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Julius Caesar British Museum V1 |
Hay que
temer a la envidia, más que a la fuerza del ejército enemigo. Hay que temer a
la propia codicia, más que a la codicia del enemigo y hay que cuidarse de lo
aliados, de ésos que nunca mostrarán el rostro mientras sacan la espada, es la esencia
de Julio César y es la escuela del Príncipe. Las ruindades y glorias del poder,
sus putrefactas entrañas y el camino más certero para alcanzarlo está en los
versos de Shakespeare y en la tesis de Maquiavelo.
El Irlandés, película de Martin Scorsese, la
descripción de la arrogancia del poder parece inspirada en las dos obras del Renacimiento,
de ese periodo de la Historia en que la elocuencia y el asesinato fundaron
imperios. El líder sindical Jimmy Hoffa, como Julio César, se deja arrastrar
por su propia demagogia y egolatría, populista que conoce los sentimientos que
desatan la lealtad de la masa, sabe que la venganza de clase es un deseo que nunca
se sacia, y que prometerla genera una lealtad inquebrantable. El personaje de
Al Pacino es el líder esperpéntico y ridículo, oratoria inmediata, su constate
dar y dar, en la medida en que crece la fe, aumenta su miedo. En el poder no
hay lealtades, hay oportunidades, el servilismo se transforma, los privilegios
no compran la seguridad de mantener la corona y la vida. Marco Bruto, leal servidor, lleva la acción,
Robert de Niro, tiene encomendada la vida del líder y será él quien deba
quitársela. Casio, Joe Pesci, intriga, y trama la solución que desde el Renacimiento
hizo de la política el arte del asesinato, el líder que rompe con el equilibrio
del poder adelanta su caída.
El Irlandés es una narración intemporal,
magistralmente contada, con momentos pictóricos en su construcción, internada
en la decadencia social de la que somos incapaces de escapar por esa arrogancia
que se empeña en creer en líderes mesiánicos que se convertirán, gracias a la
fe ciega, en tiranos impotentes.
Maquiavelo nos advierte la diferencia entre
ser un príncipe temido o amado, que el príncipe demasiado benévolo deja que el reino
caiga en la violencia y la rapiña, es fácil de invadir y dominar, y su pueblo terminará
por perderle el respeto. El balance ideal es ser al mismo tiempo temido y
amado, es muy difícil de lograr, entonces se debe elegir ser temido, el ejemplo
es César Borgia, con crueldad consiguió unificar su reino. En El Irlandés, el líder es temido y
justamente lo asesinaron sus cercanos, los que él amaba. La corrupción es el
gran personaje, el orgullo del gremio, la idiosincrasia folclórica de la clase
que detenta la fuerza de manipular y decidir. La anécdota “histórica” que pueda
ser el argumento describe cómo el Renacimiento o el sindicalismo norteamericano
de la época de Kennedy, o el populismo actual, tienen la misma conducta y comparten
el drama de las verdaderas motivaciones de la ideología. Dictadores, príncipes,
sindicalistas, o líderes populistas, ahí están todos, cada siglo, devorando los
cadáveres de sus antecesores, construyendo sus tumbas con las ruinas de sus
estatuas.