Con ese ambiente, ver y gozar de la exposición de Rubens es
un acto de libertad, apreciar la dimensión que cobra la presencia corporal del
ser humano cuando el arte la estudia, la analiza y la recrea para
mitificarla. La curaduría mostró la influencia
de Rubens a través de los siglos en distintos artistas dividiendo los temas en
Violencia, Poder, Lujuria, Compasión, Elegancia y Poesía. La estancia temporal
en un cuerpo, padecerlo, poseerlo y ser poseído como símbolo, encarnación y
provocador de la Historia misma. La obra de Rubens es un cuerpo que se
reinventa en cada lienzo, que muta y renace, es una pintura palpitante que
suda, gime, se retuerce de furia, risa, placer y dolor. Lo que Rubens pintó,
desde un paisaje en el bosque, hasta el purgatorio que vomita cuerpos que caen
en una orgía, es la exaltación de la vida, de lo que se transforma y genera
sensaciones. La enseñanza de Rubens, el legado que influenció a generaciones de
artistas es su acercamiento al cuerpo, su descubrimiento de la piel como
soporte de la narrativa de la existencia.
El cuerpo es portador de atributos, valores y sueños, los
demuestra, es mito y cruza triunfante en carruajes jalados por el pueblo, con
ángeles que coronan al rey en el Triunfo
de Enrique IV, o es un mártir que soporta la crucifixión con los brazos dóciles.
La total aceptación de que esa carne con sus protuberancias nos da un lugar efímero
para estar, para transitar por esta realidad y sentirla llega a la apoteosis
con el desnudo voluptuoso, con Angélica dormida, invitando al anciano eremita
que la observa a recostarse al lado de su tibia respiración y soñar con ella; o
con la vulnerabilidad de Venus que tiene frío, y queremos arropar al celestino
Cupido que temblando trata de cubrirse, Rubens
juega con el doble sentido de frialdad
y frigidez, para enfatizar que esa escena sucede en la intimidad de Venus la pinta
de espaldas a nosotros, ella gira el rostro avergonzada, rechazando al sátiro
Liber que le ofrece afrodisiacos espárragos y alcachofas. La insaciable
representación de esta innegable condición humana desencadenó que Francois
Boucher pintara Pan y Syrinx la ninfa
que será convertida en agua por las ninfas del río, recostada cómplice con otra
ninfa, compartiendo la pureza del sexo que se entrega.
Rubens nos acerca con lo que somos, nos describe el fatalismo
de habitar una materia de la que nos despojamos cíclicamente, dejamos el cuerpo
infantil para tomar el de adulto hasta ver como el desgaste de vivir nos
convierte el algo que nunca esperamos. El puritanismo activista hace
proselitismo para que el ser humano desprecie su propia condición y Rubens
responde a esto con una piel brillante, suave, desbordada, deseosa de que la
existencia la devore.