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Charles Le brun |
La tendencia
del arte contemporáneo es “analizar” las obras desde los “aspectos
fisionómicos” de los artistas, la reflexión será “etnizar el arte y sus
expresiones esenciales de raza”. Regresamos al denigrante racismo científico,
ahora lo edulcoran como “racismo positivo”
para hacer “visibles a los invisibles” y la gran contradicción es que lo hacen
desde la estigmatización y el señalamiento. El análisis no será desde las cualidades
y características estéticas de la obra, será si el artista es: “étnico,
afroamericano, marginal o mujer”, en ésta ideología de moda ser mujer nos pone
detrás de los marginales. El racismo científico es parte de las pseudociencias,
surgió para dar argumentos al racismo, que señala al origen biológico, geográfico,
raza y género como causa de las diferencias intelectuales, morales y
emocionales de las personas.
Este racista
criterio curatorial afirma que la “biología” de una persona produce arte o
cultura, regresando a definir y clasificar al individuo por características,
que además carecen de objetividad porque mezclan religión y preferencias
sexuales en sus clasificaciones, es como pensar que un indígena pinta de
determinada manera por el color de su piel, no por una decisión intelectual y
estética de lenguaje.
La estratificación
de las razas, la insistencia de que sigan existiendo y sean notorias, rechaza
el mestizaje, legitima las diferencias como motivo para mantener la
segregación, negando la libertad personal de pensar, decidir y hacer fuera de
un ámbito superficial como la apariencia física, condenando al individuo a no
salir del rango que le ha sido asignado. Las salas de los museos se convertirán
en pequeños ghettos en donde se confinará al arte femenino, o “nuevos
feminismos”, “arte gay”, “arte indígena contemporáneo”, y así sucesivamente,
impidiendo la integración que aporta reunir en una sala a las obras que
demuestren maestría y lenguaje poético, sin importar si están realizadas por
una mujer, un hombre o quién sea.
El arte es
el lugar en donde se deberían resolver las diferencias y las inequidades, y no
al contrario, ahora el arte es para señalarlas como barreras infranqueables,
impidiendo un mestizaje creativo que sume las distintas formas de ver el mundo.
Al realizar, por ejemplo, una exposición colectiva de paisaje, el tema une las
búsquedas y observamos las obras sin separar las de mujeres, de indígenas o de
personas LGTB, y rompemos las barreras. Los abanderados de las modas
ideológicas, la corrección fascista, impone un criterio curatorial que la
ciencia ha desechado por ser ideología que únicamente mantienen los grupos
supremacistas. La supuesta “visibilidad” que impulsan también es para
incrementar la burocracia, por cada ghetto habrá un curador especializado, y
entre más segregación haya más curadores cobrarán en nómina.
El racismo
curatorial decide las diferencias para clasificar a los individuos, y por
supuesto, son los curadores los que están en la cúspide de la pirámide, el
siguiente paso es que hagan salas de artistas ricos y salas de artistas pobres.