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Maurizio Cattelan 2019 |
La revelación ha
llegado, el subconsciente emerge de sus oscuras cámaras y sin pudor exhibe sus
inclinaciones: los artistas contemporáneos VIP tienen fijación oral con las
bananas o los plátanos o como su mercado les llame. En las fiestas bacanales de
las ferias de arte lo han susurrado, desde la portada de Andy Warhol para
Velvet Underground, la cáscara en el piso de
Jeanne Silverthorne, y el camión con una tonelada de bananas de Paulo
Nazareth en Art Basel, que narré en mi blog https://www.avelinalesper.com/2011/12/banana-affaire-art-basel-2011-miami.html,
ahora se suma a esta lista de patologías la “escultura” de Maurizio Cattelan:
una banana pegada con cinta adhesiva a la pared. La obsesión oral responde a la
dependencia que tienen estas obras con el texto, éstas bananas simbolizan la
densidad intelectual que los expertos y curadores meten en las bocas, cerebros
y cuerpos de los artistas para que puedan justificar sus obras, sintetiza la
relación artista-curador-galería. La obra significó un gran esfuerzo para
Cattelan, así debe ser, si algo caracteriza a este tipo de obras es que todas están
por encima de las posibilidades de los artistas, después de “un año de
trabajar en ella”, de escoger entre las
docenas que estaban en el mercado, optó por tres piezas que él consideró masterpieces
y dos más como “pruebas de artista, artist’s proofs”.
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Paulo Nazareth 2011 |
La sabiduría de los artistas es innegable, el mercado del
arte, en sintonía con el mercado de bananas, le dio la razón y tres
compradores, entre ellos un museo, la adquirieron por 120 mil dólares. Los
compradores preguntaron si la banana-obra tiene instrucciones para conservarla
y la galería respondió que recomendaban cambiarla cada semana “como sucede con
las flores”, lo que no aclaran es cuál es el criterio para sustituirla, muy
madura o media verde, muy amarilla o un poco oscura, se pega a la pared con la
curva a la izquierda o la derecha, tampoco indican cuántas veces se puede
sustituir, lo ideal es que un curador de una asesoría especial a cada
coleccionista y de seguimiento al proceso de la obra, recordemos que Cattelan
dedicó un año para tomar estas decisiones y eso que es artista, imaginen para
un neófito millonario, esto es casi imposible. Es una lástima que en la Biblia,
Eva se come una manzana porque si se ha comido una banana sería la santa patrona
del arte VIP.
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Jeanne Silverthorne
(2007) EUA
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Los teóricos bananeros del paradigma del arte contemporáneo
VIP se podrán tragar, ahora sí, todas sus tesis, esta obra confirma los
orígenes y los fines de este estilo: el arte VIP es la democracia de los
estúpidos, al ser mayoría merecían ser ellos los que dirigieran el destino del
arte. El performancero que arribó a la feria y se comió la obra ratifica el
análisis, “me comí a la obra y su concepto”, y agregó “no soy un ser humano
normal, soy un artista, un performancero, no estoy comiendo una banana, estoy
comiendo arte”, este genio merece compartir un día su tumba con Duchamp y que
la limpie Marina Abramovic. Es una lástima que el resto de los artistas VIP,
que esperan con ansias Art Basel Miami, y piensan sus obras durante un año
completo, dudando entre llevar calcetines, platos rotos, vómitos, etcétera, no
se les haya ocurrido a todos, en una epifanía colectiva, llevar una banana.
Esto pasa por no seguir en consejo de su psiquiatra y sacar en la terapia todas
sus fijaciones, se habrían atrevido a “hacer” una obra que de verdad
representara su vida, eso es lo que
buscamos del arte. 120 mil dólares no son suficientes para que esto se
consagre, falta que una universidad abra la cátedra arte bananero, o la
ontología de la banana o resistencia social y bananismo, y den doctorados. La
dictadura de la estulticia cotiza en la bolsa de valores.