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Eko, Xilografía, su sitio para ver su obra aquí |
La comunidad
artística se cimbró al presentir que los apoyos y becas, algunas a perpetuidad,
podían desaparecer con el golpe del
cetro sobre el trono republicano. Inventaron el FONCA hace más de 30 años para
integrar a los “creadores” en la nómina del Estado, y aunque no son
considerados burócratas, se supone que alienta la libertad de creación, y en
realidad alentó la dependencia al Estado. Al margen de que los retiren o los mantengan,
la pregunta es ¿la vocación depende de que el Estado les pague un sueldo
mensual, sin un control de calidad? Hay cientos de artistas que han recibido
este apoyo con enchufismo, mientras que otros con mucho talento no lo tienen
porque no están apadrinados por un juez o no cedieron a otro tipo de peticiones.
El Estado está
obligado a apoyar el arte y la cultura, pero darle beca a una performancera
porque defeca en público, montar exposiciones con artistas que ponen su vestido
de quince años, o pagar años a escritores que nunca han trabajado y hacen
libros ilegibles: es corrupción.
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Es una
realidad que esta administración tiene un gran desprecio por el conocimiento y
que la pandemia es la oportunidad para empobrecer aún más a la cultura y el
arte, sin embargo, es penosa la reacción de los becarios y beneficiarios de rogar y llorar que no les quiten el apoyo,
en lugar de retar al poder, y decirle en su cara que la creación no se detiene
por las malas decisiones del gobierno que empobreció toda la estructura
cultural, decir que la creación no es propiedad del Estado y que si no valora
el arte, que aun así van a existir poetas y pintores, músicos y teatreros, y
que la Historia y la sociedad juzguen a esta administración por imponer la
ignorancia y precariedad cultural. La clase intelectual se dejó llevar por el
miedo, a qué ¿a trabajar y crear pensando en el público no en los jueces y los
trámites para ganar una beca? Son vergonzantes los recortes indiscriminados
mientras alardean del despilfarro del Orozcopark de mil millones, y la
aceptación de la clase intelectual de que la creación individual depende del
paternalismo caprichoso del Estado.
El recorte
del presupuesto de Cultura desde el inicio del sexenio, le permite al Estado
castigar a un gremio del que siempre ha sospechado, por eso el “pueblo bueno”
es ignorante. Pensar en un día sin becas horrorizó a unos y dejó indiferentes a
cientos que nunca la han recibido y que siguen creando. Es lamentable que esta
crisis no haya sido la oportunidad de replantear un sistema que debería apoyar
a talento y al mérito, necesario para alentar la creación como parte del
progreso social y en cambio, fue la oportunidad para empobrecer la cultura y
para que los creadores exhibieran su dependencia intelectual.