sábado, 26 de agosto de 2017

AUTOHOMENAJE

La profesión de los artistas VIP es hacer repetidamente lo mismo, y en cada ocasión cambiar su discurso. Utilizan los mismos elementos, ideas, posibilidades y según la coyuntura social, el museo o el evento, sus apologistas inventan un argumento que se adapte y aporte falsa novedad. Los artistas VIP incapaces de crear, requieren un marco teórico desproporcionado que sostenga sus obras. El argumento es un logro de la verborrea, que una vez iniciada no es posible detenerla, se alimenta a sí misma, crece, se expande, y los apologistas establecen una competencia discursiva, cada nuevo texto para catálogos o museos, es más delirante y grandilocuente. 
 Abraham Cruzvillegas nos ofrece, con generosidad, un libro de casi 600 páginas con textos, entrevistas, fotografías de sus obras y una bibliografía de la enorme cantidad de material editorial que publicado alrededor de sus obras realizadas con basura. “En Autoconstrucción nos enfrentamos a una acumulación contradictoria de superficies, texturas y sustancias, que definen un contradictorio conjunto de estructuras, densidades y espacios” La cita de Adéle Greeley, se refiere a instalaciones de deshechos tablas de cimbra, cables, trozos de concreto. Claudio Lomnitz dice que estas obras representan la verdadera imagen de México y que “Son un mundo fragmentado de fragmentos con nombres de marca decolorándose en el óxido o brillando al sol”. La sintaxis no es requisito en la coherencia argumental. 
 La mayoría de los comentadores llaman a las reuniones de desechos “esculturas” que contienen críticas al gobierno y a la sociedad, otorgándoles un rango de complejidad intelectual que desacredita su simpleza: “el artista y el espectador pueden relacionarse con la escultura tanto a través de su presencia figurativa, como de su determinación metafórica” o uno aún más intelectual “interconexiones sistémicas entre la experiencia objetal (sic) en los países en desarrollo”, otro descriptivo “Las singularidades emergen de contigüidades e innumerables encuentros aleatorios e impredecibles”. Las fotografías de las obras dejan en ridículo a los textos: el piso de una habitación cubierto de botellas de cerveza, cables enredados, una cubeta llena de corcholatas, colgada de un cable atado al destapador, o las chistosas, un patineta hecha con un tronco de cimbra. 
Libro de Abraham Cruzvillegas en su ambiente natural
Los textos son un triunfo del pensamiento mágico, de la negación de la realidad y la sobrevaloración personal implantada por el optimismo de la autoayuda, lo que el artista diga y haga es arte, y así hay que describirlo. El libro es una indispensable herramienta para los aspirantes a figurar en el arte VIP, en sus páginas está el secreto del éxito, la fórmula para alcanzar la dicha plena de ser considerado artista, intelectual, contestatario, complejo, ultramoderno, crítico, polisémico, que desdeña el virtuosismo. El libro debería ser obligatorio como manual en las escuelas que forman curadores y artistas VIP, en el aprenderán cómo ampliar su lenguaje académico laudatorio y aplicar palabras inexistentes. En el próximo ciclo escolar podrían inaugurar a nivel nacional la cátedra de “Autohomenaje y consagración readymade”.


