sábado, 2 de julio de 2016

OXTANKAH

Pectoral encontrado en Oxtankah
 El objeto que acompaña al espíritu en el tránsito por el inframundo tampoco muere, renace y cumple su misión de ser portador de una historia. La muerte era un misterio, castigo y promesa antes de la objetividad científica y materialista, paradójicamente desmitificar y explicar a la muerte no ayudó a comprenderla o asimilarla. Morir y nacer tenían un valor sagrado, el cuerpo estaba animado por algo más que sus funciones vitales, y esa esencia ignoraba los límites del tiempo, podía ir a otras estancias metafísicas inalcanzables para la pesada corporeidad.
En el Museo del Templo Mayor se exhibe Oxtankah, un pectoral restaurado por científicos del INAH que fue encontrado en una tumba en la ciudad de Oxtankah en la zona maya de Quintana Roo. La pieza está formado por más de mil quinientas cuentas circulares de concha nácar pulidas, es un pectoral luminoso que acompañó el cuerpo de un hombre poderoso sepultado con ofrendas. Los investigadores especulan que el pectoral podría estar inspirado en la piel del pez xihua, pescarlo era un privilegio porque se consideraba un manjar para personajes poderosos. La pieza fue encontrada completamente desmembrada, restaurarla fue revivirla, el objeto regresó al mundo, hizo su intemporal viaje en círculo, el cuerpo desaparece y el ritual persiste. 
Tzompantli en el Museo del Templo Mayor
La muerte es algo más que la vida, es eternidad, un pectoral de concha, una cubierta blanca matizada, es motivo para morir, el hombre que quería ser pez, tal vez, planeó su muerte, diseñó su tumba, seleccionó a sus acompañantes, las cerámicas, el día y la hora los predijo un sacerdote. El trabajo para crear este pectoral fue largo, minucioso, exprofeso, la muerte esperó paciente a que el joyero terminara su obra, pescadores de conchas llegaron con su cargamento y el joyero seleccionó los caracoles, pulió las cuentas, las unió consciente de que final es dictamen. El hombre quiere ser un pez, nadar entre las acuáticas cuevas del inframundo Xibalbá y llegar a la inmortalidad en el brillante y ligero cuerpo de un xihua. ¿Qué se hace mientras tanto? ¿Cómo se vive esperando a la muerte? ¿Cómo se prepara al espíritu? ¿La creación de cada cuenta fue un deber a cumplir? ¿Qué significaba unir cientos de frágiles círculos para protegerse con ellos? La muerte es la posibilidad de habitar en la experiencia de otro mundo, conocer a los dioses, cambiar el enfermo y agotado cuerpo por el de un pez codiciado, bello.
La impecable restauración fue realizada por Emiliano Melgar y Lourdes Gallardo es ciencia que recurre a la comprensión de lo humano y nos permite imaginar a partir de la dimensión de la muerte y la naturaleza en las culturas prehispánicas.
La comparación de las estelas y frescos mayas revelaron que esas cuentas dispersas eran una joya, un amuleto que vistió con su fuerza el camino a través del inframundo. La alquimia daba un ánima, un substrato inmaterial a cada piedra, tronco, planta, animal, la compañía de este ente nos trasmitía su energía. La realización de la pieza es algo más que la maestría de un joyero, está cargada de magia, de fe, de la relación del ser humano con una naturaleza que es sagrada, el material artístico tiene su propia fuerza, el pectoral de concha brillará en la oscuridad del inframundo Xilbalbá, será el resplandor que eternice al espíritu. El arte prehispánico es arte religioso, la connotación de cada obra es una estética sacra, su belleza y simbolismo es parte de la concepción metafísica de existir a pesar de nuestra efímera corporeidad.  

4 comentarios:

Cristina dijo...

panorama para el fin de semana. qué afortunada me siento.

Sonia López Arte y Letras dijo...

Inspirador y misterioso el mundo que nos dejaron los ancestros...

Luis Blanchard dijo...

Es innegable la decadencia del ser humano....Va derecho, camino a su inmolacion...

Unknown dijo...

Me parece que el término Xibalbá para referirse al inframundo no aplica para los mayas de tierra baja de la Península de Yucatán, sino que es un término de origen quiché. Saludos.