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Felix Nussbaum Skeleton Playing the Clarinet 1944 Pencil and gouache on brown paper |
La Historia ha progresado a espaldas y por
encima de los individuos, nos dice Marcuse y para Sade la corrupción y la
disolución moral del pueblo son muy útiles porque permitían mantener en
movimiento la maquinaria perpetuamente inmoral del Estado. En la negación de
Gallimard para publicar los escritos nazis de Céline está el argumento más
valiente que puede esgrimir un editor: su libertad de publicar. La libertad de
expresión casi siempre se refiere al que quiere opinar, no al editor
responsable de publicar esas opiniones, entonces la libertad de un editor
radica justamente en la capacidad de elección que define su posición personal y
profesional. El argumento de que se deben publicar textos indignos porque los lectores
tienen derecho a conocerlos, que ellos deben analizarlos y emitir un juicio, es
relativista e irresponsable, le permite al editor “pasar a espaldas y por
encima de los individuos”. Los textos que escribió Céline para demostrar su
afiliación al nazismo no son “poemas” como han insistido en llamarlos, son una
serie de insultos dedicados a complacer a un régimen asesino, en una de las
acciones más serviles de la memoria de la literatura. La decisión de Céline de
unirse a la corrupción del nazismo, fue, como dice Sade, su aportación para
perpetuarlo ¿Que puede haber en esos textos que merezcan otra vez el derecho a
ser publicados? La complicidad disimulada, en la publicación de estos textos
está la clara intención de darles vigencia, la letra impresa es propagadora, en
este caso de una ideología genocida, el lector hace su análisis desde la
aprobación del editor al otorgar un espacio a esos escritos, entonces, el
supuesto análisis es improbable, y lo que sí es una certeza es que esos textos
vuelven a insultar, dan movimiento a los engranajes corruptos del racismo que
ha renacido.
El revisionismo histórico hace énfasis en las
“bondades o virtudes” de los verdugos para humanizar su posición, dicen que
amaban a sus hijos o que eran “trabajadores disciplinados”, para el
revisionismo ser partícipes de un genocidio fue un “error humano”, los escritos
de Heidegger recientemente publicados manifiestan su comunión con el nazismo,
confirman sus cobardes acciones, persiguiendo estudiantes y académicos,
censurando sus escritos y expulsándolos de la universidad ¿un filósofo en
completo conocimiento de la ética tiene justificación para cometer esos
crímenes? No la tiene, y es el caso de Céline, es un escritor que no debería
ser revisado en sus escritos que se rindieron al sistema nazi.
No hay valor en unirse a ese sistema, el valor
está en volver a rechazarlo, eso lo describió muy bien Thomas Mann en Doctor Faustus, cómo la ideología
determinó las relaciones filiales y estar en contra del nazismo era el crimen
más grave que podía cometer un alemán. Gallimard ees un editor en ejercicio de
su libertad y ha demostrado que la censura es una coartada conveniente cuando
no se quiere tomar una posición ante el sello editorial y los lectores, que disimula
la ética personal en un alarde de libertad que no existe, el debate suscitado
se ubica en el maniqueísmo que estigmatiza esta decisión editorial como un acto
represor. Estos textos hoy y siempre incitarán y justificarán el genocidio es
por eso que aún existen en internet, y eso no implica que deban aceptarlos
todos los editores, al contrario, en este momento de indiscriminada
publicación, de abuso en el espacio de divulgación, es cuando la “libertad del
editor” es indispensable.