El poder encuentra sus límites ante lo mínimo, en lo insignificante
habita el inesperado enemigo. Ahí estaba, contundente, ligera, ágil, con la
libertad de quien no se debe a ningún dueño. Se posó encumbrando su impecable
naturalidad sobre ese compendio de vulgar artificialidad, el maquillaje
bronceado de spray, la corbata roja, frontera estranguladora entre el cerebro y
el cuerpo, y sobre ese casco de pelo sintético, teñido de blanco de zinc: la
reina del debate, una preciosa e indolente mosca. “El león tiene la garra, el
mosco tiene el número” decía Manuel
Gutiérrez Nájera, y aquí la mosca, ella sola, derribó la garra del
vicepresidente del país más poderoso del mundo. ¡Al ataque! ¡Los misiles y las
armas de destrucción masiva! ¡Acaben con la invasora que aterrizó en la cabeza
vacía del poder! El escenario de su lúdico vuelo fue durante el debate de Mike
Pence y Kamala Harris, es el vaticinio de una revelación que no podrán vencer.


Las
abejas bordadas en el manto de armiño de Napoleón, pintado por François Gérard, señalan
su obsesión con el trabajo. Los escarabajos, sabios, conservan la voz de los
ancestros. Las arañas en los sueños son intrigas. Los investigadores del
Barroco llevaban consigo dibujantes que recreaban detalladamente esos
exoesqueletos, pequeñísimas maquinarias capaces de crear túneles, viajar
grandes distancias, reproducirse, fabricar alimentos, devorar árboles completos
y morir después de unas semanas de actividad incesante. Retratar un ser que no
deja de moverse, que se queda el tiempo justo para quebrantar nuestra ególatra
paciencia.

El Caravaggio y su Canasta
de Frutas, uvas moradas, manzanas, duraznos, hojas de roble, uvas verdes,
hojas de parra, la plenitud se encuentra con los colores de la putrefacción,
y en la parte de abajo, dos moscas
golosas.

La Madonna y el Niño de Carlo Crivelli,
obra del Renacimiento, el Niño ve a la mosca con curiosidad, ella también lo
mira, diálogo entre la realidad y la metafísica.

La psique, es ficción y es excusa, es invención y es pose,
los Surrealistas y las hormigas de Buñuel. El ejército de moscas aplaude el
traje de luces del Torero Alucinógeno,
proyección homosexual de Dalí, que da
rostro a la Venus del Nilo.

2 comentarios:
Permiso, estimada, atino a un comentario : esa “reina del debate” sugiere, al parecer, entre los seres humanos emociones displacenteras –de las que pronta envidia y a la vez rechazo–, amén de un ente universal… ¿no? Gonzalo Rojas, en Daimon del domingo, las prefería más que a la Biblia de Jerusalén y, entre otras razones, “por eso velocísimo de su circunstancia que ya lo sabe todo desde mucho antes del Génesis”… Bueno, llegué casi volando a este Blog, y debo decirte que me agrada, me estimula, me hace escribir y pensar. Muchas gracias. Y también por tu magnífico ensayo que regalas como libro. Voy leyendo como hormiga tus artículos...de ves en cuando me apareceré nuevamente por aquí. Salud y abrazonte.
Patricio Arce
Es cierto lo que dices sobre las moscas: en mi caso siempre las tengo presentes....como vivo en un clima calido...en cuanto me siento a pintar..y ya estoy frente a la tela....aparece la infaltable mosca que se posa sobre mi calva....luego va a los pinceles, vuelve sobre mi oreja...Incansable, como Picasso.Mi mujer no recuerda donde guardo el matamoscas.
Cuando la obra esta terminada....y alguien me pregunta : que es lo que mas le costo ? soy sincero y le aclaro : la mosca.
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