sábado, 11 de agosto de 2018

GRAFFITI, COMPLACENCIA INTELECTUAL Y NUEVA DEMAGOGIA

 Texto íntegro de mi participación en el encuentro de graffiteros en el que fui agredida con violencia física y verbal en una cobarde emboscada organizada con alevosía.


La rebeldía es la respuesta indomable al estatus, reta a las normas que podrían contenerla, se agita con las negaciones, involucra a la colectividad creando una fuerza que señala una cultura. Los motivos del rebelde se convierten en caminos y conducta, su impacto depende estrictamente de la potencia y la integridad de sus ideas, y de la inteligencia capaz de renovar y transgredir una realidad abriendo una salida para la libertad y la creación. El arte necesita rebeldes capaces de inventar  una perspectiva distinta de la realidad que la cotidianeidad no aporta. Expresarse y comunicar, aun desde la incontenible protesta, es la catarsis de cada ser humano, en esa comunicación nos conocemos y nos reflejamos, es por eso que el arte crea un puente de comunicación que nos involucra y compromete. 
 No estamos viviendo tiempos rebeldes, al contrario, estamos en la época de la asimilación inmediata,  la rebeldía no es perseguida, y el derecho a “expresarse” lo ejerce hasta la idea más estulta, en las redes el insulto es libertad de expresión, la masa aullando y linchando es opinión pública. En este nivel de rebeldía asimilado y auspiciado se encuentra el graffiti y sus diferentes variantes. Nació hace décadas en las manifestaciones de grupos marginales, los movimientos de negros y chicanos, las bandas que con estas intervenciones urbanas gritaban a la sociedad que no deberían ser ignorados. El estado de rebeldía y protesta fue comprado por las instituciones, las buenas intenciones oenegeras, los buscadores de tendencias, los curadores y museos de arte VIP, y los gobiernos que encontraron una vertiente para la demagogia y el populismo. El graffiti se convirtió en parte del lenguaje políticamente correcto que el establishment usa para la “integración” al estatus. Las urbes del mundo dejaron de padecen estas pinturas y ahora las fomentan apoyadas por los textos de los académicos del arte, la sociología y antropología que las estudian y clasifican, la publicidad las copia, los candidatos gubernamentales les entregan botes de pintura a los graffiteros, la rebeldía se burocratizó y se asimiló rápidamente creando círculos de poder, tráfico de puestos y privilegios. La asimilación ha sido tan efectiva que el graffiti vive estancado en la imitación sistemática de los cánones impuestos desde hace más de 40 años. Integrado al sistema tienen los privilegios del arte contemporáneo VIP el graffiti también tiene sus curadores, sociólogos y antropólogos que le llaman artista a todo el que tenga un bote de spray en la mano, y con una enorme condescendencia afirman que el graffiti es para “expresarse”, que son estéticas de la calle, hacen congresos, imparten posgrados, escriben trabajos de tesis, y  con esta enorme infraestructura se consideran infalibles a la crítica, a la que niegan rotundamente, estableciendo una forma de dictadura social con pinturas que existen por el allanamiento a la propiedad pública y privada. 
 Esa violación a los derechos ciudadanos se realiza con obras que en la inmensa mayoría carecen de originalidad y desarrollo técnico, al igual que el arte contemporáneo VIP, se posicionan como incuestionables y obligan a la aceptación desde el chantaje del victimismo social, y nos dicen “si me cuestionas estas en mi contra”, buscando los elogiosos aplausos de los críticos de arte que las explican en textos pagados por los museos y las universidades. La supuesta marginalidad se ha convertido en su propio establishment que les permite evadir las implicaciones de su autoría, a aceptar lo que han hecho y a responder de sus consecuencias, es la responsabilidad hacia el propio talento y las ideas. Los autores de graffiti detrás de un anonimato, se congregan en sociedades y grupos como parte de su manejo del poder, no son responsables de su autoría, al contrario, han hecho de la comunidad una salida políticamente correcta para evadir las consecuencias de sus actos. 
