Adorar a las reliquias es parte del pensamiento mágico,
creer que los restos de alguien famoso, célebre o mítico tienen que ser
exhumados para rendirles homenaje alimenta una fantasía y no hace honor al cadáver.
El gobierno derechista de la Cuidad de Madrid, encabezado por Ana Botella, está
obsesionado en recuperar los huesos de Miguel de Cervantes, enterrado desde
hace 400 años en la antigua iglesia de las Trinitarias, entre un montón de
osamentas de las que carecen de información. No es de extrañar en una cultura
ultra católica que erige templos a las reliquias, igual que la mexicana, y las
saca a desfilar entre las multitudes haciendo del pasado fantástico una
tradición de cohesión socio-cultural. Supongamos que después de este atentado a
los restos mortales de los otros enterrados que están compartiendo la extinción
de su materia, encuentran los fragmentos de la osamenta del escritor ¿Qué van a
hacer con ella? ¿La meterán dentro de un capelo de cristal para que veamos que
hasta los autores de obras inmortales se desintegran en la nada? ¿La exhibirán
para demostrar cómo la trascendencia en el arte no libera de morir como un don
nadie? En el delirio por las cuestiones metafísicas ¿Tratarán de convertirlo en
santo y pedirle que desde su cielo cristiano ilumine a los escritores
mediocres? Tal vez el gobierno de Madrid, aprovechando el empuje publicitario, haga
un parque temático, como el que construyen los creacionistas sobre la Biblia, y
pongan los huesos en una urna con luz neón y cobren una cuota por hacerse un
selfie con lo que queda del autor del Quijote. Podrían integrarlo a las
procesiones de Semana Santa con gente disfrazada ad hoc para la ocasión.
Es tal la urgencia por explotarlo que no dudo que decidan
engañar al público y anuncien que ya lo encontraron aunque no sea cierto. En
Francia sucedió con Juana de Arco, dijeron que encontraron sus huesos y resultó
que al hacer las pruebas científicas, eran de gato. En todo caso, es
recomendable que tengan un stock de huesos por si esos continúan su proceso
natural y se hacen polvo, para que rellenen el capelo.
Es una oportunidad para que los políticos se pongan
creativos con este despropósito publicitario. Lo que sí es seguro es que sacar
esos huesos de ahí, montar este espectáculo penoso no va a invitar a que esos políticos
y la gente en general lea el Quijote, ni va a motivar a que su obra se estudie.
Esos huesos, así en pedazos van a convertir a Cervantes en materia de morbo
social, en fenómeno de circo, va a desatar una curiosidad sin respeto por su
obra. Cervantes es sus personajes, sus palabras, cada página que escribió, si
lo admiraran no profanarían su tumba. Con esta excavación no están generando
conocimiento sobre el autor, están abusando de su celebridad. Están utilizando
sus restos como acierto político, como un punto a favor en una época de
elecciones. Es una pena que la comunidad
intelectual de ese país permita que se profane una tumba y se utilice su
osamenta como propaganda.