La publicidad tiene pocos recursos, en eso radica la lealtad
del público, que se sienten seguros con lo que les ofrece, no hay riesgo, creer
en ella es un acto de fe que tiene sus recompensas. En el carnaval del arte VIP
el dress code es disfrazarse de ingenuos,
las campañas de publicidad se disfrazan de actos artísticos,
performances, instalaciones, y los cómplices fingen que se creen las mentiras
que están presenciando.
En un show mediático llamado subasta de arte, el colectivo
graffitero Banksy vendió y “autodestruyó” una “obra”, los curadores esgrimieron
variadas teorías académicas, que se suman a la campaña de autopromoción. El
acto de circo era ver los rostros de los asistentes y del staff de los subastadores,
en el face code del autoengaño, de que presenciaban un acto de rebeldía
creativa. En el colmo de la farsa, justifican la supuesta destrucción de la fotocopia
llamada “obra” diciendo que es parte de su negación a entrar en el mercado del
arte, entonces para qué la lleva él mismo a subastar, porque la llevó a través
de su agente de publicidad, llamado Pest Control, que obviamente es él mismo,
pero se trata de mentir y en eso el arte VIP es tan torpe como sus obras. En
las subastas, se reciben las obras con semanas de anticipación, y se revisan en
cada detalle, se hace un dictamen, pero como la vida es injusta con los inocentes,
nadie vio que el publicista del graffitero les entregó la obra con una máquina
trituradora en el marco, y la colgaron así, tampoco nadie vio que la tuvieron
que programar y probar varias veces para que funcionara el momento de la foto,
y nadie vio, por supuesto al comprador.
Lo que si vimos es cómo el arte contemporáneo VIP
salvaguarda la mediocridad y la
cotización de un colectivo graffitero con un show de programa de concursos de
tipo “Atínale al precio”. La aportación al art system es muy valiosa, eso de
destruir las obras VIP genera muchos beneficios, el más importante es que
tirarlas a la basura después de la exposición será un acto artístico, se puede
documentar cómo el camión de la basura se lleva el colchón, las sillas rotas,
la comida o la sangre en cubetas, sumarlo al proceso de la obra y por supuesto
al precio. Los artistas VIP deben guardar toda su basura, y convertirla en “readymade autodestruido”,
los performanceros que recolecten su detritus y lo definan como su “cuerpo
autodestruido”. Las posibilidades artísticas, curatoriales y económicas son
infinitas, podrán establecer la autodestrucción como un nuevo género artístico,
con cátedras universitarias, tesis, curadores y más burócratas culturales. Las
bodegas de arte van a ser innecesarias porque el valor de las obras VIP ahora
estará en que las autodestruya el artista.
La
mejor tesis académica la hizo McDonald’s con el anuncio de sus papas fritas
rebanadas por la misma máquina trituradora, eso define con claridad que el arte
VIP es basura desechable que sirve para
generar dinero. El verdadero performance sería que metieran en una
máquina trituradora ese millón y medio de dólares, en el banco en dónde tenga
su cuenta de inversión este colectivo politizado y de estética niñata, porque
no solo es un acto de autopromoción es una autocompra que le consiguió una
publicidad planetaria muy barata, tan barata como el face code de los
subastadores pagados como comparsas.