sábado, 21 de noviembre de 2015

CONFERENCIA AVELINA LÉSPER

VI Seminario Internacional de Crítica de Arte. 
Cátedra Hugo Gutiérrez Vega.
EL ARTE CONTEMPORÁNEO Y LA CRÍTICA.  
Conferencia Magistral por Avelina Lésper.
Lunes 30 de noviembre 2015, 16:00-18:00 hrs.  
Auditorio del Hotel Hilton.
Guadalajara, Jalisco. 
FIL Académica.
ENTRADA LIBRE. 

GOYA EN LA NATIONAL GALLERY

La familia del infante don Luis de Borbón, Francisco de Goya 
 Goya nunca estuvo satisfecho con su obra, sufría depresiones, el caballete lo vencía, vivió el paso del muro al lienzo como un abismo imposible. La pintura se convirtió en una obsesión de él con el formato, con lo que se puede hacer dentro de un espacio acotado, no era la comisión, el tema o la técnica, era la comprensión de ese espacio en blanco que debe adquirir otra dimensión, un sentido distinto al del muro. La National Gallery de Londres titula esta exposición Goya: The Portraits, es revelador porque el pintor aparece en varias obras pintando, reafirmando la audacia de Velázquez en Las Meninas que puso en primer plano a la pintura, el lienzo alberga arte no al modelo, la realidad o el tema. La pintura es una idea verosímil y autoral, el tema surge a partir de la interpretación.
Solo Goya 1797, Francisco de Goya 
 En el cuadro La familia del infante don Luis de Borbón, Goya está presente, es el creador de la escena: don Luis consulta al oráculo con los naipes a la luz de una vela mientras peinan a su esposa María Teresa. Lo que el azar vaticinó fue el destino del pintor, gracias a don Luis más tarde Goya sería el pintor de la corte del rey. El testimonio que deja es la preocupación de Goya con la iluminación, el contraste de la penumbra del fondo con la luz tenue que nos revela el rostro de cada uno de los personajes, es una pintura sobre el arte de generar luz, de crear una atmósfera irreal que le de verosimilitud a la existencia de unas personas. En estas obras Goya deja algo más que un registro, dice que ése ser pidió a un pintor que lo retuviera, no le comisionaron un retrato, depositaron su memoria en manos de un artista. Ese espacio que Goya domesticó a través de la luz permitió un escenario abstracto para ese ser, el fondo gris, un páramo cronológico y espacial, iluminado con la tenue temperatura del cuerpo. Los muebles estorban, la pureza está en las obras que albergan ese limbo, esa intemporalidad. El pintor nos comunica de forma cifrada su relación y concepto de cada retratado: la Duquesa de Alba, vestida de luto por la muerte del Duque de Alba, señala el piso donde posa la inscripción “Solo Goya 1797” solo ese pintor, solo ese amante.
Retrato de Carlos III, Fracisco de Goya 
 El retrato de Carlos III es la antítesis del género, no hay valentía o fiereza, nos da a un cazador flácido como el guante que lleva en la mano, el sabueso duerme en lugar de estar alerta. El niño Manuel Osorio Manrique de Zúñiga jugando con la vida del pájaro que levanta un papel con una inscripción, de nuevo el azar define el desenlace, tres gatos acechantes, esperando la lectura de la sentencia contenida en ese papel, en la jaula hay más prisioneros; un niño adorable, muñeco insensible, vestido con un traje rojo es para Goya un pequeño verdugo, es la crueldad de la ignorancia y el juego. Es evidente que le gustaba más pintar mujeres que hombres y niños, con ellos es implacable, a veces hasta descuidado, en cambio con ellas busca la seducción, el vestido delicado, detalla el peinado, el pecho generoso, se fascina con el pelo largo, el tono de la piel, pareciera que no quiere que lo olviden, se hace necesario, les da el reflejo que desean de ellas mismas.
Los humanos somos limitados, predecibles, la pintura es el misterio, la contradicción entre mostrar y deformar, trasladar a otro lenguaje ¿cómo llegar a lo esencial, entrar en la revelación emocional sin caer en la obviedad y que la obra sea el motivo, el centro que atrape la visión? Eso aisló y condenó a Goya, lo dejó sordo para únicamente ver, para que nada interrumpiera su inmersión a lo más profundo de su arte. 
El niño Manuel Osorio Manrique de Zúñiga, Francisco de Goya

