miércoles, 24 de abril de 2019

NOTRE DAME

La belleza que desaparece es irrecuperable, las obras de arte, aun las más portentosas y monumentales, son efímeras. La creación del arte es intemporal, eterna, nació con el ser humano y continúa como un testimonio de nuestra evolución.  El incendio de la Catedral de Notre Dame nos enfrentó a la vulnerabilidad del arte, a su fragilidad, a la sensación de muerte, de algo que se va y que no volverá a responder nuestras preguntas. La destrucción de los testimonios del pasado nos deja sin Historia, el fuego es tan voraz como nuestra negación de la memoria, de la deuda que el presente tiene con lo que antecedió a la pertenencia de esta época. El dolor de esta pérdida es que hoy, con los supuestos avances tecnológicos de la arquitectura y la industria, carecemos de la capacidad artesanal que convirtió en arte la construcción de Notre Dame.
La fervorosa idolatría al progreso ha despreciado y pasado por encima de los artesanos, de la herencia generacional de trabajar las maderas, la piedra, los materiales, hacer capiteles, esculturas, vitrales, gárgolas, mosaicos, marquetería, todo ha sido sustituido por los materiales hechos en serie, por torres de vidrio y concreto. El concurso de restauración es para arquitectos, no para historiadores y artistas clásicos, los candidatos como Foster, Martin Ashley, Stephen Barrett, coinciden en que hay que “modernizar” la estructura, “tomar la oportunidad de acercarla a nuestro tiempo y nuestra cultura”, “espiritual pero diferente”, “materiales más luminosos y funcionales”, esa es la verdadera tragedia, la restauración puede ser peor que el incendio. Los arquitectos contemporáneos, enamorados de la fama y el protagonismo, ponen su estilo por encima de la función del edificio, por eso las iglesias modernas parecen aeropuertos o centros comerciales. La pretensión de que nuestra época es “más avanzada” es una arrogancia que permite que esas restauraciones atenten contra el espíritu real de los edificios y obras de arte. Quieren adaptar el pasado a nuestro presente y si restauran una pintura le quitan las veladuras y la dejan como cromo de calendario, si restauran un edificio le dividen sus techos de triple altura y meten pisos intermedios porque la actualidad tiene agorafobia y vivimos en cajas de zapatos. Modernizar Notre Dame no es restaurarla, fue creada en el Gótico, es un concentrado de la filosofía de la Edad Media y ese es su valor, que representa un momento del pensamiento y la espiritualidad humana que no tiene por qué ser como la de hoy. La inspiración de esas cúpulas y bóvedas, de sus pinturas y altares, estaba en una filosofía que hoy es imposible de plantear, con la frivolidad arquitectónica inspirada en la cultura corporativa, que uniforma los recintos en ostentosas moles de vidrio, que se perciben mal cimentadas, sin el arraigo que representaba la fuerza y permanencia de las ideas, que envejecen mal, deteriorándose al ritmo de nuestra sociedad.
La demagogia de la integración y la multicultural es parte de las iglesias de hoy que se supone albergan todas las religiones, como si un sitio para la oración y la intimidad fuera un fast food donde puedes comer una pizza o unos tacos o sushi en la misma mesa. La oscuridad de un recinto así es parte de su filosofía, es para estar en otro estado del ser, si quieren luz que se metan a un corporativo de vidrio con su obsesión inhumana y vigilante de la “transparencia”, la gente que quiere orar tiene derecho al silencio y a la introspección, a escuchar los coros que nacían de la oscuridad de las celosías. Notre Dame fue un sitio para coronarse, santificarse, suicidarse, antes de verla convertida en un aeropuerto o un corporativo, que la dejen así, un esqueleto carbonizado por nuestra ignorancia y soberbia. 

domingo, 21 de abril de 2019

DOMINGO DE KERMÉS EN LA EXPO DE CARSTEN HOLLER

 Los curadores y artistas VIP han intelectualizado las mayores simplezas cotidianas, y eso paradójicamente, les ha impedido acceder a las diversiones que goza la masa inculta que no recibe becas, subvenciones ni premios. La vida dentro del impoluto cubo blanco de las galerías y museos, con su arquitectura estrambótica y los patrocinios de farmacéuticas que fabrican los opioides más vendidos del mundo, es una burbuja de aislamiento que los separa del mundo. En el Museo Tamayo montaron una conceptualizada kermés del artista Carsten Höller, ideal para los curadores, académicos universitarios, críticos a los que sus sedentarios cuerpos y anquilosada cultura les niega gozar de un parque de diversiones. La exposición tiene como objetivo humanizar a estos eruditos y darles la oportunidad de regresar al momento en que aún no eran doctorados o curadores en jefe de algún museo VIP. 
Montañas de pastillas, son un homenaje subliminal al OxyContin, la droga que es una epidemia en Estados Unidos, y muy popular en el arte porque los dueños del laboratorio son patrocinadores del Metropolitan Museum del Nueva York. Los hongos de cabeza, los pasillos luminosos, la insistencia con la “alteración de la percepción”, no debemos creer que Höller está utilizando la afición a las sustancias psicotrópicas y estimulantes que tienen millones de adictos y presionando al uso indiscriminado de ellas, en absoluto, según la curaduría del museo es una forma de “experimentar” algo distinto en un museo, como la legalidad de hacer publicidad de lo prohibido. La propuesta supera al arte que no puedes tocar, por su valor irremplazable, al arte que te puedes meter o consumir.  

