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Marinus van Reymerswale,The Tax Collectors,oil on panel |
Es prioritario generar mercado y se va a conseguir con
incentivos fiscales para que la sociedad civil consuma bienes culturales. El
Estado, la comunidad cultural y el público tendrían que asumir que es más sano
generar mercado en lugar de continuar con el paternalismo de las becas, la discrecionalidad
de las subvenciones y los recortes indiscriminados. Impulsar el consumo es más
fructífero y esto inicia con la anulación de la ley Videgaray que estigmatiza la compra-venta de arte, para que la adquisición, patrocinio y divulgación
cultural sean 100% deducibles de impuestos. Es un despropósito que por un lado
reducen presupuestos y por otro estigmaticen el consumo de arte, si no hay
dinero entonces alienten a la ciudadanía a que participe invirtiendo económicamente
en la cultura. El paternalismo tiene paralizados, y en muchos casos comprados,
a los “creadores culturales” que no están concentrados en la creación de su
obra, se dedican a tramitar, gestionar, cumplir favores para conseguir
subsidios y becas. Esto ha fomentado un dañino tráfico de favoritismos,
opacidad y engrandece el monumento del gobierno como el gran salvador de la
cultura. La cultura tiene que entrar en una mayoría de edad, ser autosuficiente
y verdaderamente independiente.
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Pieter Brueghel the Younger, The Tax Collector, oil on panel 1620-1640 |
Si una persona compra un libro, un disco, un boleto para un
concierto, el cine o el teatro, patrocina un montaje y por supuesto, adquiere
una obra de artes plásticas, entre muchas cosas, que ese gasto lo deduzca
completo de sus impuestos. Esta iniciativa detonará el consumo, atacará de
forma frontal a la piratería, hará que mucha gente se inscriba en Hacienda,
motivará el patrocinio, generará fuentes de trabajo y capital. El Estado debe
cumplir su compromiso de apoyar a la cultura eso no significa hacerlo todo, hay
que motivar a la sociedad civil porque el consumo no sólo se traduce en dinero,
se logra una sociedad culta, pensante y crítica. El criterio de lo que es
apoyado y lo que no, hasta hoy es exclusivo del Estado y del grupo que está
protegido por el Estado, estas decisiones en muchos casos o están de espaldas
al público o despilfarran fortunas en espectáculos populistas. La sociedad
civil decidiría qué apoyar si el consumo y patrocinio se deduce 100% de
impuestos, y la cultura no estaría supeditada a los presupuestos, que son los
que deciden la calidad de las iniciativas culturales. El público se hace
partícipe de la cultura cuando sabe que su consumo le beneficia, es una
deformación en la relación con el público que crea que el Estado le debe
“regalar” el acceso a la cultura.
El consumo y la producción cultural tendrían que estar
dirigidos a fomentar la participación. El público no decide por la calidad de
un espectáculo o un libro, decide por el precio o por lo que es gratis, y al
“creador cultural” no le interesa el
público porque exponga o no exponga, venda o no venda el libro, lo van a becar,
así ¿cómo quieren generar mercado y público? No tiene sentido subvencionar y
recortar, este círculo vicioso tiene hundida la industria cultural, que
literalmente no existe.