Entrevista realizada y editada por Aleks Phoenix con
estudiantes la carrera de Comunicación de la Universidad iberoamericana, el sitio Ibero 90.9 también pueden ver la entrevista y leer el texto en el sitio de Aleks Phoenix
sábado, 29 de septiembre de 2018
domingo, 23 de septiembre de 2018
A HUEVO!!
La demagogia feminista revanchista es parte de la ociosidad
burguesa, las consignas sociales son los nuevos juegos viciosos, diversiones
mundanas políticamente rentables, y además subvencionados por el Estado. En el
New Museum de New York, famoso por exponer exclusivamente artistas jóvenes y
mediocres, la jovencita de 56 años y feminista apadrinada por el sistema, Sarah
Lucas, inauguró su retrospectiva con un performance colectivo que consistió en
estrellar 1000 huevos contra la pared para hacer una “pintura” ayudada por una furiosa horda de feminoides. La artista
VIP hace de su misandria, odio a los hombres, el concepto rector de su
trayectoria, sus obras son un catálogo de clichés psiquiátricos, los herederos
de Freud deberían demandarla por plagio, sin embargo los curadores escribieron
una tesis doctoral por si alguien no entendió la relación de los genitales
masculinos y los huevos, incluida en la factura de venta al museo. En la
terapia grupal de castración metafórica, las fascistas amigas desperdiciaron groseramente
una cantidad de comida que por menos de eso decapitaron a María Antonieta.
Es frustrante que el performance termine con una sala
pestilente, las amigas estaban tan divertidas que deberían encerrarlas en el
New Museum durante dos meses participando en el reality show feminoide “El
planeta de las Lucas”, para disfrutarlo en tiempo real por internet. Tendrían
más terapias de grupo desahogando sus experiencias con los hombres, harían
obras VIP como la del pollo en los calzones y el mega dildo que la hizo famosa
en Art Basel, cuidarían a sus hijos concebidos por inseminación artificial, y
se pelearían entre ellas por hacer la estigmatizante limpieza de las salas del
museo que ensuciaron con su “obra”. Aristóteles afirma que el arte es sabiduría
que reúne teoría y experiencia, el conocimiento teórico de arrojar un huevo
hizo a Lucas miembro de la Royal Academy de Londres, no pintar al temple y
dominar las técnicas renacentistas, la académica se pone huevos estrellados en
los senos y eso significa que tiene una causa social. Incapaz de saber pintar
al temple, de crear una obra con riesgo estético y artístico, ya no digamos de
entender la belleza, recurre a lo más zafio: una guerra de comida. La misandria
de Lucas denigra la sexualidad masculina e incita a la violencia en contra de
ellos convocando a la castración colectiva y para la Academia es una
reivindicación que merece ser expuesta, mientras la Venus del espejo de Velázquez, es una pintura sexista que debe ser
retirada del museo.
Las injusticias que aún seguimos padeciendo las mujeres en
todo el mundo, y en los distintos niveles económicos no se denuncian con estas obras, y no aportan
ni a la justicia ni al arte. En el arte VIP cualquier cosa es arte, incluso el
desperdicio vulgar de comida y la suciedad de esta fiesta furiosa, lo más grave
es que se diviertan y pasen por artistas ridiculizando una búsqueda de justicia
que es urgente y medular en la formación de una nueva sociedad. El patrocinio
de estas obras institucionaliza la misandria, y la hace una expresión
aceptable, si por ejemplo, un artista VIP hombre hiciera algo similar en contra
de las mujeres, que aplastara papayas, cerezas o alguna fruta “sexualizada”, lo
linchan y termina su carrera. Sarah Lucas está en ese museo explotando su
privilegio de cuota, “mujer-feminista-artista”. Es el negocio de trabajar de víctima
del sistema.
![]() |
La artista VIP Sarah Lucas |
domingo, 16 de septiembre de 2018
FANÀTICOS Y VACÌOS
El fanatismo crece, la obcecación domina, las sectas y religiones se expanden y el arte
sacro desaparece. La sociedad se ha volcado al narcisismo reduccionista,
limitando la visión del mundo a la satisfacción consumista que señala la nueva
cúspide del ser. En un individualismo condicionado por un éxito efímero,
acotado e intrascendental no hay sitio
para las búsquedas inconmensurables y trascendentales. Los motivos de esta
mínima búsqueda no son suficientes, la continuidad del arte sacro en todas las
formas de la representación de lo sagrado,
se rompió con las revoluciones sociales que hicieron del progreso una
creencia con beneficios que se convirtieron en sus propios valores.
El arte se “socializó” y las consignas sustituyeron a los
misterios, el pensamiento del individuo sobre la misión que lo dimensionara
ante el infinito quedó en la unificación masiva de las urgencias políticas,
económicas y la moda. Destruyendo dogmas se impusieron otros más absolutistas,
que arrastraron sus propias condenas. Las consignas cultivaron sus propios
fanatismos, el premio y el castigo eternos se reemplazaron por el éxito y el
fracaso social, inmediato, visible y sometido a la jurisprudencia virtual de las
redes, ese infierno reactivo del linchamiento instantáneo. El neoliberalismo detonó
religiones que adoran las búsquedas consumistas y viscerales de la adicción al
reconocimiento o al éxito. El arte sacro que durante siglos dio forma a los
dioses, que inventó una narrativa sagrada que visualizaba principios filosóficos
y poéticos, no quería cambiar al mundo,
ni hacer denuncias, tampoco escandalizar, deseaba mostrar el camino que guiara
la contradicción de una estadía efímera ante un ente infinito.
