martes, 13 de febrero de 2018

LA LIBERTAD DEL EDITOR

Felix Nussbaum Skeleton Playing the Clarinet 1944 Pencil and gouache on brown paper
La Historia ha progresado a espaldas y por encima de los individuos, nos dice Marcuse y para Sade la corrupción y la disolución moral del pueblo son muy útiles porque permitían mantener en movimiento la maquinaria perpetuamente inmoral del Estado. En la negación de Gallimard para publicar los escritos nazis de Céline está el argumento más valiente que puede esgrimir un editor: su libertad de publicar. La libertad de expresión casi siempre se refiere al que quiere opinar, no al editor responsable de publicar esas opiniones, entonces la libertad de un editor radica justamente en la capacidad de elección que define su posición personal y profesional. El argumento de que se deben publicar textos indignos porque los lectores tienen derecho a conocerlos, que ellos deben analizarlos y emitir un juicio, es relativista e irresponsable, le permite al editor “pasar a espaldas y por encima de los individuos”. Los textos que escribió Céline para demostrar su afiliación al nazismo no son “poemas” como han insistido en llamarlos, son una serie de insultos dedicados a complacer a un régimen asesino, en una de las acciones más serviles de la memoria de la literatura. La decisión de Céline de unirse a la corrupción del nazismo, fue, como dice Sade, su aportación para perpetuarlo ¿Que puede haber en esos textos que merezcan otra vez el derecho a ser publicados? La complicidad disimulada, en la publicación de estos textos está la clara intención de darles vigencia, la letra impresa es propagadora, en este caso de una ideología genocida, el lector hace su análisis desde la aprobación del editor al otorgar un espacio a esos escritos, entonces, el supuesto análisis es improbable, y lo que sí es una certeza es que esos textos vuelven a insultar, dan movimiento a los engranajes corruptos del racismo que ha renacido.
El revisionismo histórico hace énfasis en las “bondades o virtudes” de los verdugos para humanizar su posición, dicen que amaban a sus hijos o que eran “trabajadores disciplinados”, para el revisionismo ser partícipes de un genocidio fue un “error humano”, los escritos de Heidegger recientemente publicados manifiestan su comunión con el nazismo, confirman sus cobardes acciones, persiguiendo estudiantes y académicos, censurando sus escritos y expulsándolos de la universidad ¿un filósofo en completo conocimiento de la ética tiene justificación para cometer esos crímenes? No la tiene, y es el caso de Céline, es un escritor que no debería ser revisado en sus escritos que se rindieron al sistema nazi.

No hay valor en unirse a ese sistema, el valor está en volver a rechazarlo, eso lo describió muy bien Thomas Mann en Doctor Faustus, cómo la ideología determinó las relaciones filiales y estar en contra del nazismo era el crimen más grave que podía cometer un alemán. Gallimard ees un editor en ejercicio de su libertad y ha demostrado que la censura es una coartada conveniente cuando no se quiere tomar una posición ante el sello editorial y los lectores, que disimula la ética personal en un alarde de libertad que no existe, el debate suscitado se ubica en el maniqueísmo que estigmatiza esta decisión editorial como un acto represor. Estos textos hoy y siempre incitarán y justificarán el genocidio es por eso que aún existen en internet, y eso no implica que deban aceptarlos todos los editores, al contrario, en este momento de indiscriminada publicación, de abuso en el espacio de divulgación, es cuando la “libertad del editor” es indispensable.