El paño que cubre la desnudez de un dios, austeridad
intocada, advertencia del ultraje. Idealización de una nación, el caballo de
Zapata, alcatraces, ropa de manta, Diego Rivera y la pintura histórica
exaltada. Nos obliga a estar alertas, es vulnerable, cuidar de su integridad
protege al que lo viste, armadura sensible que expone, distingue, alardea.
Meditar en blanco, aislamiento inconquistable, la mente no tiene espacio, hay
que inventarlo, experimentar la inmutabilidad, la sabiduría crece en la vacuidad
inalterable. El blanco enfría la obra y la hace cerebral, establece puntos de
atención, estados de concentración. Papel, limbo generoso para la penetración,
la línea de dibujo invade, caligrafía de la forma, huella del trazo ensimismado.
Leonardo dibuja la luz del rostro con blanco sobre blanco. Manifestaciones
contradictorias: transparencia, impenetrabilidad, sutileza, masa, luminosidad,
opacidad. El sol se refleja, se recarga y se engrandece deslumbrante en los
vestidos blancos de Sorolla agitados por el viento. Dalí es un caballo, un cisne,
un huevo, nube, retrato de Gala, todo en falso blanco. El Impresionismo vistió
a las mujeres de blanco, incómodas estorban en el paisaje sin contraste,
estatuas de telas arrugadas. El renuente cuadro blanco de Malevich, reiterativo
se funde con
Velázquez pinta un caballo ensillado, sin jinete, libre del
dictado de un necio, la penumbra barroca es un páramo ocre, la libertad es
color. La inocencia desilusionada del Pierrot
de Watteau, su traje lo condena a ser el blanco de los astutos. La Virgen de Jean Fouquet irreal y
voluptuosa ofrece el pezón rosado de su seno, enmarcada con elementos duros y
tersos, un manto de armiño impecable, níveo, rodeada de perlas redondas. Esencia
sacra de las religiones naturalistas, la montaña nevada es una deidad más sabia
que nosotros, templo impenetrable. Los colores inciden en el subconsciente, forman
parte de nuestras ideas y sensaciones, un reflejo visual del temperamento
artístico.
Sea and Fog, paisaje
de Peder Balke la nieve es un estado mental, el mar gris y negro se mete en el
carácter, su desolación nos lleva a la creación misma, al fenómeno de inventar,
al frío que emana la soledad de estar con la obra, la cúspide que espera
cubierta de neblina, fantasma flotante, inalcanzable, potente y eterna, el
trayecto que se escala cada día, geografía que con las nevadas y los deshielos
cambia en una narración delirante de un enfermo de aislamiento. El entorno
helado de Balke hace énfasis en el control, en la estadía irrenunciable,
aprender de ese lugar, de su adversidad, sostenerse ante la obra, resistir las
embestidas del blanco, del vacío.