Las tradiciones sociales en muchas ocasiones son traiciones a
la inteligencia. El toro, la obsesión por usarlo como objetivo de la crueldad
de una tradición, es una conducta que une a España. En casi todas las regiones
hay una forma distinta de torturarlo, y en cada una reclaman su derecho a
hacerlo como parte de su identidad. ¿La crueldad es identitaria? ¿El abuso
impulsa la unión comunitaria? Mientras defienden sus diferencias culturales
para rescatar su identidad, como la lengua y memoria histórica, hasta la
independencia que reclaman en varias regiones, en el momento de asesinar por
diversión a un toro todos son iguales, llevan la misma sangre, hablan la misma
lengua y saludan a una bandera: la crueldad. Los gobiernos esgrimen su
obligación en la preservación de las tradiciones, como si la reiteración de un
crimen lo convirtiera en tradicional, sumándose como parte de la cultura. El
valor de la vida de un toro no significa nada contra la popularidad y los
votos, la cordura de acabar con algo que únicamente impulsa a la violencia como
diversión socialmente aceptada se rinde bajo el peso de la turba. Es una
aberración la idea de que el toro existe para exhibir su sacrificio como una
diversión social, ningún animal, ningún ser vivo existe para este fin, que los
seres humanos matemos y torturemos a los animales por placer es una patología
de nuestra especie, no una tradición. Es
vergonzoso saber que como es una “actividad cultural” reciben apoyo
económico del Estado y que hasta la familia Real se fotografié en las corridas,
relacionando su propia decadencia con esa costumbre.
En México crece la desaprobación de las corridas y las
fiestas en las que se asesinan animales y aun así los aficionados a la crueldad
esgrimen su “derecho” a divertirse con sus instintos. El gobierno que lo
prohíbe encuentra a la oposición oportunista en la facción contraria que lo usa
para ganar populismo. La falsa idea de que en eso hay “arte” es una excusa insostenible, los
aficionados que están lanceando, persiguiendo, torturando a un toro no lo hacen
porque sean cultos, al contrario, es la mayoría lo que subsiste es una gran
ignorancia humanista y una negación de los valores éticos. Los artistas que
hicieron obras sobre los toros, muy pocos crearon algo digno, y Goya hace una
crítica, no una apología, muestra la locura y la muerte. La Tauromaquia de Picasso más que arte es una manifestación folclórica
de una resolución elemental, un cliché que se convirtió en un canon turístico,
cuando dibuja y pinta al toro sin la fiesta es una obra mucho más
compleja y con osadía cubista, o sus Minotauros
que alcanzan la belleza del mito.
El espectáculo es tan inhumano que el público está esperando
la muerte del toro o la de un hombre, van a eso, en los encierros, en las
corridas, todas las “fiestas” se tratan de ver morir a alguien. La tradición
cultural es la cobardía que tenemos ante nuestras propias patologías, porque
creemos que lo peor representa lo más “autentico” de nosotros. La diferencia es
que el humano que muere en una fiesta folclórica fue al encuentro de la
barbarie, la provocó y la practicó, la consecuencia es parte de su
deshumanización, de su nula conciencia del respeto a la vida. El toro fue
llevado a un sacrificio al que es obligado en completa desventaja.