Norman padece su existencia a la orilla de una carretera,
esperando que por ese camino llegue la mujer ideal para ser asesinada, como en
un sueño su vida es un estado de tránsito, hotel, camino inhóspito, y su rutina
sin sentido de la realidad. Norman Bates es hijo único, inquilino único, amante
sin mujer, es un fantasma abandonado de su propia historia.
Hitchcock inventa un análisis científico de la personalidad
de Norman, dirigiendo desde el diván de un consultorio psiquiátrico induciendo cada
decisión de su personaje, se dio cuenta que hacemos más esfuerzo en demostrar
una patología que en reprimirla. En ese hotel
de paso, un ser insignificante se empecinó en tener una vida extraordinaria, así
lo decidió su creador, su Dios, desde el guión hasta la iluminación, en la
frialdad de la fotografía en blanco y negro.
Norman es un buen hijo, tiene a su madre disecada, un
cadáver seco, y le habla, él le presta voz, y responde, se pelea con ella, le
dice que ahora sí encontró a una “buena chica”, que no es como todas, como
todas, las que habrán viajado por esa carretera, las que habrán dormido un
momento en ese hotel. Le da una cena a su inquilina, es un buen hombre, los
seres humanos no sabemos qué es la bondad o la maldad, inconstantes, cambiamos
sus valores, los degeneramos a nuestra conveniencia, las castigamos o
premiamos, más dispuestos al crimen que a la virtud, nos bastan las apariencias
para juzgar y condenar.
La joven va a tomar un baño, la habitación es austera y
limpia, Norman hace el aseo y cuida el hotel, es un hijo ejemplar, la joven es
rubia, como le gustan a Norman, a imagen de su creador. Ella se mete a la
ducha, el baño es blanco, la cortina es blanca, limpio, como la piel de ella, y
el mal aparece, con el poder que le confiere la ventaja de nuestra credulidad.
El buen hombre, el buen hijo, el dueño del hotel, la acuchilla, ella grita y su
mano ensangrentada se resbala por la pared de mosaicos blancos, la sangre se mezcla
con el agua en el piso y se va por el drenaje. Qué limpio es Hitchcock, la
mancha de sangre es el delito, negra, es la tinta de su guión, es la maldad
misma, agua, baño. Norman hace el aseo, y deja la habitación impecable, así es
la maldad, no deja huellas para seguir adelante, no tiene memoria, por eso es insaciable.
Ese lugar inhóspito, anodino, puede contener algo más terrible que su
apariencia, en ese hotel que es nuestro cuerpo, en esa carretera que es nuestra
vida, hay sitio para lo más degradante o lo más sublime, el límite es imperceptible,
y una vez roto no hay camino de regreso en esa interminable línea de asfalto, que
no lleva a ningún sitio.
El poder del creador está en torturar y premiar a sus hijos,
Hitchcock se burla de Norman, y luego lo premia, hace que la ley detenga esa
vida perfecta, y entonces, en una demostración de arrogancia y superioridad, el
creador le da más poder a su hijo, y nos demuestra que su bondad le impide
matar a una mosca, que en una magistral actuación, camina por su mano, y nos
susurra que tal vez toda esta historia es una gran equivocación, que Norman es
inocente y que tuvo que vivir esa existencia, solo para que un día una mosca se
posara en su mano.
3 comentarios:
Muy buen enfoque de esta obra. Gracias. Saludos.
El creador es caprichoso, y es lo que genera historias más interesantes. Lo podemos apreciar desde el Antiguo Testamento hasta la Mitología Griega. Las creaciones estamos a su merced, como el pobre Odiseo, quien durante el regreso a su hogar vivió penurias impuestas por Athena como castigo por la destrucción de su templo durante la guerra de Troya, guerra que ella misma "patrocinó". ¿Pero por qué? Porque puede, porque pueden.
Gran maestro del cine. Un estilo que hizo escuela. Me gustaría escuchar su opinión de más películas.
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