50 millones de comisión y un precio de 450 millones de
dólares en subasta, autentifican lo que sea, hasta el fraude del Salvator Mundi atribuido a Leonardo da
Vinci. Vendida con un gigantesco aparato mediático y de marketing, el masterpiece
es la promoción que hizo la casa de subastas Christie’s para captar a
compradores pretenciosos y multimillonarios que pujaran por esta pintura. Imitando los lanzamientos de música pop,
la pintura se fue de gira, con lista de visitas privadas con los ricos y
famosos del planeta. Hasta máscaras con la pintura vendieron, enfatizando que
se trataba de eso, una mascarada, un disfraz que montaron en una pintura que
contradice los principios de la obra de da Vinci.
La posición del modelo es impensable en una obra de
Leonardo, en su tratado sobre pintura claramente afirma que un cuerpo nunca
debe estar de frente, y que debe mostrar un movimiento natural, girado, en
ninguna de sus obras hay un cuerpo en esa posición, que él llamaba de “cadáver”.
La atmósfera es plana, sin paisajes como podemos ver en la Virgen de las Rocas
o la Gioconda. La superficie está raspada para dar la impresión del esfumato y
acentuar la antigüedad de la obra. El
mundo que está representado por una esfera de cristal carece de distorsión, es
un simple círculo, sin volumen, imposible en un artista que era científico y
gran observador. El cabello y la mano no tienen el detalle que vemos en la
Virgen de las Rocas y las otras obras del artista. Vasari en su libro sobre la
vida de los artistas no menciona esta obra.
La especulación económica y la posibilidad de adquirir una
pieza de Leonardo como trofeo que demuestre el poder y riqueza del dueño son
las verdaderas razones detrás de esta venta. La complicidad de las revistas de
arte que hicieron seguimiento a la subasta, sus columnistas alabando la pieza y
repitiendo que era auténtica se sumaron al fraude. La pintura a simple vista no
tiene el magnetismo de las originales porque carece de la genialidad que las creó,
que alguien esté seducido por ella al grado de pagar esa fortuna es porque se
dejó seducir por la visión de sí mismo pagando y apareciendo en todos los
noticieros. El comprador aunque permanezca anónimo o público (han dicho que fue
un príncipe árabe saudí) lo que tiene es un cheque al portador, al revender esa
pieza el precio ya está fijado, es irrelevante si la cuelga en su baño o en un
museo, la campaña lo que hizo muy bien fue darle una cotización validada a la
vista de todo el planeta.
En eso radica la venta de algo así, que el escándalo
mediático hace que la obra se convierta en una inversión injustificada, no hay
una propiedad que sostenga el precio, es la aceptación de que esa pintura ahora
lo vale y que se puede revender más cara. Podemos esperar que aparezcan más leonardos y otras obras antiguas, basta
con sobornar a un “experto” para que las autentifique, con la suerte de que no
aparecerá el fantasma de los artistas a reclamar que eso no es de su autoría.
Vendida en una subasta de arte contemporáneo, sabían qué clase de comprador
buscaban: alguien que use al arte como instrumento financiero y campaña de
relaciones públicas.