lunes, 5 de junio de 2017

¡DESCUÉLGALO!

El Señor de la Humildad detalle, S VII

El señor de la humildad, S XVII Anónimo.
 De la melancolía pasé a la desesperación y de ahí a la decepción. La exposición Melancolía en el MUNAL cuelga casi 140 obras con un guión erróneamente descrito, que hace alarde de una lectura superficial, inmediata y banal. La arbitrara curaduría responde a que no ven las pinturas, la psicoanalizan; los núcleos temáticos parecen terapia de grupo. La museografía presa de un ataque de pánico, cuelga este exceso innecesario en cuartitos y pasillos con nula visibilidad y agobiante circulación. La cédula del inicio afirma “la iconografía del melancólico de la cabeza agachada en la mano ha servido para caracterizar el abatimiento anímico, introspección, contemplación religiosa” y de ahí a colgar y colgar obras. 
El Señor de la meditación, Cristóbal de Villalpando
 La iconografía no es la pose de un personaje, una apariencia “triste” no significa melancolía, ni que manifieste un sentimiento depresivo. El misticismo del arte sacro es teología, no es forma, es una construcción visual que “nos hace partícipes de la naturaleza divina” la búsqueda es que los humanos en nuestra condición mortal, necia y voluble seamos capaces de comprender la naturaleza del Infinito. El éxtasis no es melancolía, es ausencia de esta realidad, un encuentro sobrenatural con un ser Divino, como tampoco la resignación que es el optimismo sublime, de aquel que se rinde, nada espera y no resiste. La melancolía es la ociosidad del espíritu burgués, la entrega al egoísmo de un sentimiento; Spinoza afirmaba que la tristeza es el triunfo del mal sobre el bien. 
Ignacio Nieves Beltrán, Complejo sexual mexicano 1955
 Decir que la melancolía produce creatividad es distinto que representarla, Proust aconsejaba la depresión como un detonador para escribir, y ésta no tiene por qué verse reflejada, eso es evidente en el arte sacro y su estricta guía iconográfica. La selección nos tortura, si les pareció que el personaje sufre, está muerto o es una escena con dolor, entonces es para llorar y se cuelga. ¿El voto de silencio es lo mismo que el mutismo de un desequilibrio mental o emocional? ¿La revelación de El Sueño de San José fue una depresión? Exponen obras de gran valor con otras muy mediocres en el afán de ajustar su concepto curatorial en un diálogo inviable porque el misticismo, justamente, busca distanciarse de los desequilibrios emocionales, es la prevalencia del espíritu sobre las pasiones. Actualmente no existen místicos porque les diagnosticarían desordenes de conducta y los medicarían. El genio de Villalpando apreciado con nivel de autoayuda. 
Juan Patricio Morlete Ruiz, Cristo consolado por los ángeles, SVIII
 Decenas de obras fatales, la angustia de ver cuadros de Cordelia Urueta, la sacan de su merecido olvido y le dedican una sala con Tamayo que es una de las pocas obras melancólicas. Los cuadros de Manuel González Serrano, con uno basta. Montones de las restauraciones criminales de las obras del Novohispano, las destrozaron, carecen de valor artístico, son un testimonio de la falta de talento de los restauradores, no las exhiban más. Al final un horrendo Complejo sexual mexicano de Nieves Beltrán, nos deja abatidos. La curaduría ya exhibió su estado de ansiedad montando al mismo tiempo dos exposiciones distintas, ahora alcancen la felicidad descolgando la tercera parte de las obras. 
La Inmaculada,  SVII, anónimo

Nicolás Enriquez, La Flagelación, SVIII