El recorrido proporciona la seguridad de una guardería infantil transformada para adultos, ese sitio idílico del que fueron expulsados para enfrentarse a las dificultades del cambio de paradigma en el arte. Las exposiciones de arte VIP deber captar consumidores y por eso utilizan las estrategias de los dealers de sustancias, y las referencias infantiles, dos elementos que actúa en nuestro cerebro primitivo, que aunque no lo crean, también lo tienen los intelectuales. La hipocresía actual, llamada “ser políticamente correcto”, hace omisión de la apología de la adicción a las drogas que constituye el concepto rector de esta exposición y de toda la obra de este artista. En los años 60’s con la psicodelia no se ocultaban detrás de la “infantilización y la diversión,” como lo vemos ahora, con su colgante y su carrusel, los dulces que aparentan pastillas. El Museo Tamayo urgido de exposiciones para que el público se haga selfies, no le interesa profundizar, basta con que la gente tenga una excusa para hacerse la foto. Ahora, si de verdad quieren una experiencia de riesgo que altere la percepción y  las leyes de la gravedad, vayan a un parque como Six Flags, y sin pretensiones artísticas ni explicaciones pseudo científicas van a sacar del armario al sensation seeker que llevan dentro. La montaña rusa Boomerang alcanza  una altura de 37 metros y hace un veloz recorrido que deconstruye los indigeribles hot dogs que la gente come antes de subir. Olvídense de las pastillas de azúcar imitando opioides, sentirse Lucy in the Sky with Diamonds, LSD, está en los juegos de los verdaderos parques temáticos, la kermés del Tamayo es para los que no saben ni qué es el arte y mucho menos qué es una experiencia extrema. 

viernes, 5 de abril de 2019

OROZCO PARK

   Las limitaciones son una ventaja, carecer de obra monumental, escultórica y pictórica, designar como arte chicles masticados y lo que encuentra en la calle, no implica que esté incapacitado para llevar a cabo la extraordinaria tarea de crear un espacio artístico en 800 hectáreas del Bosque de Chapultepec. Diego Rivera, hace más de cincuenta años pintó el mural El Agua, origen de la vida, en el Cárcamo de Dolores y diseñó la fuente a Tláloc, eso no intimida al artista readymade, que tiene una propuesta “que invita a descifrar cierta filosofía”. 
En exclusiva aquí describiré el plan de la intervención artística comisionada a Gabriel Orozco. Situar espacios de reflexión y deleite con la masiva presencia de Oroxxos, las tiendas de comida chatarra que llevan sus emblemas. Los sindicatos de miles de vendedores ambulantes que planean invadir el parque con sus puestos de comida, serán desplazados por la competencia desleal de los conceptuales Oroxxos, lo cual no importa porque las papas fritas de Orozco son arte y las de los ambulantes no. 
 La basura que generen los visitantes, que depredarán esta zona hasta ahora conservada, se integrará como acervo nacional, en los “contenedores de arte”, botes estratégicamente distribuidos en el área. Los desperdicios de comida que dejen en el piso, como elotes mordidos y vasos de esquites, serán catalogados y clasificados por los curadores-pepenadores. Se reciclará y se integrará en una obra en constante proceso, “las clasificaciones taxonómicas” tendrán cédulas explicativas escritas por Ann Temkin  curadora-pepenadora oficial.  Vasos, botellas, todo el plástico, bolsas, latas, serán cuidadosamente acomodados en mesas que bordearán las calzadas para que el público observe detenidamente las obras. 
Los anuncios de la valla publicitaria que se apropiará el artista serán el “nuevo muralismo”. En el piso, como sucedió en la Bienal de la Habana, los  becarios del FONCA barrerán en círculos, dibujando “estructuras efímeras” que “hablarán de la fugacidad de la forma”. Los camiones de basura estarán pintados con círculos azules y rojos, interactuarán con el entorno como esculturas móviles. En servicios adicionales, en lugar de oficina de objetos perdidos, tendrán “Oficina de objeto encontrado”, aquí podrán dejar los curadores y artistas los objetos que encuentren y sean susceptibles de convertirse en arte. La Guardia Nacional, estará capacitada por el Instituto de Enfermedades Estéticas de la UNAM para dar visitas guiadas y explicaciones teóricas sobre las obras expuestas. 

Las cajas vacías de cartón para empacar refrescos, comida, y demás dispositivos artísticos de los Oroxxos, se apilarán en una monumental escultura que modificará su morfología en cada instante. Impulsando la interconectividad con el público se hará un “ponchódromo” una cancha de futbol donde los  jugadores ponchen pelotas, y se acomodarán, recuerden que la especialidad de Orozco es “acomodar cositas”, en un espacio escultórico. Los chicles masticados se pegarán juntos en una gran bola que un artista itinerante rodará por el espacio para adherir más basura, esta acción se turnará en residencias artísticas. En la rotonda en homenaje a Duchamp, inspiración de todos los artistas VIP, se pondrán mingitorios al aire libre, el orinadero será un performance colectivo de meditación. Los visitantes “quedarán aturdidos de tanta belleza” como se prometió en la presentación del proyecto, por fin llegó el momento de reconocer que la mediocridad tiene derecho a existir y triunfar en el arte.