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Maurizio Cattelan, America , 2016 |
El Rey Midas convertía en oro todo lo que tocaba, el arte
VIP convierte todo en arte y también en oro. Imitando a los jeques árabes, sin
aportar pero repensando las raíces escatológicas de toda una corriente
artística, el artista VIP Maurizio Cattelan vendió al Museo Guggenheim un
excusado cubierto con oro de 18 quilates. La nueva adquisición, orgullo del
capitalismo, de los gastroenterólogos y del arte, fue instalada por los
curadores en un baño, porque la obra es interactiva y obviamente funciona. El periódico
New York Post le dio la portada con
su reportero sentado interactuando con la obra de arte, y narrando con detalle
su experiencia físico-cognitiva. Los curadores y las revistas especializadas se
quejaron de que abordara con tal falta de respeto una obra que es “un homenaje
a la Fountain de Marcel Duchamp y que
permite una relación íntima con una obra de arte”. Es muy discutible que la “brillante”
obra de Cattelan sea un homenaje, porque no mantiene la inutilidad del urinario, pero tienen razón al indignarse,
así que aportaremos algunas ideas curatoriales para romper con la incomprensión
del público y que se convierta en sujeto activo de la obra:
Instalen dentro del baño una biblioteca portátil con los
libros de Arthur Danto y Gilles Deleuze para que lean y aprendan mientras participan
en la obra de arte, la alimentación moderna sin fibra incrementará la
concentración del usuario “creando un vínculo afectivo con el arte”. Impriman
papel sanitario con la biografía completa de Duchamp, el estudio de William Camfield
sobre el urinario y los millones de tesis de las universidades que educan
artistas VIP, la transmisión de conocimiento será sensorial y supra-intelectual.
Realicen un nueva versión del performance de Marina
Abramovic, The artist is present, en
el que estuvo sentada en una silla en el MoMA, pero ahora “accionará” siete
horas sobre el dorado trono ergonómico, mientras el público estudia su propio
“mecanismo de percepción”.
Inviten a artistas consagrados a residencias artísticas para
que trabajen su respuesta orgánica ante la obra dorada y que el resultado sea
enlatado, como lo hiciera hace décadas Piero Manzoni, expondrán las latas, las
cédulas describirán las diferencias entre cada contenido y los curadores
escribirán un catálogo con ensayos sobre la simbiosis ontológica entre arte y
cuerpo.
La conducta del público es impredecible, cada gesto y
reacción es parte de la obra, documenten las “conversaciones creativas del ser
en soledad con el arte” con una cámara de video grabando cada participación y
que Martin Creed edite el video.
El audio de estas
grabaciones será parte de una instalación sonora que redimensione las
reverberaciones que transitan desde la naturaleza física al artefacto artístico,
llevando al público a una atmósfera de cuestionamientos envolventes.
La obsesión escatológica del arte VIP por fin alcanzó una de
sus cumbres, generar más arte es cuestión de laxantes, el
Fluxus se mantiene vigente, el conservador del Guggenheim garantiza
que la obra “nunca se va a tapar”.