Los asesinatos y violaciones en contra de mujeres son
deleznables, es una patología social, y la indolencia de las autoridades para convertirlos
es complicidad, pero la destrucción de una obra no aporta nada en la búsqueda
de justicia, porque repite el abusar de lo más vulnerable e indefenso. Las mujeres compartimos la violación a lo más vulnerable
con el arte público, vandalizan el Ángel porque no es susceptible de respeto,
como nos sucede a las mujeres. En nuestro estatus social, las mujeres tenemos
que “defendernos” constantemente, defendemos nuestro cuerpo, nuestra profesión,
nuestro prestigio, a diferencia de los hombres que lo tienen ganado, nosotras lo
debemos obtener con mucho esfuerzo, y a veces no lo conseguimos y es cuando
abusan de nosotras, física, moral o psicológicamente. Las mujeres necesitamos
un vigilante, un hombre a lado para que nos respeten, por eso las casadas en su
apellido son “mujeres de”, son de un hombre y él tiene derecho a matarla o a
mantenerla. Al arte público le pasa lo mismo, lo respetan metido en una jaula,
en una barrera, incluso toda propiedad pública, como es “de todos” merece ser
vandalizando.
La violencia se traslada de los seres humanos a los objetos,
es la destrucción como privilegio de la fuerza, de la impunidad de sentirse
superiores a lo que se golpea, se pinta o se mata. Las pintas, la cobardía del anonimato
al hacerlo encapuchadas, exhibió una conducta que más allá de tener un ideal
tiene un sistema que goza de la complicidad demagógica. El Ángel ha sido vandalizando
por las protestas de todo tipo, hasta los fanáticos del futbol dejan la huella
de su barbarie, que lo hagan con una causa justa o arbitraria en nada cambia
los hechos, es el uso de la violencia. Al Estado le conviene más patrocinar el berrinche
y ser condescendiente con todas las “causas”, en lugar de aplicar leyes que
protejan los monumentos y las obras de arte. Lo escribo como mujer que ha sufrido
la violencia por mi forma de pesar y por ser mujer, lo que hicieron denigra a
la razón y se suma a la violencia social que nos ahoga.
El Estado “restaurará”
el monumento, argumentará que no hay cargos porque no son represores y las
protestas se quedan despojando la dignidad a la causa. El hecho de que lo hayan
perpetrado mujeres, por una causa femenina y lo hagan sobre la escultura de una
mujer no es denuncia, no es una victoria, es otra vez una víctima y un
victimario.