El proselitismo místico ahora es proselitismo de consumo,
las nuevas catedrales y templos parecen corporativos o aeropuertos,
consecuentes con las creencias materialistas, la escultura y pintura sacras se
limitan a comisiones que no conmueven ni
al artista ni al creyente. Es revelador de nuestra actualidad que un género
completo del arte, que detonó movimientos como el Renacimiento o la creación de
los centros ceremoniales prehispánicos, que llevó al paroxismo a la escultura,
ya casi no existe, incluso las nuevas sectas y religiones con miles de
seguidores, construyen templos gigantescos que parecen casinos o naves espaciales. La Catedral de
Nuestra Señora de Los Ángeles, en California, obra del premiado y cotizado Arquitecto
Rafael Moneo, es un ejemplo de una construcción que podría ser la ampliación de
un museo o unas oficinas. Las iglesias tenían una presencia “particular” es
decir, nada se construía ni se diseñaba de forma semejante, eso las hacia
reconocibles y les otorgaba la singularidad de evocar la dimensión de la fe y
el silencio. En un espacio que si le retiramos algunos elementos lo podemos trasformar
en estación del tren no es posible sentir que se ha llegado al lugar para estar
con lo que se cree y se anhela.
Absorbidos por la fe
del éxito, siguiendo los mandamientos implacables del consumismo, dedicamos
la inspiración en construir un centro
comercial, y las agujas que se elevaban para alcanzar el cielo, las estelas
labradas, los vitrales, la ornamentación desmesurada, no tienen artistas,
artesanos ni arquitectos. En contraste vemos que cargan un show de la Capilla
Sixtina y la venden como atracción multimedia, la masa asiste al circo de la
novedad y la síntesis creadora se reduce al show del momento. Incapaces de
crear nuestra fe, de crear a nuestros a dioses, adorando al egoísmo masivo,
fanáticos sin misticismo.
miércoles, 5 de septiembre de 2018
FALSO, PERSEGUIDO ESPEJO
En los sótanos guardan espejos, lo tienen ocultos, velados,
ciegos. Espejos del pasado, cuando la luz era un fugaz portento que
perseguíamos para retenerla más tiempo. En la noche multiplican las velas, en
el día detienen al sol, espejos de marcos dorados, soles de cristal que confunden puertas y paredes, prolongan habitaciones,
caminos a lugares que no existen, espejos que mienten, pitonisas de humo, umbrales
que tragan las historias. En la noche no duermen, espejos eternamente
despiertos, asechando nuestro paso para lanzarnos el dardo de nuestra presencia
que se deteriora mientras su túnel continúa vaciando su trayecto.
Alejo Carpentier los visitó, los guardó en arcones, los
trajo desde lejos, y deformando su rastro, de oro los espejos, de oro su
reflejo, de oro sus orillas, de oro sus cúspides de música, laureles y
guirnaldas floridas, de oro su fulgor y de oro sus astillas. Carpentier es el
Barroco, y el Barroco es de espejos, la inteligencia es de espejos, las voces
son espejos, el alma en cambio es el fondo de una vasija opaca por el tiempo. El
suplicio los esconde, la penitencia los persigue, cubrir los espejos, ser
humildes, castigarnos sin vernos, olvidar cómo somos, renegar de nuestro
aspecto, perder el incierto retrato es un martirio que el ego no acepta, el ego se regodea en el sufrimiento, se
deleita juzgando, se excita con la visión de sí mismo y clama ingrato, la
irreversible degeneración, la irrecuperable memoria de Narciso ahogado,
insatisfecho.
Las vidas que se han llevado los espejos, Ana Karenina se
inyecta morfina acompañada de su espejo, su rostro emana el olvido dilatando
sus venas, la ausencia transporta la mirada y todo, todo lo contiene su espejo,
su leal y discreto amante, lo lleva en el bolso, le muestra sus orgasmos, lo limpia
con saliva, lo besa, y antes de suicidarse, se mira en el espejo. Oxidado,
úlceras negras que pervierten su pureza, serpientes y Medusa miente, el
antídoto de su veneno es un espejo, morimos cuando nos conocemos, paralizados,
horrorizados, cerramos los ojos y nos tragamos abriendo las fauces voraces de
nuestro nombre.
En la prisión no hay espejos, el tiempo es más largo, el
encierro es un circulo incierto, María Antonieta habitó una celda sin espejos,
en su paso a la guillotina, contemplándose en la horda enfurecida, recordó sus
bailes en el salón de los espejos, el brillo de las lámparas, el maquillaje de
su rostro, el sonido de su vestido y agradeció que su cabeza rodara sin pausa,
sin regreso. Semejante a sí mismo, se adora, no conoce el desdén, vacío y
paciente con las partidas, promiscuo con los encuentros, nos acepta a todos y a
todos nos desprecia, en el ropero, en el vestidor, en el médico, en la tienda,
se carga de mentiras y vomita nuestros deseos. Intimidad violada, son palco,
público agorero, cuando creemos que aplaude, aúlla, cuando creemos que nos
insulta, consuela, indescifrable, sabe que es vulnerable y frágil, efímero, solitario
naufrago que padece un sordo concierto. Ante un espejo estamos obligados a vernos,
vicio que nos pierde, olvidamos en dónde estamos porque estamos dentro, se
acaba la vida y él se queda quieto, esperando a que otros entren y se miren,
perdiendo, muriendo.
Visité las bodegas del Castillo de Chapultepec, Museo
Nacional de Historia en la Ciudad de México, miré decenas de espejos, este
texto es resultado de ese viaje. Dedicado a Alejo Carpentier.
Crítica de Arte
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