sábado, 14 de noviembre de 2015

AI WEIWEI EN LA ROYAL ACADEMY

 El desproporcionado homenaje a sí mismo en la exhibición antológica de Ai Weiwei en la Royal Academy de Londres, es un catálogo de la industria manufacturera de China. Inaugura una nueva disciplina: el ego-arte, es un ego-artista VIP, su único tema, objetivo y discurso es él. Weiwei es el prototipo de artista VIP que no hace sus obras “las piensa”, las cédulas con descaro hacen énfasis en las “habilidades técnicas y cuidado con el que están realizadas las piezas” “el artista trabaja estrechamente con los artesanos”, es un Jeff Koons politizado. Los objetos carecen del más mínimo rasgo autoral, el ego-artista depende de lo que la industria produce, por ejemplo el tallado en madera o en mármol, en lugar de mandar hacer un lavamanos pide una cámara de video y le adjudica su panfleto en el que la causa política es él mismo.
 
 No es un activista de los Derechos Humanos como su publicista afirma, es un activista de Ai Weiwei, de su privilegio a no pagar impuestos, a construir su estudio en un terreno agrícola y tomar el aljibe de agua de la zona para hacerlo un estanque decorativo y falsear historias para sus objetos. China es la fábrica de casi todo lo que consumimos y sin embargo Weiwei es limitado: decenas de cosas de mármol, montones de marcos, mapas, porcelana, ensambles con muebles y bicicletas, son pocas ideas que se replican varias veces.
 
 150 toneladas de varillas de hierro que se supone son restos del terremoto de Sichuan en mayo del 2008 y denuncian la mala calidad en la construcción de escuelas del gobierno, dice que las compró clandestinamente, las llevo a su taller y ahí las enderezaron a mano. La capacidad discursiva del ego-artista está a la altura de la docilidad del público, el proceso normal de comprar y reciclar en una sociedad híper industrializada lo vuelve clandestino y político, inventa una provenance imposible de comprobar que apuntala su propaganda pro-weiwei.
 

Las coincidencias denuncian algo fundamental: que Weiwei es un “perseguido político” y “víctima oficial” que cuenta con patrocinadores muy ricos y poderosos que le financian el estratosférico costo de estas obras y de esta exposición, desde hacer cada objeto, hasta llevarlos a Londres y montarlos al mismo tiempo que la visita del primer mandatario chino a Inglaterra para provocar una controversia artificial. La gran mayoría de estas obras circularon por ferias en versión reducida (un árbol, cinco bicicletas, etc.) sin gran éxito y hoy son relanzadas con oportunidad política y un gigantesco aparato publicitario. Los columnistas de todos periódicos en consenso odiaron al gobierno chino y amaron al ego-artista, exigieron rechazar los negocios con China porque violaba los Derechos Humanos ¿Para quién trabaja este ego-artista? ¿Quién lo patrocina? La tienda del museo vendía decenas de suvenires diseñados por él, dedicados al culto a su personalidad que ni Warhol o el Papa tienen, muñequitos, paraguas con su cara, bolsas, decenas de objetos con sus slogans. Obsesionado con ser el símbolo que sustituya la figura de Mao, utiliza las estrategias de propaganda del régimen que él crítica y las recicla en su publicidad
 La exposición es una oda a la hipócrita guerra fría que mantiene el capitalismo con China: por un lado pagan ONG’s para que la ataquen y por otro lado las empresas globales son el principal beneficiado de las injustas condiciones laborales chinas que han permitido acabar con las industrias nacionales, los gobiernos le ruegan para que invierta capital en sus países y le entregan el desarrollo de infraestructuras. Weiwei es el títere de la estrategia, con un plus: le da al público progre y bien pensante la oportunidad de solidarizarse con una causa fácil y socialmente aceptada de la que todos los países son cómplices.