![]() |
BODISATVA MANJUSHRI |
Nacimiento divino, infancia en un palacio magnífico, protegido
dentro de las murallas del gozo y el placer, con la mirada abducida por la belleza,
el joven Siddhartha recibió la revelación de su destino en el sueño y escapó
del palacio para encontrarse con esa realidad. El sufrimiento, la vejez y la
enfermedad “llegarán pronto”, la realidad es un espejismo transitorio, y el
camino existe, la Iluminación es posible. Las huellas de Buda, en el Museo Nacional de Antropología es una exposición
filosófica, cada una de las obras: esculturas, manuscritos, rollos, tapices,
grabados, poseen contenido histórico y filosófico. La fatua contemporaneidad,
con muestras saturadas de retórica que justifican su mediocre existencia,
contrastan con esta exposición contenida de sabiduría trascendental,
desprendida, literalmente, de la frivolidad escapista. La selección de piezas
de museos como el LACMA de Los Ángeles, California, y el MET de Nueva York es
erudita y preciosista, la curaduría de Karina Romero es una de las más logradas
exposiciones que se han presentado en este museo.
Los libros y las exposiciones llegan cuando los necesitamos,
entrar a un recinto a contemplar la condición humana vista por la filosofía
budista, compartir la paz del rostro de Buda meditando, observar las mudras en
sus manos, mientras la virtualidad del
egoísmo y la violencia se regodean, nos otorga una estadía liberadora
depositada en el arte. La modernidad se aniquila y miles es de años después la filosofía budista continúa, el arte en un conocimiento
alejado de objetivos utilitarios, ofrece un espacio infinito para estar y
recuperarse. La soledad de cada escultura meditando, los ojos entre abiertos,
el cuerpo erguido, los miembros largos, la belleza austera o recargada de
ornamentación, es el presente que se profundiza con el silencio del mantra, del
no hacer que nos regresa a nosotros mismos. Vivir es arduo, es inexplicable la
necedad, la obsesión por seguir, la credulidad se debate con el escepticismo, y
vemos que el devenir es indiferente a nuestras dudas, el budismo nos dice que
el placer, el dolor, la enfermedad, el amor, la soledad, todo es transitorio.
La filosofía encarnada en un iluminado, un ser humano que decidió entrar en la realidad, sin evasión, sin derrota, las enseñanzas son
él y el mundo, cada escultura, manuscrito, las pinturas, son visiones de
filosóficas, la paz se representa porque es resultado de un pensamiento que se
practica en la vida, no hay especulación, son pasos de la existencia. La obra
de arte entonces es pensamiento y belleza, el color dorado, la caligrafía, la armonía
es guiada por la fe en ese pensamiento y la conducta consecuencia de ese
pensamiento. La fe está secuestrada por las religiones, la filosofía exige
raciocinio nunca fe, en estas obras hay fe y belleza, las certezas que tenemos
las provoca el dolor, y la luz dorada de ese rostro impasible me dice que es posible
alcanzar esa paz, unos instantes tal vez, no tengo opción, no tengo más, sólo
puedo perseguir ese instante.