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Ai Weiwei posed as Alan Kurdi, the drowned Syrian refugee toddler |
Las incongruencias de discurso en el arte contemporáneo VIP son
un vicio demagógico. El activismo social y político de los artistas se ha implantado
como un canon curatorial, las exposiciones y las obras sustentan su presencia
en una agenda que incluye temas de género, sexismo, lucha de clases, racismo y
todos los sinónimos de marginalidad. El racismo siempre ha existido en el arte,
eso lo saben las mujeres artistas desde el inicio de la Historia, el rechazo y
exhibición de esta injusticia no lo han hecho las activistas feministas, al
contrario, ellas como cualquier político oportunista han generado una forma de
vida de los asuntos de género, que a través del chantaje obtiene becas y privilegios; la verdadera pelea está
en las artistas talentosas con obras poderosas que demuestran con trabajo, no
con panfletos, que son mejores que muchos hombres que están cotizados en los
museos y en el mercado.
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Homeless installation by Willie Baronet |
Los artistas y curadores activistas han publicado libros,
manifiestos, realizado simposios y mediáticas protestas para denunciar su
exclusión, porque dicen que sus obras no encuentran suficiente apoyo
institucional ni del mercado y en realidad dominan el panorama artístico. La
flagrante contradicción es que los abusos éticos, el desprecio ominoso por la
civilidad y la nula valoración del trabajo artístico son parte de las obras con
agenda activista. Los activistas artísticos manipulan a la perfección el
discurso como una confrontación maniqueísta, basta con pertenecer a determinada
clasificación de marginalidad para que la obra esté blindada ante la crítica
artística, su bandera la hace infalible, es un arte de facciones, de los que
están a favor o en contra. El activismo subsiste en prácticamente cualquier
obra VIP, y es muy fácil saber por qué, es una trampa que les permite llevar
hasta lo más degradante a la sala de exposiciones, con la excusa de la denuncia
hemos visto vagabundos y refugiados en las galerías, animales abusados, violencia
gratuita, símbolos racistas, pornografía y pederastia, el arte convertido en un
circo de lo abyecto con la protección de la facción político-social.
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Artists from activist group Liberte Tate performance in Tate Britain 2017 |
Los artistas y curadores activistas se posicionan en
verdugos privilegiados, literalmente al margen de los valores éticos más
esenciales para llevar a la sala su prepotencia como forma de arte. Si el arte
utiliza el mismo lenguaje y recursos del delincuente para denunciar un delito,
entonces está delinquiendo. La virtud del arte radica en poseer su propio
lenguaje para demostrar y recrear, manteniendo un equilibrio estético entre
forma y significado. El arte VIP ha retorcido los fines del arte para
convertirlo en un tribunal maniqueo y oportunista, que reduce la realidad en
inocentes y culpables. El veredicto se decide en favor de lo que conviene a su
imagen y proyección mercantilista. Los patrocinadores, el mercado del arte y
las instituciones asociadas al activismo del arte VIP ven una forma efectista
para lavar su imagen. Deshumanizaron al arte para politizarlo, reducirlo a la
inmediatez de la mediática, un producto de desecho, sin trascendencia
revolucionaria.