La sabiduría acumulada, la razón incorruptible, la
arrogancia de la ciencia, se rinden ante la frivolidad de un traje nuevo, de un
amor impulsivo o de una orgía. Mefistófeles reta a Dios, para Goethe esa es la
primera debilidad, el ser perfecto, inconmensurable, entra en el juego del
expulsado y pecador, que trata de demostrar que su obra divina, el hombre, es
imperfecta. En el nacimiento del método científico, en la Ilustración que
negaba la superstición y la religión como explicación del ser y la existencia.

Goethe plantea un experimento científico, involucra a Dios,
que la ciencia cuestiona su existencia, y aun peor, la credibilidad de las
religiones, y lo obliga a debatir los argumentos filosóficos de la época en voz
de Mefistófeles. El seductor Mefistófeles
convence al Jefe Máximo del cielo y la tierra de entrar en el proceso de
comprobar su teoría, argumenta los defectos humanos y con eso nos dice que él mismo, es mejor que
cualquier persona. El elegido es Fausto, un sabio, consentido de Dios por su
dedicación al conocimiento, que le ha evitado la experiencia de la vida. La Ilustración
hacía de la experiencia parte fundamental del saber. Fausto nunca se ha
enamorado, dichoso él que no conoce las amarguras de esas pasiones, y ya en la vejez,
desea vivir esa emoción.

La sabiduría de sus
lecturas han agotado los libros, en una
época en que coleccionar volúmenes era un vicio de gente educada y sensible, así
que investiga en brujería, es interesante porque se supone que es un sabio,
y la brujería, aunque de moda en esa
época, era parte de los males intelectuales que combatía la Ilustración. Dios
entrega a su hijo ejemplar y el experimento comienza, Mefistófeles lo conquista,
le ofrece todo lo que Fausto añora, y en el colmo de la banalidad, le cambia el
vestuario, porque Mefistófeles obviamente es una autoridad del estilo, lo halaga
por su nuevo sombrero con plumas, su espada, la capa y el porte que tiene. La ciencia
se derrumba, la sabiduría es una hueca ánfora que nada contiene, la vida
entregada a leer con luz de velas, a escribir páginas y páginas, es aniquilada
por la fatuidad de un elogio, por la efímera moda. Fausto es un imbécil, una
creación defectuosa.

Mefistófeles, que viste muy bien, en su conocimiento de la
especie humana, no confía en Fausto y le hace firmar un contrato entregando su
alma, que poco vale, ya lo demostró, ese contrato es la prueba de su teoría y
la convierte en una tesis. La relación con Margarita es un deseo de seducción,
no la quiere como pareja, es parte de su demostración de superioridad de clase
y de sexo. La humildad de Margarita, su condición social impiden una relación formal,
la conquista con joyas, su intención es comprarla, y cuando ella se entrega, es
traicionada, abandonada, desesperada asesina a su hijo, y la condenan a muerte. Fausto y Mefistófeles
tratan de rescatarla de prisión y ella ha enloquecido de dolor, todas las
desgracias han caído sobre ella sola, y no tiene medios para defenderse.

Goethe argumenta que sin fortaleza ética el conocimiento no
sirve para guiar la existencia y mientras en la Ilustración la ciencia es la
base de la sabiduría, vemos que la ciencia no puede “moralizar”. La obra
divina, el hombre, Fausto, es capaz de provocar el daño más terrible en la obsesión
de conquistar sus fines, que como los de Fausto, son banalidades. El seductor está
al nivel del seducido, la calidad moral de Mefistófeles es igual a la de
Fausto, porque su sabiduría no le sirvió para defenderse de la tentación más
baja. Es nuestra naturaleza, que además no aprende lecciones, somos nuestro propio
castigo. La contradicción de ser un sabio y no tener ética, es posible.

En el Metropolitan Museum de Nueva York exponen a Delacroix
y como parte de la curaduría están sus litografías para la novela de Goethe. Reflejan
cada escena con la sensibilidad y la imaginación de un buen lector, el dibujo
es ágil y moderno, la composición resuelve con dinamismo y síntesis las
acciones de una historia que demuestra el nuevo concepto del YO y la consciencia
que llevó a la humanidad al escepticismo religioso.
La secuencia de los dibujos y su movimiento podrían ser de
una novela gráfica, los rostros y
vestuarios de los personajes describen sus caracteres, el desarrollo de un
primer plano y un plano secundario es cinematográfico. Es los márgenes de las litografías
se aprecia cómo Delacroix afinaba el lápiz, revisaba su punta para continuar
dibujando sobre la piedra, el impresor dejó estas marcas que le dan
singularidad y hacen casi un fetiche de las obras. La lectura de Delacroix es
mejor que la de muchas películas modernas que simplificaron y esquematizaron la
historia en un afán de hacerla simple. El grabado de Margarita, la joven humilde
seducida y encarcelada es conmovedor. Las litografías son la argumentación visual de la obra que describe
en su totalidad a la naturaleza humana y la fragilidad de las verdades de la fe.