viernes, 30 de octubre de 2015

NO FUE UN ERROR

Es muy fácil y abusivo culpar a alguien que no se puede defender. El Museion Bolzano/Bozen de Milán culpó a la limpiadora del retiro de la instalación de basura de las artistas Sara Goldschmied y Eleonora Chiari, dijo que limpió la sala y envío todo al lugar original y el más apropiado: el vertedero. Analizando cómo trabaja un museo, la cantidad de personas que están involucradas en un montaje, desde museógrafos, gente de oficina, curadores, los aristas y hasta galeristas es imposible una intervención de este tipo. En una galería es distinto, porque es un recinto particular con sus propios sistemas de seguridad.
El Museion está especializado en arte contemporáneo, esto significa que no es la primera vez que el personal que trabaja ahí ve un montón de basura, objetos cotidianos, excrementos, restos de material de construcción y el larguísimo etcétera que se convierte en arte por la arbitrariedad del discurso y el contexto. 
Cuando un museo tiene un evento o coctel se calendariza y el personal sabe que va a trabajar extra para poner orden, no se encuentra con un tiradero y lo limpia, repito es un museo no una casa. Especulando con la realidad de los hechos, que es la infraestructura de una institución pública, lo más factible es que esto sea una reacción del personal del museo, es decir, un acto de rebelión: la guerrilla del arte.
Es obvio que dentro de los museos VIP el personal está harto de las exposiciones, en México lo vemos en museos como el Carrillo Gil que los cuidadores se están durmiendo y se ríen cuando les preguntamos si eso es la obra o es basura. En la exposición de Gabriel Orozco en el MoMA yo vi que el guardia se reía cada vez que advertía que la caja de zapatos era una obra y que no la pateáramos; en el New Museum el público levantaba la obra que era una cáscara de plátano tirada en el piso y la cuidadora iba enojada a ponerla en su lugar. Es la labor fundamental de las cédulas, que nos advierten que eso no es basura es una obra.
¿Por qué tendría que ser un error que alguien en protesta limpiara el lugar y llevara esa basura al vertedero? ¿Por qué un juicio crítico es un acto de ignorancia? Porque el arte contemporáneo VIP insiste en llamar ignorantes a los que niegan que eso es arte. En un ataque clasista dicen que fue la limpiadora como quién dice "es que ella no sabe de arte", pero la limpiadora sí sabe en dónde trabaja y que ahí es común que expongan basura. Alguien que tiene poder en el museo y que sabe de arte ordenó que limpiaran esa sala, alguien cansado de ver banalidades y zafiedades lo hizo para que los curadores y las artistas lo supieran. Es un juicio crítico impecable, justo y valiente, esa basura no tiene cabida en el arte. Es terrible que algo que no vale nada, que pierde su condición de arte fuera del museo, esté haciendo tanto daño a la verdadera creación artística y a la inteligencia humana. Este acto le dio una lección de realidad al museo, solo la corrupción del arte VIP permite que esa basura sea llamada arte. 

sábado, 17 de octubre de 2015

JUEGOS.

Aleksandra Mir, The Seduction Of Galileo Galilei 2011
 Jugamos a matar, jugamos con armas, con comida, con el dinero, con violencia, con el honor de otras personas, los seres humanos no tenemos límites éticos para lo que llamamos juego y diversiones. La connotación infantil y creativa del juego lo ha convertido en un concepto de apreciación positiva, enmascarando verdaderas perversiones de la conducta. ¿Por qué los seres humanos necesitamos divertirnos cada momento? ¿Por qué es tan urgente que todo se banalice y se reduzca a un juego o un chiste?
Desde la infancia, con la fórmula “aprender jugando” que los pedagogos impusieron, convirtieron a la comida en juguete y ahora derivó en obesidad infantil, la comida basura se vende como recompensa y diversión, el cinismo es que Bimbo tenga un Museo del Niño al que deberían llamar museo de la promoción de la diabetes infantil. 
Tom Friedman, Big Big Mac, 2013, styrofoam and paint 2
 El juego valida actos deplorables, matar animales y tortúralos se hace por diversión, eso arranca la risa o el aplauso. La afición a la violencia y a las armas es porque han dejado su estatus antisocial para ser entretenimiento. En las redes sociales la gente insulta y difama o sube acciones deleznables porque eso es “chistoso”. Esta adicción a la diversión fomenta conductas patológicas, y la raíz está en que nuestro apetito de sensaciones “agradables” es insaciable. Enemigos de la seriedad, confundimos la alegría con la hilaridad, la vida debe ser un perpetuo programa de chistes y pastelazos. Para conseguirlo convertimos lo más grave en divertido y rechazarlo nos estigmatiza “no tienes sentido del humor” “eres un amargado”. Esta patología hace que la gente golpee y ultraje vagabundos, el bullying entre los niños y adolescentes, son crímenes que causan risa, que graban en video para hacer alarde de lo bien que lo pasaron haciéndolo, ni siquiera lo ocultan.
Florentijn Hofman’s Giant “Rubber Duck”
La diferencia entre la capacidad lúdica y la adicción a la banalización es que una es creativa y la otra es destructiva, una crece la otra reduce a nada, despoja a algo de su valor para poder vejarlo, la vida de un animal no merece respeto porque se “divierten” maltratándolo. En Estados Unidos y en Europa, no dudo que en México también, la gente está enviando al refugio de animales a los gatos color negro porque no salen bien en el selfie y abandonan a los perros para no cuidarlos, los animales son juguetes, y si dejan de entretener se desechan. El fenómeno está en que la  adicción a esta sensación implica superioridad, el que agrede, se burla o daña tiene autoridad sobre el otro, que es vulnerable, es un disfraz de la egolatría. La sensación a la que se enganchan es a esa superioridad, les da el gran poder de someter a otro, de despojarlo de su dignidad. El ego que pide esto cada vez quiere más porque es insaciable, y es cuando la sociedad se escandaliza y se pregunta cómo llegó a esa degradación, pues con el camino más fácil, sin poner límites, dejando que el niño juegue a maltratar un animal, a un compañero de la escuela, hasta que tenga 20 años y juegue con una pistola.
Esas diversiones son evasiones de nosotros mismos, del vació de la existencia, y creemos que así adquiere sentido. Diversiones que degradan a la persona convirtiéndola en un paria de sí mismo. 

