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Peter Paul Rubens and Isabella Brant, c.1609 |
La invención del estilo, de la moda, de la adicción a crear
una personalidad, fue la venganza que imita a los dioses, la elegancia está en
el cuerpo, el cabello, los rizos cuidadosamente esculpidos en los bustos
griegos y romanos, el David de Miguel Ángel con el vello púbico primorosamente
peinado, la caída de las túnicas, los herrajes de las sandalias. La vanidad es instinto
de supervivencia, nos manifiesta, es un lenguaje de nuestra presencia, el
desprecio por la apariencia no es humildad o renunciación, es claudicación del
propio ser que se resigna a esclavizarse por la desidia. Los “diseñadores de
moda” surgieron en 1675 cuando se hizo la división entre costureros y el
creativo, el que inventaba el estilo. El couturier decidía los accesorios,
vestido, color, diseño, sombreros, la aristocracia se los robaba, y construyeron
la industria del vestido en Europa que se dirigía desde Paris y Roma. En la
corte de Luis XIV se conspiraba para saber qué vestuario elegirían los miembros
de su corte en los bailes, se robaban información y saboteaban a los
competidores en elegancia, el fracaso condenaba al exilio, al ridículo, no
había peor humillación que mantener conversación con la vulgaridad del demodé.
En los retratos de Rubens, de Tiepolo, la ropa es una invención, Klimt con sus
vestidos y joyas de hoja de oro, la creación era leyenda, un retrato no es una
identificación, “oficial”, es mito, y los pintores se convertían en couturier
que mejoraban cualquier traje con su talento.
La elegancia está al borde del esperpento, la balanza entre,
la novedad y la extravagancia enloquece,
Karl se equivocó muchas veces, en el 2016 en el Barbican Centre de Londres, la exposición
The Vulgar: Fashion Redefined, mostró las prendas más inverosímiles creadas por
los grandes nombres del diseño, desde el siglo XVII hasta el siglo XXI, y ahí
estaban los tennis y toda la Colección otoño-invierno 2014-2015 de Chanel,
lanzada en una escenográfica pasarela de supermercado, con abrigos de homeless
encima de ropa deportiva. Los barcos montados en los peinados de María
Antonieta, que le costaron la cabeza en la guillotina, siguen navegando en el
diseño contemporáneo, la diferencia es que la democracia permite ser ridículo por
mayoría de votos.
Karl emigró de Alemania a París, de Balmain a Patou de ahí a
Chanel y jugó con las masa en H&M, llamó obsoleta a Coco Chanel y dijo que
haría con la marca lo que ella nunca pudo lograr, renovarla con un lifting cada
temporada. El tenedor se inventó en el siglo XVII, antes comían como salvajes,
eso revolucionó la gastronomía, la moda nos ha civilizado, refinado, es la
educación que nos permite estar en el escenario del mundo “La vanidad es la
cosa más sana de la vida”, vaticinó Karl.