domingo, 20 de agosto de 2017

CIELO

Caspar David Friedrich View of Dresden at full moon
 El espacio del paisaje da forma a esa abstracción que define un estado que va más allá de la inteligencia. Se prolonga vertical señalando las dimensiones abiertas, infinitas, inconmensurables que debemos alcanzar. El cielo es espacio, espejo, construcción etérea, puerta a la expresión inteligible del espíritu. La anatomía del cerebro no es suficiente para permitir que el espíritu tenga ubicación en nuestra concepción de nosotros mismos, de nuestra conducta, presencia, acercamiento con la realidad. Sobrevivir al propio ser nos pide una capacidad cognitiva que no tiene una función específica, inservible para la sociedad objetiva, es una sensibilidad silenciosa, acción pasiva, improductiva y sin embargo esencial. El espíritu en su inasible metafísica se proyecta en la física tangible y arbitraria del paisaje. 
Caspar David Friedrich,  1809, Monk by the Sea 
 Obsesionados por nombrar todo lo que decidimos que exista, a lo que no vemos y a lo que únicamente percibimos, pretendemos que lo conocemos al llamarlo: espíritu. La ciencia no lo acepta ni como entelequia, el espíritu en su metáfora impalpable, invisible, tiene en la existencia su evidencia. La atmósfera inabarcable, oscila, cambia, evoluciona con los fenómenos meteorológicos que nos reflejan. Las tormentas de Turner en las que se funden la superficie mesurable y la bóveda infinita, saturadas de inestabilidades, describe la ingobernable estancia de Turner dentro de sí, trasladadas en una imagen en el lienzo. 
Joseph Mallord William Turner Snow Storm, Steam Boat off a Harbour's Mouth
 El cielo de Tiepolo, promesa que alcanza con el color, se eleva sensual, en ingrávida estancia de la teología. Los altares dorados del Barroco, cielos escultóricos que crecen y se desprenden de la tierra, la virtud escala jerarquías hasta la pureza sobrenatural. La teología designa a la superioridad espacial como sitio para la superioridad espiritual, virtuosa y dogmática, morada que se despliega inalcanzable y todo lo cubre. El Tenebrismo oscureció al cielo, el interior y el exterior son una penumbra, la luz señala el designio inevitable. Los turbios grises cielos del Greco, iluminadas oleadas brotando entre dudas, fatalismos y augurios; la expresividad de los cuerpos se funde con las nubes, invadidos por la fuerza de su existencia. Las bóvedas que desde la Edad Media hasta el Barroco fingieron ser el cielo exponiendo a la visión del absoluto hasta los más ocultos momentos de nuestra intimidad, el cielo dejaba el natural cambio de luz poseído por un instante parmente, observatorio de un testigo incasable. 
Marc Chagall, Rain, 1911 
Las planicies de José María Velasco, plomizas, limpias que  dialogan con tierras semi áridas, en un ser resignado a su pequeña pasión. Exultante, heroica, desproporcionada arrogancia que se exhibe en su soledad, Caspar David Friedrich, invierte el abismo. La infinitud del  espíritu se compara para rendirse, Vermeer lo sitúa en los límites de una ventana, la cotidianeidad es el escenario de su luz. La noche llega con Chagall, el espíritu son oscuras memorias y leyendas que aparecen con el sueño. El arte da imagen a lo innombrable. 
José Ma Velasco, Valle de México desde el Cerro de Santa Isabel

domingo, 13 de agosto de 2017

RÓBATE EL LOGOTIPO

Antonio Caro, 1976, 
 Uno de los recursos más explotados, depredados y compartidos por los artistas contemporáneos VIP es el plagio y adulteración de logotipos de corporativos. Desde el de Coca-Cola, que ya no emprende acciones legales porque sería imposible de perseguir a medio planeta, ahí está Antonio Caro que se consagró con un simple letrero que constituye su masterpiece, hasta los de productos que existen únicamente dentro de las fronteras del país en el que vive el artista. Esta práctica de plagio comenzó en el Pop Art, los artistas endiosaron las marcas promoviendo el capitalismo y el consumismo como arte, y las plagiaron para darles, según ellos, un sentido crítico. 

