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Van Gogh, The Harvest, 1888 original |
“¿Tiene alguien la llave de las puerta del ser, que no tiene
puertas, para poder abrirme con razones la comprensión del mundo?” Pregunta el
poeta Fernando Pessoa, la creación del arte es la búsqueda de esa llave, de esa
puerta, de esas razones. Crear y contemplar arte, una partitura, un dibujo, un
poema son una incursión en la comprensión de la realidad y de nosotros mismos.
Esa llave que se consigue con trabajo, dolor, placer, es única, irrepetible,
porque el ser mismo está implicado.
Las historias de los “grandes falsificadores” y de cómo sus
obras entraron como auténticas en museos y colecciones privadas han
ensombrecido y perseguido al arte. La falsificación del arte es imposible, nadie
puede falsificar a un individuo, no es posible copiar la existencia de una
persona. La obra no es una elaboración superficial meramente técnica que se consigue
repitiendo ciertos métodos que empleó el artista en su realización, la obra de
arte es mucho más que un objeto fabricado con materiales, es la llave de
Pessoa. En el plagio literario, el plagiador es un falso autor y no puede tener
acceso al tren de pensamiento del verdadero autor, ni a sus motivaciones, su
bagaje cultural ni su instinto de cómo decir. Los que se dicen engañados o que aceptan
que un falso entre en una colección son cómplices de una trama fraudulenta. Por
ejemplo, es muy raro que no haya denuncias de obras falsas de Andy Warhol que
es el más fácil de copiar porque no tiene “originales”, es imposible calcular cuánta
obra tiene en venta distribuida en el planeta y aun así lo usan para la
especulación económica.
La policía alemana detuvo a un hombre que vendía en 15
millones de euros un Van Gogh falso, casualmente tenía documentos ilegales del Museo
de Van Gogh que acreditaban a la obra como original ¿Quién puede falsificar la
resolución de Van Gogh de pintar dentro del abismo de su vida, cómo repetir lo
que sentía en el campo, lo que añoraba, su ímpetu volcado en el color y la pincelada
que son sensuales de tan hambrientas y desesperadas? Nadie, no hay ser humano
que pueda hacerlo. La falsificación es fraude y autoengaño, es imposible
revivir el momento emocional de un artista, el impulso o la decisión que hay
detrás de pintar un paisaje o un retrato, los sentimientos ante el modelo, el
clima, la vida misma. Es un gran aprendizaje pintar y dibujar a “la manera de…”, pero no es posible que el
individuo y su circunstancia sean susceptibles de repetirse como si de un
readymade se tratara.
Las personas que publicitan los logros de los falsificadores
afirman que un entrenamiento manual y técnico basta para crear una obra maestra,
insisten en reducir el oficio artístico en un acto mecánico sin implicaciones
intelectuales y emocionales porque están obsesionados en desprestigiar al arte,
a la autoría y a la creación. Renoir al final de sus días tenía artritis
reumatoide, pintaba con un dolor insoportable, al realizar una obra afecta el
físico del artista, su peso corporal, sus respiraciones, su cansancio o su
energía, eso ¿cómo lo imitan? Si creemos que la obra se falsifica con
facilidad, entonces la creación es una fábrica inhumana de objetos en serie
hechos al gusto del comprador y del mercado.
El gran beneficio de dar crédito a la falsificación y de
hacer creer al público que nada hay de extraordinario en llegar a una epifanía
dentro del trabajo artístico individual, es que considerar como arte un objeto
sin factura es tan válido o más que una obra realizada por el artista. El
objetivo del readymade y del arte VIP es justamente deshumanizar al arte,
despojarlo de sus valores para emparejarlo con objetos sin valor intelectual o
artístico. Dando por auténticos a los falsos todos ganan: los delincuentes, los
coleccionistas que adquieren una obra muy por debajo del precio real del
original, y los artistas y curadores VIP, porque así alimentan sus teorías de
que la factura no es trabajo artístico, que el autor y la originalidad no
existen y que es arte mandar hacer la obra o “apropiársela”. Los artistas VIP podrán tener la llave de los
museos, de la fama, del dinero, pero la llave de Pessoa, esa es inaccesible
para ellos, ese privilegio no lo tendrán nunca.