domingo, 11 de octubre de 2015

EL INFIERNO DEL EGO.

Expulsión del Paraíso. Juan Correa, siglo XVII. Óleo sobre tela
 La terrible obligación de ser está fuera de nuestro mundo, en otro que no podemos abarcar, comprender o conocer. La conciencia de nuestros actos es el primer paso, noción horrible, a partir de ese momento la causa y el efecto nos darán una guía. Juan Correa pintó su extraordinaria obra La expulsión del Paraíso en 1680, su composición parece inspirada en el Paraíso Perdido de John Milton publicado en 1667. El drama de esta fábula radica en que Adán y Eva no tienen opción, no hay posibilidad de hacer una elección correcta en la ignorancia de una realidad voraz con nuestras fallas. Son seres amorales y su expulsión, como el príncipe Siddhartha, los inicia en el difícil camino de adquirir una ética personal. En ese momento entran al primer estado moral, el del miedo, actúan siguiendo la autoridad de un ser más poderoso.

 La composición es idéntica a la descripción de Milton: en un ángulo están Adán y Eva, vestidos, conscientes de su desnudez, una de las primeras manifestaciones de la conciencia es la vergüenza. En el poema de Milton la serpiente le habla a Eva durante un sueño, la irrealidad es el territorio del ego que pide y ofrece banalidades, por eso no aparece en la pintura, porque el acto de ceder se ha consumado. La pareja está de rodillas, la tragedia es que apenas saben que su falta fue seguir la voz del ego, que los despojó de la paz de no desear y emprenden con dolor su viaje al conocimiento de la realidad y de ellos mismos, el miedo a ese trayecto espantoso, sin certezas, los hace suplicar un regreso imposible.
 A un lado están un conejo, que es la lujuria, una ardilla que es la astucia y maldad del Diablo. El Arcángel Miguel, como en el poema, cumple la misión de expulsarlos del Paraíso, señala el cielo con la espada de fuego, les reprocha la dimensión de su falta y les advierte que aunque aspiren al perdón jamás regresarán a ese Paraíso marcado por un umbral simbólico, translucido, triangular porque es divino, no es un sitio físico, es la frontera entre la vida espiritual y la vida material, entre la satisfacción y la insatisfacción. El árbol es símbolo de la materialidad que crea ataduras, evoca a la vegetación de la Nueva España, los pensadores novohispanos especulaban que el Paraíso recobrado estaba en este continente, el Diluvio no había castigado sus tierras en las que iniciaría una nueva era de Adán. El árbol cargado de frutos es hermano del Árbol Florido de los mexicas, del jardín del palacio donde habitaban los Padres Divinos, germinado de semillas-corazones, sus ramas sangraron cuando los hijos desobedientes las cortaron violando su abundancia. Los Padres los expulsaron, condenándolos a habitar en esta realidad.
Milton canta: “Happiness in his power left free to will. Left to his own free-will, his will through free… Yet mutable”. Controlamos nuestra felicidad pero la libertad la puede convertir en otra cosa, la mutabilidad de la voluntad es una característica de esa libertad. La abundancia que han perdido Adán y Eva es la de la satisfacción, ignorando la voz del ego tenemos lo que necesitamos, eso nos hace verdaderamente libres, porque nos tenemos a nosotros mismos, somos uno. El trabajo cotidiano que ahora tienen como castigo es saber cuál es la satisfacción real y el hambre a la que el ego nos condena. Este castigo los empujará al proceso que da sentido a la existencia: conocerse, saber que son débiles, que sólo formando su propia ética tendrán una razón de ser, que esa sabiduría los mantendrá lejos de la tiranía del ego.  

domingo, 4 de octubre de 2015

FALSIFICAR LA LLAVE.

