“Si los romanos iban al Coliseo a ver
sangre, los new yorkers van a
Phillips para ver dinero” dice Simon de Pury ex dueño y fundador de la casa de
subastas Phillips de Pury en su libro de memorias The Actioneer, editado por St. Martin’s Press, New York, 2016. Las
subastas y los precios han distorsionado la compra y venta del arte, lo que se
adquiere va más allá de la obra, es valor social, presencia mediática, sostener
una puja es un duelo público por la nominación de millonario. Simon de Pury con
el descaro de un suizo que trafica arte en New York cuenta su trayectoria con
tanta satisfacción que cae en revelaciones que ponen en su sitio el mercado del
arte.
Con la autoridad de un insider da un golpe a los historiadores y académicos del arte
afirmando que el concepto de “arte contemporáneo” lo estableció Christie’s con
las obras creadas desde los años setentas hasta la fecha para vender más, y que
ellos deciden a quiénes deben anunciar como los “grandes maestros actuales”, no
hay un análisis de los valores conceptuales de la obra, es una decisión
comercial, buscan artistas que produzcan mucho y rápido porque entre más obra,
más negocio. Los maestros Impresionistas y anteriores son difíciles de
encontrar, lo poco que hay no da para que sobrevivan las casas de subastas, así
que lanzan a sus propios valores en sinergia con los museos, porque ¡oh
sorpresa! los directivos han sido empleados de los subastadores. Eso coincide
con las últimas subastas de la obra de Basquiat que lo anuncian como “el Van
Gogh contemporáneo”. Destroza el misterio del avaluó de la obra, esa demiurga
resolución que parece exclusiva de un grupo: lo compran si cuesta más de un
millón de dólares. Tal cual, nada de que la trayectoria, el contenido y la
implicación en el arte, es manipulación de lo que significa ser rico y eso es
tener un millón cash. Hace énfasis en
lo fácil que es adquirir fama comprando una obra contemporánea VIP en subasta,
y que eso cautiva a los ricos que aspiran ser conocidos por gastar su dinero.
Simon de Pury fue director de Sotheby´s Europa, trabajó en las casas más
importantes de Suiza, está en el centro de venta más grande del mundo, y tiene
su propia casa de subastas Pury de Pury, si habla así es porque no teme quedar
mal con sus clientes, asume que ellos saben que en los negocios todo es válido,
sin embargo el arte tiene un lugar aparte, da prestigio.
El libro está escrito con un tono frívolo,
lleno de anécdotas y chismes, con la agilidad que su coescritor William Stadiem
imprime en sus artículos para el Vanity
Fair, no tiene el pretencioso academismo de los libros escritos por
curadores y “expertos”, por esa raza que solemniza una bolsa de papas fritas
puesta en un pedestal. Sin el tono de la denuncia, con la desfachatez del
vendedor exitoso, afirma que la venta de arte contemporáneo es el nuevo casino,
la ruleta hace artistas, las apuestas encumbran nombres, en el precio está el
arte.