![]() |
EKO, sitio con su obra aquí |
La verdad es el tema medular de la filosofía, en nuestra relación
con la realidad y es esencial en la ética personal y social. ¿Qué es verdad o
qué hace a algo verdadero? En la teoría de la correspondencia, lo que decimos o
creemos es verdad si corresponde con los hechos. El filósofo G.E. Moore en su
teoría de la identidad de la verdad dice que “no hay diferencia entre la verdad
y la realidad a la que corresponde”, son idénticas. En las distintas teorías el
lenguaje está involucrado porque es la forma de manifestar un hecho, aún en las
teorías que niegan las proposiciones.
La actualidad padece una patológica obsesión con negar la
realidad, mentir es un recurso social, político, artístico y económico. El
problema ha llegado a tal grado porque no está condenado, por el contrario, está
completamente integrado a la conducta. La difamación sin reparación en las
redes sociales, la propagación de información y noticias deliberadamente falsas
en internet, las decisiones políticas sostenidas en hechos inexistentes, aunque
se señalen, son un sistema para construir argumentos que justifiquen actos
inaceptables y faltos de ética. Mentir es un arma contra la realidad que alienta
una conducta que no responde a la racionalidad, mentir es parte de la
irracionalidad de nuestras emociones, lo que creemos es más importante que lo
real, no importa que no corresponda, creer o sentir es lo único válido. El
racismo carece de argumentos verdaderos, los nazis inventaron informes
científicos falsos para sostener sus teorías de la superioridad racial.
Los
“hechos alternativos” o la “post verdad”, no existen, la búsqueda de la verdad
tiene un compromiso con los hechos o con la realidad, la alternancia abre la
posibilidad a que algo no “sea”, no pueden convivir hechos falsos con
verdaderos o realidad con irrealidad. La sociedad ha llegado al extremo que
estamos viviendo porque se ha tomado con ominosa irresponsabilidad la libertad
de expresión en las redes sociales. Desde la “inocua” actividad de mentir en un
selfie hasta la propagación de calumnias, es cotidianeidad contemporánea asumida,
nuestra sociedad está más cómoda con la mentira, la virtualidad tecnológica
encierra nuestra mirada en una pantalla que muestra un fragmento deformado de
lo que transcurre, decir falsedades en 140 caracteres es un hábito socialmente
imitado y replicado, que se convierte en un éxito entre más veces lo repitan.
El éxito de esa replicación no lo hace verdad, su aprobación es la popularidad,
la satisfacción de la visceralidad de la masa sustituye a la verdad: me das lo
que quiero, entonces para mí es verdadero. La realidad se convierte en un
antagonista que entorpece la unión de la horda alrededor de las ideas que rigen
su conducta, entonces debe ser destruida, pero como la realidad es más potente
que sus enemigos, ésta sobrevive. En eso radica el triunfo de la verdad sobre
la mentira, en que la realidad y los hechos existen, y negarlos no los
destruye.