la solución de este problema. Esta es mi experiencia. Me inscribí
en el Instituto Nacional de Pediatría, mi cita fue programada 8 am, las pruebas
comienzan desde las 7 am, en el piso de cancerología infantil. La vacuna es
eficiente y segura, es ya se probó en la fase 2. La fase 3 consiste en estudiar
cuánto tiempo persiste la inmunidad. Nuestro trabajo como voluntarios es
recibir una dosis, la mitad de las dosis son placebo y la otra mitad es la
vacuna, es un doble ciego, es decir, ni el voluntario, ni el personal médico
sabe cuál dosis recibimos. El grupo placebo es de control, establece el
contraste en las reacciones, para eso nos darán seguimiento durante un año.
Es conmovedor y terrible lo que sucede en sistema de salud y
las dramáticas condiciones en las que trabajan y realizan esta investigación. Médicos,
enfermeros y enfermeras de oncología hacen jornadas de 12 horas en este procedimiento,
además de su trabajo con los niños enfermos de cáncer. Nos toman los datos en
una mesa improvisada, con formularios mimeografiados, sin una computadora para
recabar los datos. Nos realizan un examen médico, explican toda la información
con detalle, nos sacan tres muestras de sangre y nos inyectan el antígeno o el
placebo. El proceso toma entre tres y cuatro horas, por persona.
Mientras tanto escuché los llantos de los niños enfermos,
los vi regresar de sus sesiones de quimioterapia en sillas de ruedas y camillas,
vi los rostros del personal agotado, su esfuerzo por agilizar y dar confianza
en el proceso. Nos entregan un termómetro, unas hojas con las tablas de la
información que debemos escribir en ellas, como reacciones etc., y todo lo
explican con claridad y paciencia.
La información dice que este estudio está “patrocinado por CanSino”. No es así, este estudio y la posible
solución del problema de la pandemia está patrocinado por el heroísmo del
servicio médico de este país, que trabaja en las condiciones más precarias, que
responde con esfuerzo a la displicencia del Estado para tratar a la salud pública.
Le compran a CanSino 35 millones de vacunas y la empresa no es capaz de aportar
el equipo suficiente para estas pruebas, o apoyar a los niños enfermos de
cáncer de este hospital y obviamente el Estado tampoco lo hace. En este
problema no hay “milagros”, como afirma el Estado, hay el esfuerzo del personal
de los hospitales, que salvan vidas entre el caos de la gente que desobedece
las reglas de sanidad, amparados en el “prohibido prohibir” del gobierno.
Me fui de ahí indignada y conmovida, y si de algo sirve este
mínimo gesto, es para ofrecer mi respeto al valor de esos niños que luchan por
su vida sin las medicinas que les son indispensables; y para reconocer la
ejemplaridad de los médicos, enfermeras y enfermeros que están realizando esta
fase 3 y los que han trabajado en salvar vidas en esta pandemia.