Un logo es un trabajo creativo muy difícil, llegar a una imagen que funcione como un sello contundente y que represente a las múltiples características de un producto, es un gran reto. Además tiene que ser sencillo, recordable, atractivo y sobre pasar el tiempo como ha sucedido con el de Coca-Cola. Un logo es un escudo de armas. Un logo está cargado de información, significa en sí mismo, esto lo depreda y explota el supuesto artista VIP para darle valor de obra. El logo para que tenga ese posicionamiento en el público ha recorrido un camino largo que se suma a su presencia, y además tiene arraigo social, es reconocible. Ventajas que el artista sin creatividad suma en la supuesta creación de su obra, una instalación de cualquier cosa queda coronada y concluida si el artista le pone el logotipo de McDonald’s y además se jacta de hacer una “crítica social al consumismo y al imperialismo” o el lugar común políticamente correcto que esté de moda. Es un recurso fácil y tramposo que un artista lo plagie y crea que con esto puede hacer una obra y además dotarla de discurso. Ahora, un logo es publicidad y es marca, no es arte, aunque el artista pretenda que robado por él y puesto en un museo adquiere sentido artístico-social-reflexivo, esto no es así.
El Texas Department of Transportation les ordenó al curador Neville Wakefield y al artista Richard Phillips, que retiraran de la orilla de la carretera que pasa por el desierto de Texas en el pueblo de Marfa, una “instalación artística” hecha con la copia del logotipo de la revista Playboy, el conejo con corbata de moño. Ellos alegan, como siempre, que es una obra de arte, pero para las autoridades del condado es un anuncio publicitario colocado sin licencia legal. Al preguntar a los pobladores respondieron que para ellos eso es publicidad  y que la ley no les permite ponerla sin permiso. Esto sucede porque en medio del desierto el logo carece del contexto del museo. En los plagios del arte VIP impuestos como arte es imprescindible que estén protegidos en un espacio acotado, con una cédula que contenga una explicación, fuera de estas condiciones privilegiadas, un logo es simplemente un anuncio. La realidad es que aun en el museo mantiene su presencia como anuncio de una marca comercial, los curadores y artistas imponen una arbitrariedad retórica, esto no significa que algo pueda ser otra cosa que no es. Los diseñadores crean estos logos y son tratados como si ellos no tuvieran talento creativo y se valora como arte cuando el museo lo expone como obra de otra persona que, obviamente, no tiene la capacidad creativa de hacerlo. 

sábado, 5 de agosto de 2017

DALÍ ES EL PADRE


 Si Dalí tuviera un hijo tendría cuerpo de langosta, piernas de caballo, cabeza de toro, un brazo largo con un arco de violín y en el otro una garra de águila. Lo desconocería como padre, lo denunciaría por ser un amante abusivo, que lo mantiene enjaulado, obligándolo a pintar, a posar y a cantar. Dalí no engendra hijos, los hijos lo engendran a él, cada noche se lo sacan de un muslo, de la cabeza, es un padre multiforme, intolerable y mentiroso que sus hijos asesinan y devoran sin placer, por la necedad de acabar con su estirpe.
La juez, desde la intolerancia legal, decide que es necesario averiguar si Dalí engendraba hijos como los mamíferos, y que el aspecto de sus descendientes es vulgarmente común. Las leyes han acudido a la ciencia para investigar si copuló furtivamente, porque el producto de ese momento de humano aburrimiento exige saber quién es su padre y con esa vaga información darle sentido a su vida. Desmitificar es regresar a su naturaleza humana a esos que creíamos sin sustancia animal. La orden de exhumar un cuerpo, retirarle fragmentos para analizarlos en un laboratorio, es un juicio con su veredicto implícito: la biografía que atestigua la única paternidad de objetos y pinturas surrealistas, sin más descendencia carnal, no significa ante los delirios de grandeza de un ser humano que cree tener un padre. 
La realidad no nos deja escoger a los padres porque no naceríamos, nos debatiríamos en dudas ante la fatal elección, ante el miedo de cometer un error, los padres y los hijos son un accidente que aceptamos, nos adaptamos con dolor y sumisión o con gusto y fortuna. Los genes determinan un parentesco celular, el parentesco emocional se crea, se fomenta o nunca existe. Buscar una paternidad tardía es tanto como forzar una elección, el destino que no es biológico es factual, el padre es el que comparte y convive. El cuerpo de Dalí está recibiendo castigo por un delito que ya la juez le dictaminó, los restos exhumados son evidencia de que las leyes que ejercen sobre esta surrealista existencia, se equivocan cuando tratan de ser justas e igualitarias.
Millones de padres están engendrando hijos ahora mismo, ¿por qué escoger uno que no dejó más que sus propias ficciones? Elegir a un semental frustrado unido a una mujer como él, pareja de niños estériles. La ciencia va a dictaminar sus realidades, experimentado con las arbitrariedades de la evidencia terrenal, examinando los restos de una suposición, evadiendo que el cadáver del padre legal de la autonombrada hija yace en su tumba, que su hermano biológico vive y que su madre aún puede aportar algo más que sus recuerdos. La juez no ordena que sea exhumado el padre que registró ante un juez a su hija, ordena que se saque de su tumba a un hombre sin hijos. Lo que el azar decida es irrelevante, la realidad torció los senderos para alcanzar un destino; la juez, las leyes, la ciencia, la hija que busca un padre, todos gritan desde sus tribunas: el mito ha terminado.