El valor artístico de una obra no es una
apreciación moral, es una apreciación estética. “No hay libros morales o
inmorales, hay libros bien o mal escritos” dijo Oscar Wilde, aquí se aplica
perfectamente: no hay pinturas morales o inmorales, las hay bien o mal realizadas,
y la pintura de Zapata es una pésima obra. Es inconcebible que esa pintura estrepitosamente mediocre esté colgada en el Museo
del Palacio de las Bellas Artes en la CDMX en la exposición Emiliano Zapata después de Zapata. En la pintura aparece el
caudillo desnudo, muestra la nula capacidad simbólica del autor para manifestar
una idea, llevándola a la inmediatez vulgar para llamar la atención, fue seleccionada
por la torpeza y la vanidad curatorial, apoyada por la irresponsabilidad burocrática.
El disgusto social no es polémica, llamarle así es disfrazar un gran error
institucional por la selección de una pintura se burla de la supuesta homosexualidad
de Zapata, y denigra la sexualidad no sólo de ese hombre sino de toda la
comunidad LGTB.
El hecho de
que un héroe histórico tenga determinada sexualidad no es motivo para ridiculizarlo,
y con esta obra el homenaje se convirtió en un juicio injusto para Zapata y
para la comunidad LGTB. La moda de “bajar a los héroes de su pedestal” inicia
con su sexualidad, porque eso los debilita, hace que pierdan la fortaleza que
los mitifica, acercándolos a lo humano, el asunto es que burlarse de su
sexualidad no es humanizarlos, es degradarlos como sucede con cualquier persona
sea o no un personaje histórico. Ridiculizar a un símbolo, por ejemplo cuando
la afectada es la imagen de la Virgen de Guadalupe, desata la previsible
protesta y los responsables se hacen las víctimas y dicen que son perseguidos
por la censura, y en la mayoría coinciden con que las obras carecen de mérito estético
y su único contenido es el golpe gratuito.
Los símbolos
tienen un valor intangible, individual y colectivo, ese valor merece respeto,
eso es de elemental convivencia social, no se trata de censura, es cordura, la exposición
es un espectáculo público, pagado con los impuestos de todos, y es injusto que
pidan respeto para una pintura mediocre que sabían que iba a ofender a un grupo
de personas. La exposición podría haber pasado sin mayor atención del público, hoy
es noticia gracias a una pintura de ínfima calidad, eso describe los verdaderos
fines de los museos, que buscan el escándalo para acarrear gente. Los directivos
del museo intencionalmente eligieron una obra para causar problemas, así que
dejen de llamar a la “tolerancia” y el “respeto por todas las manifestaciones”.
Esa obra con
su abrumadora mediocridad le falta al respeto a Zapata, a la comunidad LGTB que
tanto ha luchado por la dignificación de
sus valores y le falta al público que merece ver obras de calidad en un espacio
como ese. Hicieron famoso a un pintor mediocre, ya se hicieron las víctimas, si
esta es la “cultura para el pueblo” se ve que tienen al “pueblo” en un concepto
despreciable.