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Pectoral encontrado en Oxtankah |
En el Museo del Templo Mayor se exhibe Oxtankah, un pectoral restaurado por científicos del INAH que fue
encontrado en una tumba en la ciudad de Oxtankah en la zona maya de Quintana
Roo. La pieza está formado por más de mil quinientas cuentas circulares de concha
nácar pulidas, es un pectoral luminoso que acompañó el cuerpo de un hombre
poderoso sepultado con ofrendas. Los investigadores especulan que el pectoral podría
estar inspirado en la piel del pez xihua, pescarlo era un privilegio porque se
consideraba un manjar para personajes poderosos. La pieza fue encontrada
completamente desmembrada, restaurarla fue revivirla, el objeto regresó al
mundo, hizo su intemporal viaje en círculo, el cuerpo desaparece y el ritual
persiste.
Tzompantli en el Museo del Templo Mayor
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La muerte es algo más que la vida, es eternidad, un pectoral
de concha, una cubierta blanca matizada, es motivo para morir, el hombre que
quería ser pez, tal vez, planeó su muerte, diseñó su tumba, seleccionó a sus acompañantes,
las cerámicas, el día y la hora los predijo un sacerdote. El trabajo para crear
este pectoral fue largo, minucioso, exprofeso, la muerte esperó paciente a que
el joyero terminara su obra, pescadores de conchas llegaron con su cargamento y
el joyero seleccionó los caracoles, pulió las cuentas, las unió consciente de
que final es dictamen. El hombre quiere ser un pez, nadar entre las acuáticas
cuevas del inframundo Xibalbá y llegar a la inmortalidad en el brillante y
ligero cuerpo de un xihua. ¿Qué se hace mientras tanto? ¿Cómo se vive esperando
a la muerte? ¿Cómo se prepara al espíritu? ¿La creación de cada cuenta fue un
deber a cumplir? ¿Qué significaba unir cientos de frágiles círculos para
protegerse con ellos? La muerte es la posibilidad de habitar en la experiencia
de otro mundo, conocer a los dioses, cambiar el enfermo y agotado cuerpo por el
de un pez codiciado, bello.
La impecable restauración fue realizada por Emiliano Melgar
y Lourdes Gallardo es ciencia que recurre a la comprensión de lo humano y nos
permite imaginar a partir de la dimensión de la muerte y la naturaleza en las
culturas prehispánicas.
La comparación de las estelas y frescos mayas revelaron que
esas cuentas dispersas eran una joya, un amuleto que vistió con su fuerza el
camino a través del inframundo. La alquimia daba un ánima, un substrato
inmaterial a cada piedra, tronco, planta, animal, la compañía de este ente nos
trasmitía su energía. La realización de la pieza es algo más que la maestría de
un joyero, está cargada de magia, de fe, de la relación del ser humano con una
naturaleza que es sagrada, el material artístico tiene su propia fuerza, el
pectoral de concha brillará en la oscuridad del inframundo Xilbalbá, será el
resplandor que eternice al espíritu. El arte prehispánico es arte religioso, la
connotación de cada obra es una estética sacra, su belleza y simbolismo es
parte de la concepción metafísica de existir a pesar de nuestra efímera corporeidad.
4 comentarios:
panorama para el fin de semana. qué afortunada me siento.
Inspirador y misterioso el mundo que nos dejaron los ancestros...
Es innegable la decadencia del ser humano....Va derecho, camino a su inmolacion...
Me parece que el término Xibalbá para referirse al inframundo no aplica para los mayas de tierra baja de la Península de Yucatán, sino que es un término de origen quiché. Saludos.
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