miércoles, 31 de julio de 2019

LA UTOPÍA, ESA PESADILLA



El conocimiento en gran parte se construye con hábitos, con repeticiones que adocenan el pensamiento en una comodidad que no cuestiona, “demuestran su sabiduría memorizando” dice Rafael el marinero narrador de la Utopía de Thomas Moro. El ideal de una realidad inexistente es una obsesión científica, detonador del progreso, es el destino de su trayecto. El ideal utópico es la proyección de una ideología, desde las primeras utopías, como la Biblia y el Paraíso o la Republica de Platón, llevan hasta el límite los preceptos de un sistema. La adaptación del conocimiento deformó el concepto “utópico” para hacerlo un adjetivo y un axioma, lo utópico es perfecto y por lo tanto inalcanzable, y no es así, perseguir una utopía provoca la deshumanización, es una aberración de la justicia.
En la Utopía de Moro, las ilustraciones son  grabados de Hans y Ambrosius Holbein, el mapa de esta isla ficticia es una copia de Inglaterra, con las anotaciones irreales de Moro. Los habitantes visten de la misma forma que los ingleses del Renacimiento, para darle más veracidad, es un libro de viajes en el auge de los libros de descubrimientos geográficos. Moro toma un recurso formidable, los narradores de viajes eran grandes mentirosos, lo podemos ver con los libros sobre la Nueva España, que ahora el patriotismo acusa de denigrantes, era parte de la tradición, mentir para vender, como sigue sucediendo en la literatura, para eso es el arte, para eso son los libros, para inventar una realidad.
La Utopía es un compendio de crueldades, de abusos y violaciones de los derechos humanos, un libro catalogado como ejemplo del Humanismo propone, justamente la deshumanización del ser humano para alcanzar la felicidad. No es una ironía, como se acostumbra a leer, es una advertencia, que además se ha cumplido, todas las dictaduras han tenido pretensiones utópicas, el racismo eugenésico nazi, el comunismo, las aspiraciones maoístas, la igualdad individual y social  impuesta  que sin embargo mantiene la esclavitud, están prefiguradas en la novela. En el primer libro la discusión sobre el mejor castigo para combatir el robo, las propuestas violentas y las “benévolas” son igual de brutales, no hay salida, los seres humanos carecemos de vocación para la justicia, y la confundimos con venganza.
Los grabados de Holbein de precioso dibujo, le dan credibilidad a la narración, si está dibujado el mapa, entonces existe. Los mapas de Américo Vespucio, el marino Rafael dice haber estado en tres de sus expediciones, están realizados con el mismo estilo, la complicidad del artista aportó ciencia a la mentira, le dio ubicación, el mapa hace tangible la propuesta de Moro. Los habitantes de la isla son felices y no hay problemas porque no existe la propiedad privada, todo, incluso las mujeres son de “uso” colectivo, las emociones no son un objetivo ni un obstáculo, simplemente no se plantean como parte de la existencia. Puritana, como era la época y sigue siendo hasta ahora, la infidelidad se castigaba con la esclavitud, la reincidencia en cualquier crimen es pena de muerte. La felicidad por decreto social o gubernamental,  obliga a la ausencia de libertad, un proyecto previsto de felicidad es un dogma llevado a la cotidianeidad más elemental.
En esta isla el acercamiento con el arte es iconoclasta, hay poesía, música y sin embargo no existen las artes plásticas, no se habla ni de pintura o escultura, la arquitectura es utilitarista, lo que significa que para Moro, esto se ligaría a la posesión de un bien presuntuoso, o una posibilidad de divergencia de opiniones en un tema estético, las casa iguales, la ropa igual, las calles, y sin obras de arte, la estética y su apreciación provoca diferencias, y eso hay que evitarlo, por lo tanto la generación un  tipo de conocimiento y arte no existe. El siglo XX puso en práctica muchas de esas ideas y de otras utopías y en todas, el ideal destruyó a los individuos.