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El azar es la búsqueda de lo improbable, pedimos, deseamos,
esperamos sin saber y sin embargo lo hacemos porque creemos que merecemos
obtener lo que flota en la arbitrariedad del destino. La excitación del azar
está en que ganar es más de lo imaginado, desde el inicio el miedo acompaña a
la incursión, insistiremos hasta conseguir eso que no tenemos. El jugador
rechaza los designios del destino, él cree que los dioses se han equivocado y
que aciertan cuando él gana, los contradice con cada apuesta, les demuestra que
está ahí lanzando los dados y que caerán en el sitio correcto porque su fuerza
es más potente que la realidad. ¡Lotería! Un Mundo de Imágenes es el
libro del Arquitecto José Enrique Ortiz Lanz que desarrolla una investigación
sobre la iconografía del juego de la lotería y la historia de cómo la suerte lo
trajo de Europa a nuestro país.
La magia es la guardiana cómplice del azar, lo protege en su
oscuro viaje, las imágenes son un tarot sin revelaciones, símbolos alquímicos
que nuestra incredulidad por el presente llevó hasta el imaginario y falso
juego de cambiar nuestra circunstancia. El sol, la luna, el colgado, un hombre,
una mujer, simbolizan a la fortuna o la desgracia, la lotería, a diferencia de
un tarot, tiene la trampa de la suerte que puede alterarse o convocarse.
Sueños, números, figuras, predicciones, el paganismo temerario, desobedece a la
fatalidad, jugar es buscar la profecía y convocar a las coincidencias.

La investigación de Ortiz Lanz llega hasta las loterías
contemporáneas, que pierden la esencia arcana y divagan en el oportunismo sin
misterio de las “cuestiones de género”. La lotería es una representación de
nuestro sensible miedo al futuro, de nuestra obsesión de adelantarnos y cambiar
lo que no conocemos, para prevenir sufrimientos, para conseguir recompensas inalcanzables.
La realidad es incomprensible, estamos en el presente reaccionando, en un juego
como la lotería las figuras conducen a una solución o fortuna que se escabulle,
lo que ese juego dé a nuestro favor, es una afirmación, de que el porvenir
puede cambiar. La contradictoria curiosidad humana busca protección y riesgo,
apostamos y en la orilla del abismo deseamos el instante providencial que
evitará la caída y nos dejará el regalo anhelado.

En este juego de figuras están presentes los pocos elementos
que habitan nuestra realidad, y a través de ellos habla el oráculo que cambiará
la dolorosa o insuficiente vida que tenemos, de esa vaguedad estamos seguros. A
ganar, apuesta hasta el que en apariencia todo lo tiene, compite en el infinito
azar con el que sobrevive a su miseria, la suerte, siempre injusta, siembra
perdedores que reiniciarán en su esperanza. Dice Horacio “Dios, en su
prudencia, recubre el futuro de espesa noche, y se ríe del mortal que lleva su
inquietud más allá de lo debido”, esa es nuestra condición de ciegos mortales, jugar, creer y buscar sin escuchar la risa de
los dioses.