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Right hand of Artemisia Gentileschi, Pierre Dumonstier II |
En el retrato el artista es el espejo, la obra es el reflejo
de lo que él ve. La persona que se mira en un espejo o en un retrato no busca
la realidad, los espejos dan una imagen que nuestra mente trastoca y deforma,
omite detalles y se concentra en los que perseguimos como ideales. Perpetuando
la mentira, tenemos la fortuna de la imposibilidad de aceptar lo que somos, el
artista cómplice, ofrece lo que observa como una puerta a una realidad falsa e inaccesible.
En la exposición French portrait drawings from Clouet to
Courbet en el British Museum, el ojo del artista persigue la forma y la traduce
en líneas, como un astrónomo que traza la ruta ficticia de los astros. El
espejo opaco del papel plantea una irrealidad: la línea. El dibujo es la persona pero no es lo que vemos, y
en un alarde de esencialidad, Pierre Dumonstier II dibuja la mano derecha de Artemisia Gentileschi y la retrata, no ve el rostro, destina su observación en la herramienta
que los dos comparten y los hace iguales. En el margen superior la llama
“Aurora” la diosa que abre la oscuridad del cielo con sus manos para que entre
el amanecer; la belleza de esas manos no es su apariencia, es su capacidad de crear
“maravillas que envían a los ojos juiciosos al éxtasis, raptures”. Dumonstier rompe con el cliché de la belleza física como
meta del retrato femenino, lo despoja de edad y sexo, reconoce que él mismo se
plasma al recrear las manos de ella. Un retrato y un autorretrato, un espejo
que se multiplica en un juego interminable. Con este dibujo la sala del museo
expone decenas de manos, aunque sean rostros, cuerpos enteros, son manos
dibujando, unas más apasionadas, otras frías y analíticas.
El artista se ve
en sus obras y al final muestra esa herramienta compleja que percibe
sensaciones y las trasmite, que exige el entrenamiento constante. El hacer nos describe, la apariencia,
irrelevante por inestable, no alcanza a decir, la voz de nuestro ser son las
acciones. El pincel que Artemisia sostiene, la sombra en la oquedad de la mano,
suspendida en el limbo del papel, dirigiéndose con voluntad propia, contiene
toda la sabiduría de la pintora, sus frustraciones, los inicios que aún le
esperan, las obras que nunca podrá pintar y las que guarda en una biografía que
recuerda y olvida en cada trabajo. El dibujo es la diosa Aurora, la ocultación
nos revela la luz de la verdad de Artemisia, inmortalizar esa mano, retenerla
en la acción, convierte a la condena de Sísifo en el privilegio de la creación.