miércoles, 13 de mayo de 2015

TINIEBLAS.

La luz es evidente cuando está rodeada de tinieblas, el trayecto de la luz sobre la oscuridad es una forma de representar cómo transcurre el tiempo. La luz no es estática, se mueve con los instantes, se inicia y se extingue como una prueba de que el tiempo fluye sin detenerse. El pasado acumula memorias que ya no existen, el futuro inventa o planea esperanzas que son ficticias. En el barroco las tinieblas cubrieron la pintura para hacer visible el paso del tiempo, y plantearon con ese contraste una metáfora de contenido filosófico. En la penumbra está lo desconocido, es invisible porque lo ignoramos, es la incertidumbre. Lo visible está iluminado, nos consta su presencia porque damos credibilidad a nuestra percepción y somos sus testigos. 
 En la pintura del Caravaggio “Marta y Magdalena” o “Marta y la conversión de Magdalena” la composición está dividida entre la luz y la penumbra. Marta trata de convencer a su hermana Magdalena de que renuncie a su vida “pecadora”. No vemos el rostro de la joven Marta, sus palabras están en las manos con las que enumera sus razones. Magdalena inclina un poco la cabeza y fija su mirada en el vacío para escuchar la voz que trastornará su destino. La luz entra del lado de la fe, cae sobre la espalda de Marta, su pasado, llega hasta el rostro y el cuerpo de Magdalena que tiene tras de sí la total negrura, el vacío o lo que está por iniciar, que como tal no existe. Magdalena representa al pecado, las tinieblas la envuelven porque el exceso nos arroja a lo desconocido, una vez que el deseo nos posee, fatalmente ignoramos hasta dónde nos llevará perseguir una satisfacción inalcanzable.
Caravaggio, siguiendo el canon teológico, la pone al lado de un espejo, pero él lo hace convexo, negro, con un destello de luz sobre el que Magdalena posa un dedo señalando su propia vanidad; en la otra mano sostiene una flor blanca, símbolo de pureza en las pinturas de la anunciación, con ese gesto medita qué elegir entre la contención o la disolución. La opacidad de ese espejo nos recuerda que la vanidad es un detonador de apetitos, el cuerpo es el instrumento del placer, el gozo es egoísta, voraz, detrás de cada experiencia deja hambre. La función del espejo es reflejar ese cuerpo, el ser que lo habita cree reconocerse en él, cada apetito le exigirá más, lo orillará a buscar lo imposible de encontrar porque la saciedad no existe. Su forma convexa impide que la imagen se quede en él, la superficie del espejo rechaza lo que refleja para regresar una deformación, algo que es irreal, imposible, una ilusión. El espejo es la frontera final de la composición, Magdalena no puede verse en él, porque el reflejo nunca es realista, usamos el espejo para tener una visión interesada y falseada, somos incapaces de aceptar una imagen verdadera de nosotros mismos, en ese sentido, pensarnos y recrearnos es nuestra primera obra de ficción. 
El tiempo pasa con esa luz, ese proceso en el que los argumentos y las experiencias cruzan por el plano pictórico analizando la metamorfosis de un personaje en otro ser, en alguien que apenas se está gestando en la obra. Las escenas pictóricas habitan en el tiempo presente que se detiene, en ese instante en que algo irreversible o irrepetible está sucediendo.
Lo que hace que la esta pintura del Caravaggio pueda contener ese significado es la sabia distribución de la composición, el estudio de la luz, la comprensión del valor de cada uno de los elementos. El contenido de las obras religiosas era muy restringido, tenían que cumplir con precisión el simbolismo teológico, sin embargo es el talento del pintor el que es capaz de conseguir que una obra comisionada supere su propio fin y trascienda como arte. La pintura de Caravaggio, la belleza de su composición con una escena tan humana logra que el tema de la conversión religiosa sea un punto de partida para presenciar el instante definitivo de la transformación humana.
La revelación que provoca el fulgor decisivo que ilumina las tinieblas y descubre la posibilidad de dirigir la existencia a otro destino, nos da el arrojo de alguien que está en el tránsito de abandonar lo que sabe de sí misma para elegir el camino desconocido de volver a ser. 

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta entrada es apreciable.

Mauricio dijo...

Padrísimo, la neta te la volastes querida Avelina!! Gracias y un abrazo ley !

dijo...

Muy buen post, Avelina.
Me encantó leerte (especialmente sobre esta pintura), y conocer tu blog.
Abrazos :)

Rebeca Mejía dijo...

Me encantó!! Un abrazo desde Zacatecas, por cierto, hace poco visitando San Ildefonso me acordé de usted, aquí le dejo la entrada de por qué.
http://rebeccahamb.blogspot.mx/2015/05/recordando-las-lecciones-de-avelina.html

Rebeca Mejía dijo...

Me encantó!! Un abrazo desde Zacatecas, por cierto, hace poco visitando San Ildefonso me acordé de usted, aquí le dejo la entrada de por qué.
http://rebeccahamb.blogspot.mx/2015/05/recordando-las-lecciones-de-avelina.html

Rebeca Mejía dijo...

Me encantó!!! Un abrazo desde Zacatecas. Hace poco, visitando San Ildefonso me acordé de usted. Le dejo la entrada de por qué:
http://rebeccahamb.blogspot.mx/2015/05/recordando-las-lecciones-de-avelina.html

Demian Chávez dijo...

Además de saludarle, desde Querétaro, quisiera contactala para saber su opinión sobre una serie fotográfica que estoy construyendo.
¿en donde se le puede encontrar?
Saludos.

Avelina Lésper dijo...

Demian, tiene que dejar un mail para que lo contacte, no lo voy a publicar.

Rosa dijo...

Muy interesante cómo Caravaggio fue adaptando su obra, desmitificando las figuras que antes eran santos y ángeles para pintar y descubrir personas sin abandonar la temática religiosa. Es una entrada excelente, gracias Avelina. Un saludo!

Unknown dijo...

Saludos desde Colombia señora Avelina, muy profunda su interpretación de esta obra magnífica....
Gracias por compartir.