domingo, 26 de julio de 2015

PRIMERA BIENAL DEL PAISAJE.

Hernaín Bravo, video instalación
 La experiencia que el artista tiene con el paisaje: la contemplación, observación, reinterpretación y representación es justamente lo que no está en la Primera Bienal de Paisaje expuesta en el Museo Carrillo Gil. Las obras seleccionadas, las delirantes cédulas y el concepto que tratan de implantar como paisaje es producto de una deformación intencional de un género de las artes plásticas. La Naturaleza la experimentamos todos, vivimos y somos parte de ella, el paisaje condensa ese entorno, la metrópoli misma está incrustada dentro de la Naturaleza y conforma un paisaje. 
Los jurados VIP de esta Bienal afirman que su selección es la evolución del paisaje, pero ¿cómo pretenden evolucionar una idea que no han comprendido, que es más, ni siquiera están capacitados para ver? El paisaje no es información, no es literalidad, ni panfleto político, y tampoco terreno, el paisaje es invención, transformación y creación, es producto de las emociones y sensaciones del artista. La verdad del paisaje no está en la obviedad, está en la metáfora que constituye una verdad distinta a la inmediatez. El paisaje parte de un exterior, pero se construye en el interior, es una obra profundamente individualista, meditativa, es la psique del artista la que ve, la que padece y describe ese lugar.

Pablo Lopez Luz, fotografía. 
 La selección se divide entre la infección de creer que Google Maps es paisaje, la degradación en que ha caído la fotografía desde que los artistas VIP tienen un teléfono con cámara en sus ociosas manos, y un montón de grabaciones con ruidos y videos que podrían inscribirse en bienales de distintos temas y en todas encajarían sin problema. El primer lugar es una fotografía aérea de la frontera entre México y Estados Unidos, es información, lo que la cédula diga sobre las relaciones entre los dos países enfatiza el valor puramente panfletario de la imagen. La mención honorífica es una oda a la infantilización del estilo VIP: alguien “dibuja” sobre el vidrio del microbús lo que él considera que es un “mapa del paisaje”, y los jurados VIP la seleccionan por su “ironía”. El paisaje no tiene “mapas”, al margen de que la torpeza del dibujo no es ni un mapa, ni nada debidamente cartográfico, el paisaje es un punto de vista que se separa de la cartografía porque está dentro del pintor, de su percepción, no es una guía Roji o GPS, es abstracción.

Fernando Brito, fotografía. 
 La otra mención son dos fotografías de cadáveres en despoblado, de esas que hemos visto en los periódicos y que mis compañeros reporteros gráficos han hecho desde hace años arriesgando su vida, pero el estilo VIP y su statement no los considera “artistas”. El tema central y lo que captan estas fotografías no es el paisaje, son los cadáveres, aquí confunden la escenografía con el sujeto. Entre las pocas pinturas seleccionadas, Palapa-jacuzzi no es paisaje y es infame, el problema con la pintura es que es tan exigente y veraz que no hay cédula que la rescate del oprobio. El paisaje de Carlos Cesar Díaz Castro, es muy logrado y se ve raro ahí expuesto, le hicieron un honor negándole el premio de adquisición.

Rafael Uriegas, Palapa Jacuzzi, 2014
 Estos artistas VIP y jurados VIP se deberían dar de alta como choferes en Uber para encausar sus inquietudes con el terreno. Las obras centrales de ésta Bienal son las cédulas y la inyección de tinta, no es de paisaje, no hay paisajes, hay lo mismo que en cualquier exposición de arte VIP; de hecho si se siguen a la exposición del piso de arriba titulada LARA, y a todo lo ahí montado le plantan una cédula de paisaje ya es válido como tal en este criterio VIP. Al estilo VIP le faltan ideas y le sobra verborrea, entonces ¿para qué distorsionan un género de las artes plásticas para acomodar sus obras?, si son capaces de inventarse esos textos para denominar paisaje a unos machetes sobre revistas, invéntense un título o categoría para sus obras VIP con piedras, ruidos y demás cosas de su ya gastadísima y muy limitada caja de herramientas “artísticas”. La Bienal de Paisaje logró lo imposible: reducir la inmensidad espiritual, visual y emocional del paisaje en un chistorete o un panfleto, y además expulsaron al espectador, a la contemplación, la belleza y la imaginación.

Olivier Yocupicio, instalación. 

Guillermo Alvarez Charvel, Separador de paisaje, 2013, instalación. 

Carlos Cesar Diaz Castro, Primeras lluvias, 2014 

Alvaro Verduzco, Monólogo, audio en monocanal, 2014

domingo, 19 de julio de 2015

COPYPASTE.