Van Gogh, The Harvest, 1888 original
“¿Tiene alguien la llave de las puerta del ser, que no tiene puertas, para poder abrirme con razones la comprensión del mundo?” Pregunta el poeta Fernando Pessoa, la creación del arte es la búsqueda de esa llave, de esa puerta, de esas razones. Crear y contemplar arte, una partitura, un dibujo, un poema son una incursión en la comprensión de la realidad y de nosotros mismos. Esa llave que se consigue con trabajo, dolor, placer, es única, irrepetible, porque el ser mismo está implicado.
Las historias de los “grandes falsificadores” y de cómo sus obras entraron como auténticas en museos y colecciones privadas han ensombrecido y perseguido al arte. La falsificación del arte es imposible, nadie puede falsificar a un individuo, no es posible copiar la existencia de una persona. La obra no es una elaboración superficial meramente técnica que se consigue repitiendo ciertos métodos que empleó el artista en su realización, la obra de arte es mucho más que un objeto fabricado con materiales, es la llave de Pessoa. En el plagio literario, el plagiador es un falso autor y no puede tener acceso al tren de pensamiento del verdadero autor, ni a sus motivaciones, su bagaje cultural ni su instinto de cómo decir. Los que se dicen engañados o que aceptan que un falso entre en una colección son cómplices de una trama fraudulenta. Por ejemplo, es muy raro que no haya denuncias de obras falsas de Andy Warhol que es el más fácil de copiar porque no tiene “originales”, es imposible calcular cuánta obra tiene en venta distribuida en el planeta y aun así lo usan para la especulación económica.
La policía alemana detuvo a un hombre que vendía en 15 millones de euros un Van Gogh falso, casualmente tenía documentos ilegales del Museo de Van Gogh que acreditaban a la obra como original ¿Quién puede falsificar la resolución de Van Gogh de pintar dentro del abismo de su vida, cómo repetir lo que sentía en el campo, lo que añoraba, su ímpetu volcado en el color y la pincelada que son sensuales de tan hambrientas y desesperadas? Nadie, no hay ser humano que pueda hacerlo. La falsificación es fraude y autoengaño, es imposible revivir el momento emocional de un artista, el impulso o la decisión que hay detrás de pintar un paisaje o un retrato, los sentimientos ante el modelo, el clima, la vida misma. Es un gran aprendizaje pintar y dibujar a  “la manera de…”, pero no es posible que el individuo y su circunstancia sean susceptibles de repetirse como si de un readymade se tratara.
Las personas que publicitan los logros de los falsificadores afirman que un entrenamiento manual y técnico basta para crear una obra maestra, insisten en reducir el oficio artístico en un acto mecánico sin implicaciones intelectuales y emocionales porque están obsesionados en desprestigiar al arte, a la autoría y a la creación. Renoir al final de sus días tenía artritis reumatoide, pintaba con un dolor insoportable, al realizar una obra afecta el físico del artista, su peso corporal, sus respiraciones, su cansancio o su energía, eso ¿cómo lo imitan? Si creemos que la obra se falsifica con facilidad, entonces la creación es una fábrica inhumana de objetos en serie hechos al gusto del comprador y del mercado.

El gran beneficio de dar crédito a la falsificación y de hacer creer al público que nada hay de extraordinario en llegar a una epifanía dentro del trabajo artístico individual, es que considerar como arte un objeto sin factura es tan válido o más que una obra realizada por el artista. El objetivo del readymade y del arte VIP es justamente deshumanizar al arte, despojarlo de sus valores para emparejarlo con objetos sin valor intelectual o artístico. Dando por auténticos a los falsos todos ganan: los delincuentes, los coleccionistas que adquieren una obra muy por debajo del precio real del original, y los artistas y curadores VIP, porque así alimentan sus teorías de que la factura no es trabajo artístico, que el autor y la originalidad no existen y que es arte mandar hacer la obra o “apropiársela”.  Los artistas VIP podrán tener la llave de los museos, de la fama, del dinero, pero la llave de Pessoa, esa es inaccesible para ellos, ese privilegio no lo tendrán nunca.