La creatividad no pierde oportunidades, aun en el encierro
más inesperado, con las apocalípticas amenazas de esta pandemia, los artistas
VIP iniciaron un nuevo género artístico: El Coviart.
La cuarentena sacó del estado comatoso al arte VIP, que ya
había entrado en una agonía perpetua, agotando sus repetitivos recursos y
discursos. La respiración artificial de las redes sociales, las plataformas
tipo Zoom, les permitieron mostrar al mundo lo que saben hacer: casi nada. El
encierro los lanzó a una intensa recolección de readymade, como testimonio de
su experiencia.
Resucitaron las “Time capsules” de Warhol, en obras
colectivas a distancia, varios artistas están metiendo en cajas sus tickets de
las comidas a domicilio, supermercado, etc., objetos que se convierten en arte
porque no están en la basura, una artista inglesa ha escrito un post it cada
mañana con ideas brillantes como “Good
morning virus” o “wash your hands”, lo llama un poema vivo, a live poem, el
arte está en que es papel, no digital. Los cubre bocas son fundamentales,
iniciaron dibujando cosas elementales o escribiendo frases en pedazos de tela,
hasta que los chinos se lanzaron a la producción de millones de estampados,
desplazando a los paupérrimos VIP.
Los artistas más arriesgados conservan todos los cubrebocas
que han usado para hacer con ellos instalaciones. Los escatológicos coleccionan
guantes de látex, pañuelos desechables
usados, colillas de cigarro, y frascos
vacíos de gel anti bacterial. Los selfie adictos han hecho fotos diarias de su
rostro, detritus, comida, lo más importante es que la degradación sea palpable,
cómo viven en pijama, que no se peinan y no se bañan, porque la inmundicia
también es arte.
La vertiente es inagotable. La esperanza tiene forma de
escultura, una artista está tejiendo una bufanda gigante y la va a terminar
cuando la ciencia encuentre una vacuna, según ella, es un homenaje a la
sobrevivencia. Acudir a un museo para ver los resultados de los análisis
clínicos de alguien, o sus fotos de niño con sus certificados escolares, ahora sí
ha perdido cualquier razón de ser, la pandemia convirtió en museos las
pantallas de los artistas VIP y nos liberó de la molestia de ir a un museo real.
La experiencia estética de ver una obra del Barroco o del Renacimiento
es insustituible, ni un libro, ni una pantalla nos dimensiona lo que la obra
significa y és, la contemplación es íntima y presencial. La diferencia es que
con el arte VIP nos podemos ahorrar este trámite, con la enorme ventaja de que
la virtualidad nos invita a escaparnos
de la exposición en cualquier momento o mejor aún, nos protege de no contaminarnos
de obras que no son arte y que antes de esta pandemia ya estaban enfermas con
el virus de la mediocridad.