lunes, 15 de julio de 2019

APRENDAN

 El paternalismo y la demagogia utilizan a la artesanía y las culturas populares como disfraz ideológico, estar con el pueblo es vestirse de huipil y sombrero. La firma Carolina Herrera, en la Colección Resort 2020, dirigida por Wass Gordon,  se inspiró en textiles mexicanos para realizar sus modelos. La Secretaria de Cultura lanzó una acusación de plagio y pidió “una explicación por el uso de los diseños y bordados de los pueblos originarios”. La explicación es muy sencilla: las grandes firmas de moda extrajeras sí aprecian la belleza de nuestros textiles y por eso los innovan, los interpretan y los llevan a las pasarelas de alta costura. La queja de la Secretaria de Cultura es proteccionista y chovinista. La defensa de nuestros artesanos, y del valioso acervo cultural que producen desde hace siglos, se demuestra con acciones reales de planes de apoyo, comenzando por la educación, ninguna escuela de artesanías es a nivel universitario. En países que valoran esta sabiduría, como China y Japón, existen universidades dedicadas a preservar las técnicas y formar artesanos con grados académicos, que pueden aspirar a becas internacionales y ser doctorados. En Japón no existe la diferencia entre artista y artesano, aquí es artista el que firma cajas de zapatos y no el que hace un bordado exquisito que exige tres años de trabajo, otorgan  doctorados en performance y no en maque de Olinalá. Los artesanos en México son folclor decorativo, sin estatus de artistas, por eso las universales donde imparten arte no imparten artesanía. 
 La falta de universidades de artesanías mantiene a los artesanos en la marginalidad, con el estatus de “oficios menores” que no pueden cotizarse ni valorarse artísticamente. Enredarse con la discusión de los derechos de autor es para entretenerse en alardes y trámites sin realizar acciones concretas, lanzar aspavientos políticos y sentir que ya hicieron algo, mientras los artesanos continúan sin plataformas de promoción y venta. En los pueblos originarios la escolarización es muy baja, y las escuelas de nivel universitarios son casi inalcanzables, necesitan sus propias universidades para especializarse y profundizar en el conociendo artesanal. 
Carolina Herrera, Isabel Marant y Zara entienden  el potencial estético y comercial de esta belleza artesanal, algo urgente para que nuestra artesanía sea una forma digna de vida. La demagogia quiere a nuestros artesanos vendiendo en tianguis deprimentes, calles y en puestos ambulantes, con los déspotas clientes regateando. Lo justo es que esos textiles desfilen en pasarelas de alta costura, y con los clientes pagando lo que valen. Las técnicas se están perdiendo, los hijos de artesanos prefieren emigrar a Estados Unidos que continuar en la pobreza de un oficio infravalorado. Aprendan que no solo existen los horrendos diseños de Pineda Covalin, que denigran la artesanía en materiales baratos y ropa mal cortada o las obras de arte VIP de Betsabee Romero, que se burlan de una tradición y la exhiben en los museos. Aprendan en lugar de quejarse y hacerse los ofendidos, vean cómo estas firmas pueden hacer lo que aquí no hacen, no es un asunto de derechos de autor, es un asunto de derecho a crear y vivir dignamente de la artesanía. Los que merecen explicaciones son los artesanos, y no de parte de las firmas de moda, sino de parte de las autoridades de Cultura.

QUIETISMO


El dogma del progreso es adicto al cambio, a una trasformación vacía, es la reacción ambiciosa que busca dominar un futuro del que sabemos nada. Los “triunfadores”, “exitosos” “la gente con ideas” convocan a los aspirantes a tener más, ser más, conseguir la posición económica que la sociedad impone para no ser perdedor. Credos que no alcanzan a ser religiones ni filosofía, son intereses que guían y definen a la  realidad contemporánea. Frenéticos, serán desechados por la misma ambición que los ha convocado. En el Barroco surgió el concepto de individuo, los descubrimientos científicos y tecnológicos detonaron la carrera insaciable de la modernidad, la filosofía se separó de la teología, entonces un grupo de rebeldes se negaron a entender el progreso como motivo de su existencia. Decidieron que el silencio y la inacción los acercaba al saber y en el rechazo al mundo estaba la salvación de su espíritu. Los Quietistas, los silenciosos, los abandonados, los alejados, lo que dijeron NO a ese ruido, los que se entregaron a una paz mítica que no pensaba en el destino.
San Juan de La Cruz inició con esta disciplina que llevaba su fe más lejos de la comprensión religiosa, alcanzando un misticismo verdadero, en la verdad de las palabras y las acciones, sin las dudas que trastocan el camino, que no existe más allá del presente. En el siglo XVII el movimiento fue ferozmente perseguido por la Santa Inquisición, Miguel de Molinos, abjuró de su renuncia, en una pérdida dolorosa y cruel, la acusación era la influencia de los místicos orientales, los yogis sanyasis y los budistas, que observaban su propio devenir en la pasividad de la entrega, en la relación de su respiración con el palpitar del tiempo.
Agnus Dei, de Francisco de Zurbarán, es la esencia del Quietismo, el cordero, de una belleza inconmensurable, está atado de las patas, reposado sobre una mesa de madera, el fondo negro absoluto enmarca su pureza,  su cabeza se ofrece, la mirada en la paz de la rendición. No hay resistencia, presintiendo la violencia de su muerte la acepta con docilidad, con una bondad incomprensible para los seres humanos que vivimos en la histeria del miedo. El realismo de la obra, la exactitud de la textura del pelo, el volumen del cuerpo, le da vida, es la verdad per se del silencio. La contemplación por encima de los actos morales o religiosos, la impotencia del ser humano consagrada en renuncia, la escucha del diálogo divino ausente de palabras, y ese cordero, vulnerable, indefenso, atado, contempla, escucha, espera, y en su innata sabiduría acepta, esa es la belleza de la pintura, y en esa quietud está la más valerosa rebeldía. Los triunfadores contemporáneos, los que ambicionan cambiar el mundo, que se despedacen con su ruido, en ese cordero está la sabiduría que la sociedad les tiene proscrita.