En la exposición lo más evidente es que el colectivo con su
disfraz minimiza la lucha por los derechos. Las primeras que reniegan de la
“diversidad” son ellas, sus letreros son iguales a todos los letreros que meten
en los museos, da igual el tema, el sexo, religión o raza del autor. El
problema de la falta de diversidad en el sistema del arte está en las
expresiones artísticas uniformadas por el “estilo contemporáneo”, y el artista
que no entra en esa categoría queda excluido del museo. Las máscaras de
orangutanes no las convierten en “héroes anónimos” como ellas afirman, son una apología
de la violencia machista que desaparece la presencia de la mujer, entre un
burka y esta máscara no hay diferencia. En la lucha por los derechos humanos no
funciona el anonimato, porque es un derecho tener rostro y nombre, que es lo
primero que pierde una mujer sometida. El disfraz es una disciplina del arte
VIP, Cindy Sherman es la versión cómica de Lady Gaga, vivir en un eterno Halloween
es parte de su pueril mediocridad, las Guerrilla podrían elegir otras versiones
transformativas, como vestirse de chocolates M&M y trabajar en la mega
tienda para turistas de Times Square, o ya muy feministas hacerse botargas con
forma de bote de limpiadores, ollas, y todo lo que las artista feministas exponen
en sus instalaciones VIP. La Guerrilla
Girls son unos bufones del sistema, su trabajo es ridiculizar a la mujer, caricaturizar
un problema, ese es el negocio del que han vivido por treinta años.
domingo, 4 de diciembre de 2016
GUERRILLA GIRLS
La payasada y el panfleto, el colectivo Guerrilla Girls ha creado una industria del no hacer que le reditúa
muchos beneficios. Nulifican la presencia femenina, la voz directa y valiente que
da la cara, y la disfrazan con máscaras de orangutanes, y según su statement
esto es para imitar el “anonimato de los héroes como Batman, Robin Hood y
Wonder Woman” es decir, su idea de justica es continuar con la imposición
falocrática del héroe capitalista y, desde este activismo infantiloide,
denuncian el machismo del sistema del arte. La protesta se reduce a
performances ridículos y una avalancha de letreros.
En la Whitechapel Gallery de Londres exhiben la instalación Is it even worse in Europe, una sala
tapizada de letreros, una mesa con algunos libros, el público son mujeres en
actitud de “todas somos guerrilleras” leyendo y comentando, hay esa atmosfera
de “si no estás con nosotras estás en nuestra contra”. Es muy incómodo leer de
pie en una galería lo que podríamos leer sentados, ésta mínima información parcial
y maniquea cabe en un folleto que al final tiramos a la basura, es como verse
obligado a comprar la revista que leemos en la cola del supermercado. La
consigna de estas artistas sin obra es la baja presencia en el arte de lo que
ellas llaman “diversidad de género”, y con esta única idea han chantajeando a
los museos para que les den espacios a ellas, que explotan su evidente
impotencia de producir arte. Las áreas del conocimiento dejan fuera a muchas
mujeres de mérito, eso hace más incongruente e insultante el activismo de estas
señoras, que careciendo de obra ocupan un sitio que no merecen. Sus letreros no
alcanzan a ser un estudio serio, el más famoso descalifica las pinturas con
desnudos femeninos y “denuncia” que una mujer debe estar desnuda para entrar al
Metropolitan Museum; se olvidan que actualmente desnudarse “artísticamente” no
es una imposición machista, la gran mayoría de las performanceras feministas entran
a los museos contemporáneos porque se desnudan y lo más relevante de sus
“obras” es que utilizan a la pornografía como lenguaje para explotar el morbo.
Marina Abramovic se promociona como sex symbol en revistas.
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