El uso de la tecnología genera una forma de conocimiento falso o estéril al que la gente accede sin escepticismo, este desordenado cúmulo de datos, aplicaciones y contenidos son aceptados como axiomas. La ignorancia se siente cómoda en internet, hace alarde de su vulgaridad y se jacta de convertirse en viral, en trending topic, en la más vista, los hits son entidades ideales que se suman otorgando un valor irrefutable. Personas con nula calidad de información, que son incapaces de escribir una frase, creen que pertenecen a un grupo privilegiado que accede a una “esfera del saber” si postean, twittean o suben sus fotos a Instagram. Esta sensación de falsa exclusividad es efecto de la estratificación social que impone el consumo de tecnología: el precio del dispositivo móvil es status.
El progreso sustituyó a la felicidad por el consumo, y hoy reemplaza al conocimiento por el consumo tecnológico, que esto sea dirigido a la masa no es novedad, que lo tomen dócilmente tampoco, pero que el arte tenga la misma actitud es parte de la evasión enfermiza que nos domina. El artista VIP Michael Mandiberg se suma a la legión artística que está haciendo su magna obra con la impresión en papel de la Wikipedia en inglés, otros artistas buscan imprimir todas las fotos de Google images o las de Instagram
Los argumentos retóricos son que el consumo de internet los define como artistas contemporáneos y que lograrlo es un record de nuestros días. Que Instagram o Wikipedia guarden toneladas de contenido no determina la calidad. La acumulación es la gran ventaja de los formatos digitales, lo mismo en cantidad de datos que en aprobación, los usuarios tienen un capital en el número de hits, que son directamente proporcionales al nivel de estulticia, es innegable que los trending topics o lo más viral es una frase, imagen o video degradante. Al absorber indiscriminadamente ese contenido para integrarlo en una “obra de arte” devalúan el concepto de conocimiento y le dan a ese acervo banal una trascendencia para la que ni siquiera fue pensado, la mayoría de las fotografías que circulan en la red son basura, Wikipedia hay decenas de miles de entradas con información sin valor académico. En una obra de arte el significado es el contenido, en estas obras el significado es la desvaloración del conocimiento para empoderar el volumen, la misión merece ser llevada a cabo por la inmensa cantidad de documentos depositados en las plataformas digitales, no por su relevancia. Internet ha revivido el dogmatismo más primitivo, que otorga total confianza y es incapaz de generar duda, los artistas VIP no deciden, toman todo y se convierten en propagandistas de la avalancha de ignorancia que domina en la red.

 El porcentaje de información con calidad que habita en la red es infinitamente menor al material que entretiene con su estulticia o que manipula a millones de personas. En lugar de darle permanencia y tangibilidad dejemos que continúe en la frágil virtualidad que le da la opción de borrarse. No tenemos que preservar las fotos de los culos de millones de exhibicionistas, ni las consignas políticas oportunistas, si quieren ser artistas de su tiempo acepten esa inmaterialidad y déjenlos desaparecer. El arte VIP está en contra de la trascendencia, es efímero en sus ideas, materiales y propuestas, entonces asuman la obsolescencia de la corriente digital y entiendan el sentido de sus obras en el bote para desechar teléfonos móviles que ponen en las tiendas. Apropiarse del contenido de la red, imprimirlo, llamarlo arte, poesía y demás calificativos publicitarios incentiva el consumo y la ignorancia de un acceso acrítico a una amalgama de datos que deben ser analizados con un juicio severo. Después de décadas relacionándonos con internet a través de los distintos dispositivos que ofrecen y que generan millones de dólares, aceptemos que la ignorancia vende más que el conocimiento y que gran parte de lo que suben en la red es para mantener a la masa consumiendo, entretenida y  para que deje de pensar. Al arte VIP le beneficia ésta insensibilidad y complacencia para seguir expoliando becas y museos, mientras menos critica sea la sociedad más posibilidades tienen de sobrevivir. 

domingo, 5 de julio de 2015

ADAPTARNOS A LA MEDIOCRIDAD.

La adicción a la comodidad y al menor esfuerzo contagió al arte y a la literatura. Está de moda la adaptación de los autores clásicos que llaman “traducciones” para que el lector contemporáneo, sin tiempo, con un lenguaje mínimo y con intereses fugaces se aplique a leerlos. Los editores piensan que así van a vender más libros, porque como siempre en estos casos, se trata de un asunto pedestremente comercial. La literatura debe ser como fast food, prehecha, sin complicaciones para que el consumidor saque del paquete algo premasticado y ni siquiera tenga que triturarlo para digerirlo.
El aniversario del Quijote no es para motivar su lectura, es para que autores que carecen de la estatura de Cervantes apliquen su estandarizado vocabulario y trasformen la novela. El contenido de una novela es también el vocabulario, el estilo para hablar de una época, el autor la pensó así, reflexionó sus frases, imaginó la anécdota, desarrolló la trama con esas palabras, no con las de Pérez Reverte o Trapiello. El idioma de Cervantes ya no existe como tal, y eso justamente es parte del valor de la novela, porque tampoco existe su mundo, ese Siglo de Oro, esa España poderosa y oscura. Es incongruente que un personaje hable con un lenguaje “actual “o “traducido” y viva en otra época, para eso, los autores ya podían convertirlo en zombi o Mad Max, algo más vendedor, para qué se limitan, se supone que es para un lector moderno. 
Si vamos a leer un libro la dificultad es parte de la lectura, el que no quiera hacer un esfuerzo que no lea, para eso existe twitter, hay toneladas de contenidos basura en internet, que lean los whatsapp  infrainteligentes que se envían como parte de su comunicación social. En una entrevista Trapiello dice que la gente sufre, “se abruman y se derrotan con la lectura” del original, entonces que lo reduzca a 140 caracteres, así nada de dolor. La gente que sufre leyendo que pague el precio de su acomodaticia ignorancia, se quede con lo que le gusta y viva sin ejercer sus neuronas.

Entender un libro no es instantáneo, un libro se relee, se estudia, toma tiempo, la comprensión es paulatina, entender rápido es parte de la cultura banal que se vende para desecharla. Los editores no se dan cuenta que alguien que no quiere hacer el esfuerzo de leer no va a cambiar porque le resuman y le traduzcan el libro del español al español. Leer es la oportunidad de saber muchas cosas, entre ellas más palabras, aplicarlas, aunque sean del pasado, es conocimiento. Para los modernizadores de la literatura el contexto histórico y social es un problema, ven su propia época como un ideal, y el pasado se tiene que adaptar, y ¿quién decide que el habla de hoy es mejor que la del pasado? Actualmente la gente habla con monosílabos, no saben explicarse sin groserías y se regodean de la fractura que viven con el lenguaje, lo de menos es que no lean, de todas formas con suerte ganan las elecciones para gobernador o se hacen estrellas en la red.