Es innecesario estudiar literatura, mucho menos preocuparse por
lo elemental en sintaxis y ortografía, estorba el pensamiento profundo, para
ser escritor basta con abrir una cuenta de Twitter. Marcel Proust dedicó 13
años para escribir En busca del tiempo perdido
y la muerte dejó inconclusa su obra, un twitterazo se publica cada segundo, y
con la recopilación de las ocurrencias cotidianas los autores publican libros
más “acordes con el tiempo que nos tocó vivir”. La literatura tiene su propio
tiempo, leer una novela de miles de páginas exige concentración, devoción y
hasta humildad, pero los lectores “acordes a nuestro tiempo” leen
instantáneamente y así publican sus comentarios que los convierten, a su vez,
es nuevos autores. La cadena interminable confunde a los que se supone son
“autores de carrera” con sus seguidores, el nivel de pensamiento es el mismo.
Lo absurdo es que esos textos se publiquen en papel y que
pretendan tener lectores, la gente que considera lectura el twitterazo del día
no va a leer La Montaña Mágica de Thomas
Mann, y por su supuesto, un autor que se
entretiene en twittear y considera a eso “literatura” tampoco pretende o puede
escribir La Montaña Mágica. El
binomio perfecto está en el medio mismo y es necio adulterarlo, justificar esos
textos es una traición al formato, decir que son “indefinibles reflexiones, aforismos,
pensamientos, poemas” les quita su esencia contemporánea, son lo que son:
twitterazos.
Darwin investigó el origen de la capacidad del lenguaje,
Noam Chomsky afirmó que teníamos un “órgano del lenguaje que estaba en alguna
parte de nuestro cerebro” esa evolución de nuestro pensamiento abstracto se
cree que tomó unos 100 mil años, y es posible que mucho más, la twitteratura con
140 caracteres destroza la evolución, y arroja un chiste que merece perpetuarse
en la letra impresa. El vocabulario, extensión y contenido de los textos es
directamente proporcional al tamaño de los cerebros que los escriben y los
leen, estamos presenciando la regresión cognitiva a una sociedad estúpida. Los
twitteratos afirman que en las librerías no saben en dónde colocar sus libros o
cómo clasificarlos, suponen que sus ocurrencias son herméticas a la definición,
es muy fácil resolverlo, son miles lo que hacen lo mismo, así que ya pueden
dedicar anaqueles a la twitteratura.
Con el twitter es mucho más fácil ganar elecciones
presidenciales, gobernar países, hacer autores de “poesía y de reflexiones”. La
ventaja es que con la mismo twitterazo promocionan el libro con los lectores
indicados, un negocio redondo. Las recopilaciones twitteras pueden ser más
variadas, que impriman los de los políticos, los artistas y cantantes, insultos
de las masas, porque si el parámetro de su valor está en el número de
seguidores, las editoriales deberían asomarse a lo más abyecto de las redes
para seleccionar a sus lanzamientos. La incontinencia contemporánea nos está
saturando de infra libros, con este sistema es incontable la cantidad de cosas
que se pueden publicar cada mes, porque en la cyberdemocracia todo el mundo
considera valiosa su opinión, no importa que sean onomatopeyas y balbuceos, o
“poemas y reflexiones”, merecen ser leídos y olvidados.