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Dibujo de Eko, aquí si sitio |
El olvido es parte de la memoria, a veces es arma y otras es
salida. La ideología no es historiadora, detesta a la memoria, para ella el
olvido, al que hay que llamar revisionismo, es su cómplice en la construcción de un pensamiento
que respalde sus argumentos con “hechos históricos”. El privilegio de los líderes es someter a los
hechos, los que estos sean, a la versión unívoca de su egolatría, y es
comprensible, la tentación es más grande que la inteligencia: verse en la posibilidad
de convertirse en un rey absoluto que desde su trono dicte la descripción de
las batallas, designe triunfadores y perdedores, víctimas y verdugos, y con su
ley implacable repartir medallas y condenas, eso es el Poder.
El revisionismo se da
muchas licencias, con arrogancia nos dice que “va a hacer lo que no se hizo
antes” dar la “verdadera Historia”, y cada régimen cambiamos de verdadera Historia,
de país, de patria, de héroes, de imágenes y de culpables, por eso el revisionismo
carece de credibilidad, es un capricho megalómano. A los paladines de la
justicia, a los revisionistas que con su espada flamígera deciden cómo debemos
ver nuestro pasado histórico, les digo que NO en mi nombre, que el paternalismo
idiosincrático no es un pasamiento a mi medida, y de ninguna manera voy a
condenar lo que hoy es evidente cultura y arte.
El revisionismo
es segregacionista, los buenos somos nosotros, los malos son ellos y en esa
búsqueda de la pureza ideológica, hay racismo encubierto, el malo viene de
fuera. La determinación de los culpables y los inocentes inicia en el pasado
remoto y se mantiene como una constante que permite limpiezas de nombres, se
pasan las auras benditas de unos a otros,
con esto se permite que el presente se disimule, y nos ocupamos de lo
que ya sucedió, que es irremediable, negamos sus aciertos y destacamos sus
errores recién designados, para crear una gran cortina de ideas, un manto de
armiño que encube el presente y deslumbra al futuro. La gente olvida, la gran mayoría dejan de pensar en temas complicados o comprometedores, la historia colectiva tiene sus propias versiones que se van distorsionando y convivimos con el desinterés general, con la apatía intelectual, el rechazo a pensar es cohesión social, estamos más cómodos ejerciendo una estupidez benevolente, esa desidia es el campo perfecto del revisionismo. Las sociedades más incultas son las más manipulables, con las ideas de moda o con el liderazgo mesiánico que saca de su apatía a la masa. La versión nueva que ofrezca el revisionismo no es memoria histórica, es una oportunidad de controlar a la opinión pública, al parloteo colectivo, para ofrecerle, un aire de justicia que les reivindique de injusticias que ya no existen, para darle el privilegio de una venganza fácil. Espléndido, esto libra de resolver las injusticias actuales, y con esa gran arrogancia, la estupidez humana tiene ahora una nueva Historia para creer y un nuevo altar para adorar.