 La propuesta estética del graffiti se sostiene en la imitación sistemática de cánones y estilos muy limitados, copias directas de los graffitis norteamericanos, no han evolucionado, los distintos tipos de tags o firmas de nombre, las caligrafías que son variaciones unas de otras hasta los personajes, es una larga cadena de copias incapaces de  comunicar o expresar, en donde la libertad creativa no tiene sitio. Incluso los personajes representan una inmadurez estética y conceptual que parecería que los autores son perpetuos adolescentes, y que carecen de una realidad social. Es notable cómo las pinturas que se incluyen en el street art con grandes formatos figurativos en su mayoría imitan el lenguaje publicitario, plasmando fantasías y ficciones decorativas, que no manifiestan la marginalidad ni la rebeldía de un autor o colectivo,  imponiendo un lenguaje domesticado por el establishment. Es una minoría las que destacan por su realización y lenguaje, las que marcan una diferencia en las posibilidades del muro son vandalizadas por otros graffiteros que no respetan su espacio. Las pinturas que se hacen auspiciadas por instituciones únicamente unas pocas demuestran una propuesta con contenido, el resto de inmediato se asimilan y no plasman nada que pueda disgustar al patrocinador, podemos ver desde cartoons y emoticons, y no vemos nada que nos acerque a la supuesta marginalidad o urgencia de expresión de los autores, el lenguaje su principal arma, está integrado a la publicidad, a las redes sociales y la moda, complaciendo a un sistema que busca disfrazar las necesidades reales de su juventud. 
 La libertad ha inventado su propia celda y se refugia muy bien en ella, cobijada en una infraestructura que con unas pocas prebendas la mantiene domesticada, y en ¿dónde quedó el talento artístico para decir algo a la sociedad? Los graffiteros que niegan la crítica, están de espaldas a la sociedad, parece que no saben que necesitamos de una cultura urbana que nos salve de la invasión vulgar y grosera de la publicidad, de la flagrante presencia de las campañas políticas, de la contaminación visual que nos ahoga y que la creación de pinturas en los muros sería una gran aportación al paisaje urbano, sin embargo su imposición mayoritaria es para los tags que pueden ser desde el más elemental exabrupto hasta descomunales siglas. 
 El deterioro responde a que las paredes son un coto de poder y que evidentemente las personas con talento no tienen acceso a ellas, los colectivos que nada más les falta convertirse en sindicatos y en partidos políticos o tener representantes en la cámara de diputados, tienen coptados los muros, en las llamadas “estrategias de recuperación de espacios” las obras son de evidente complacencia. Es impensable que lo que vemos en los muros de la ciudad sea lo mejor que nos pueden ofrecer a los ciudadanos. Insisten en que sus pinturas no son actos vandálicos, que son estética urbana y que todos los habitantes de la urbe debemos respetarlas, como si fuera axiomático tomar un spray y con eso convertirse en invulnerable, entonces si quieren el respeto de la sociedad demuestren su talento y gánense los muros.
El espacio se detenta desde la inteligencia, la creación y la propuesta de verdad arriesgada en su contenido y en su lenguaje, no desde la protección del gobierno y las instituciones o desde la intransigencia del uso de la fuerza y el anonimato. Demuestren que son capaces de crear una verdadera estética urbana que aporte a los ciudadanos, que nos diga que no debemos ignorarlos porque son artistas con un compromiso real con la autoría y la creación. Entreguen espacios a los jóvenes verdaderamente talentosos, hagan de la rebeldía una potencia que trascienda saliendo de la ya invisible masa unificada en sus ideas y lenguajes que llena las paredes. Y si lo que prefieren en seguir como hasta ahora, esgrimiendo la falta de talento desde el chantaje del victimismo social, si lo que buscan se continuar con su asimilación al establishment y su irresponsabilidad autoral,  adelante, impongan su doctorado en graffiti en las universidades y con estos privilegios asuman el estatus que la sociedad les ha otorgado, y acepten que aunque no escuchen a las críticas, ustedes forman parte del deterioro social que nos ha llevado el sitio en donde nos encontramos. La disyuntiva es defender el talento y la creación, sean capaces de crear un verdadero movimiento pictórico, o seguir domesticados por el sistema