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Antonio Caro, 1976, |
Un logo es un trabajo creativo muy difícil,
llegar a una imagen que funcione como un sello contundente y que represente a
las múltiples características de un producto, es un gran reto. Además tiene que
ser sencillo, recordable, atractivo y sobre pasar el tiempo como ha sucedido
con el de Coca-Cola. Un logo es un escudo de armas. Un logo está cargado de
información, significa en sí mismo, esto lo depreda y explota el supuesto
artista VIP para darle valor de obra. El logo para que tenga ese
posicionamiento en el público ha recorrido un camino largo que se suma a su
presencia, y además tiene arraigo social, es reconocible. Ventajas que el
artista sin creatividad suma en la supuesta creación de su obra, una
instalación de cualquier cosa queda coronada y concluida si el artista le pone
el logotipo de McDonald’s y además se jacta de hacer una “crítica social al
consumismo y al imperialismo” o el lugar común políticamente correcto que esté
de moda. Es un recurso fácil y tramposo que un artista lo plagie y crea que con
esto puede hacer una obra y además dotarla de discurso. Ahora, un logo es
publicidad y es marca, no es arte, aunque el artista pretenda que robado por él
y puesto en un museo adquiere sentido artístico-social-reflexivo, esto no es
así.

El
Texas Department of Transportation les ordenó al curador Neville Wakefield y al artista Richard Phillips, que retiraran de la orilla de la carretera que pasa por
el desierto de Texas en el pueblo de Marfa, una “instalación artística” hecha
con la copia del logotipo de la revista Playboy, el conejo con corbata de moño.
Ellos alegan, como siempre, que es una obra de arte, pero para las autoridades
del condado es un anuncio publicitario colocado sin licencia legal. Al
preguntar a los pobladores respondieron que para ellos eso es publicidad y que la ley no les permite ponerla sin
permiso. Esto sucede porque en medio del desierto el logo carece del contexto
del museo. En los plagios del arte VIP impuestos como arte es imprescindible
que estén protegidos en un espacio acotado, con una cédula que contenga una
explicación, fuera de estas condiciones privilegiadas, un logo es simplemente
un anuncio. La realidad es que aun en el museo mantiene su presencia como anuncio
de una marca comercial, los curadores y artistas imponen una arbitrariedad retórica,
esto no significa que algo pueda ser otra cosa que no es. Los diseñadores crean
estos logos y son tratados como si ellos no tuvieran talento creativo y se
valora como arte cuando el museo lo expone como obra de otra persona que, obviamente,
no tiene la capacidad creativa de hacerlo.