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Paisaje
Zapatista de Diego
Rivera |
La anécdota que desata la narración de una novela puede ser
mínima, tal vez es sólo una sensación, y recobrar ese instante evoca una
investigación interna que requiera varios libros. Las exposiciones de arte
pueden detonarse con una imagen, que obligue a recuperar obras y plantear
narraciones, este no es el caso de la exposición Picasso y Rivera: Conversaciones a través del tiempo, en el Museo
del Palacio de Bellas Artes. La historia que supone el motivo para montar esta
exposición es injustificable e insignificante, las obras de los dos pintores
puestas en diálogo o comparación lo evidencian. La posibilidad de que Hombre apoyado sobre una mesa de Picasso
“copiara” el follaje del Paisaje
Zapatista de Diego Rivera, no demuestra nada, ni a nivel artístico ni a
nivel anecdótico. En la exposición, y finalmente en los hechos
incontrovertibles de la trayectoria de cada artista, es evidente que para
Rivera el acercamiento al cubismo fue un ejercicio de estilo, en sus pinturas se
aprecia la imposición personal de copiar lo que está de moda o surgiendo como
vanguardia para ser de su tiempo.
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Hombre
apoyado sobre una mesa, Picasso |
En las obras de Picasso el cubismo, como su lenguaje
personal y su único camino, está presente antes de que se llame así “cubismo”,
el trazo es geométrico desde sus primeros años, los ángulos de los rostros y la
composición determinaron su obra. La posibilidad de seguir con esto la tenía
Rivera incluso cuando inició sus obras muralistas en México, y no lo hizo, él
nunca fue cubista. Las obras de caballete que eran piezas más personales,
muchas de ellas retratos, continúan el lenguaje que mantuvo en los muros, no
regresó a la experimentación cubista. La obra de Picasso fue una línea estética
que exploró y perfeccionó hasta su muerte, el paralelismo planteado por la
curaduría no existe. El interés de la exposición está en que a pesar de que las
obras cubistas de Rivera no son brillantes, y muchas veces están poco logradas,
lo que le dejó estudiar a Braque y a Picasso fue la síntesis en la composición
de sus obras, la organización del plano y los elementos narrativos.
Picasso hizo de ese orden su obra y su búsqueda, por eso no
necesitó de abordar “grandes temas”, la
mayoría de sus pinturas son naturalezas muertas, retratos, escenas con
personajes. El Guernica son rostros y
el toro, la tragedia es un sentimiento de terror que invade la obra, el orden
es el prodigio que nos permite verlo. Lo de introducir sus “reinterpretaciones
de sus culturas originarias” fue una excusa para incorporar más obras, lo vemos
en la Suite Vollard, que carece por
completo de esa “reinterpretación” y que nunca tuvo ese objetivo, colgada con
el Popol Vuh, es una necedad
nacionalista, como lo es el resto de la exposición. La curaduría forzó sus conceptos
para imponer la visión actual para curar exposiciones. Los “significados
históricos” que le tratan de aportar al arte convirtiéndolo en una nueva
demagogia, otra vez el lamento del español robándonos, no le aportan ni a la
pintura, ni a Rivera.