“El arte toma tiempo” nos dice con sabiduría el publicista
de Burger King, y lo demuestra con un corto cinematográfico de Andy Warhol
comiendo una hamburguesa, que filmó el artista Jorgen
Lenth en 1982. El corto fue utilizado como publicidad de Burger King en el
Super Bowl de este 2019, cuando las marcas lanzan sus campañas más costosas y
las celebrities venden el glamour del capitalismo, llega el arte contemporáneo
VIP a ocupar el museo que siempre han anhelado: la pantalla que los acerque a
las masas.
El filme es una anti campaña y una anti obra, el pobre de
Andy, que abusaba de la comida basura como parte de su statement artístico bulímico,
metiéndola en su metabolismo y vomitándola en sus obras, no puede comerse la hamburguesa,
es la comida más larga y tortuosa que se puede ver en pantalla, en esos 4 minutos
y 30 segundos, la embadurna de sala cátsup, la observa, y mastica con una cara
de disciplina neoliberal ochentera, hasta que decide quitar una rebanada de
pan, comer un poco más y la mete en la caja sin terminarla. La verdadera obra
son los desperdicios, la bolsa, la caja y el pedazo mordido, eso lo podrían haber
subastado en el medio tiempo del partido del Super Bowl. El publicista, para
demostrar el poco talento y nulo intelecto que ejerce para promocionar un
producto que se vende solo, arraigado en el gusto masivo por la chatarra y la
mala salud, premio a los primeros compradores que se inscribieran en la campaña
de Twitter, y les hizo llegar una “mysterious box”, una caja que si Andy la
hubiera visto pensaría que alguien lo estaba amenazado de muerte, el kit contiene
una peluca estilo Warhol, una botella de salsa cátsup, y un cupón canjeable por
una hamburguesa Whopper.
El corto,
por supuesto, se va a exhibir en el Whitney Museum en Nueva York y en página
oficial de Burger King. Es la sinergia perfecta, la realidad total del arte
VIP, se derrumban los discursos, se acaban las teorías, ahora los doctorados serán
de cómo tragarse una hamburguesa y con esa tesis ganarán subvenciones y exposiciones.
La comida basura y el arte basura unidos en su vocación por el menor esfuerzo intelectual
y físico. Andy nunca fue artista, él era un publicista, y con su comercial post
mortem se dimensiona en dónde deberían ser estas exposiciones, ya vimos la de
Gabriel Orozco en el Oxxo, sus museos están en los templos del consumo rápido y
barato, en los lugares en donde la sociedad se enfila a ocupar su lugar de peón del establishment ideológico.
Es una lástima que los espectadores en lugar de presenciar a una celebridad
gozando de su hamburguesa, hubieran visto al freaky de Andy tragar con
esfuerzo, ese es el precio del arte, y el de la Fundación Warhol que dio el
permiso para que la marca explotara el filme. Los millones de consumidores estarán
felices de saber que cada vez que comen su paquete de refresco, papas y Whopper
se devoran una obra de arte, son artistas y su performance forma parte de la trascendencia
del arte contemporáneo VIP, una trascendencia que dura 4 minutos y 30 segundos