sábado, 30 de mayo de 2015

I FEEL NICE, LIKE SUGAR AND SPICE.


Mi vecino toca la guitarra y canta todos los días el repertorio popero de la radio o el karaoke, nada complicado o que le exija pensar. Es uno de los millones de ilusos que creen que algún día una disquera va a explotar su nulo talento. Su constancia es un falso esfuerzo porque no mejora, ya descubrió que “la emoción y el estilo” son un estado de confort que encubre el escaso dominio de la técnica. No se escucha, porque esto lo obligaría a asumir qué hace y cómo lo hace, a ejercer la autocritica, él no quiere aprender a cantar, quiere que lo consideren cantante.
Entre las mil teorías que la psicología produce para vender libros, terapias y sistemas de educación, en la década de los ochentas, un periodo especialmente decadente, inventaron el término “autoestima”, que se convirtió en una vacuna contra la autocritica, el análisis personal y la visión de la realidad. La autoestima creció en una industria de speakers, libros, películas, sectas que engordó al ego, un adicto a que le digan que todo lo que hace está bien, que es perfecto y que nunca se equivoca. El narcisismo se extrapoló y “quererse mucho” se considera un valor social. Maestros, padres, tertulianos del coaching empresarial insisten en que decirle a la gente “eres genial”, “eres maravilloso”, y ese tipo de ficciones que el ego exige, los potencializa para alcanzar el éxito. No importa que la mediocridad de mi vecino sea evidente, que sea desafinado y toque mal la guitarra porque su novia y su mamá le dicen que es “maravilloso”.  La autoestima envuelve al autoengaño, esta sobrevaloración genera satisfacción y placer, parte de su éxito radica en que es un placebo contra el fantasma de la depresión. 
Yoko Ono, Apple.  
 El boom del estilo VIP coincide con la propagación de la autoestima, la autoayuda y la industria de feel good. Tenemos tanto miedo al dolor, al fracaso, a la soledad, entre otras cosas porque están estigmatizados socialmente, que la posibilidad de hacer arte sin esfuerzo y de que el éxito esté garantizado se propagó como una nueva religión. Esta conducta de evasión social ha permeado en la creación y la educación artística, todo lo que hacen los artistas VIP es arte porque vivimos “un cambio de paradigmas y de percepción” enfatizando que un “alto nivel de exigencia inhibe a la creatividad”. Es el paraíso recobrado acabar con la disciplina del arte y que el curador y el académico sean “líderes que aplican metodologías en procesos de formación” para determinar que un agujero en la pared es arte.
La descomunal autoestima de Sarah Lucas al exponer unos huevos fritos en una mesa en la Royal Academy, o la manzana en un pedestal de Yoko Ono en el MoMA, es más grande que el museo, definitivamente las dos deben sentirse “geniales”.  ¿Y cómo no iba a ser? No es una rareza el vecino cantador, se empecina en su guitarra y en su torpe interpretación pero si decidiera ser artista VIP lo tendría ganado. El regalo de la autoestima es no conocerse a sí mismo, invita a quedarse en la acolchonada versión que el ego nos da de nosotros. Considerar, comprar y hacer obras del estilo VIP es entrar en esta industria-secta, es pertenecer a un grupo de optimistas ganadores, sentirse exitosos, que habitan en un mundo perfecto y feliz en donde es posible que una hilera de clavos sea arte. La crítica es un inútil antagonista, es un anacronismo enfermo buscar en la obra un camino de conciencia, de investigación de la psique y aceptar que las expectativas nunca coinciden con la odiosa realidad. 
Sarah Lucas
Los speakers que hacen millones de dólares con sus conferencias y libros están más presentes en la teoría del arte que Heidegger, Bourdieu y Derrida, las cédulas, los sistemas de montaje y de comisión de obras responden por completo al lenguaje y metodologías de esta doctrina del autoengaño. No seamos fatalistas, debemos seguir los dictados psicológicos para ganar autoestima, estar a tono y aplicarlos al momento de valorar las obras VIP, así no provocaremos frustración: no ser muy críticos y encontrar su lado positivo contribuye a crear un mundo en donde todo es fácil, dulce como un cupcake. La vida es corta, el arte efímero, la habitación repleta de mazorcas en la Bienal de Venecia se pudrirá con todo el dinero que costó, pero la meta es feel good, drogar al ego. 

sábado, 16 de mayo de 2015

SEGURO PARA OPORTUNISTAS.

Yoko Ono, Painting for the wind, 1961. 
“Desde que una pedazo de papel es el único documento que esencialmente le da valor a un trabajo de arte conceptual hemos buscado la forma de proteger las inversiones de nuestros clientes, en el caso de que le suceda algo a ese certificado” Afirma Jonathan Crystal vicepresidente de Crystal & Co asesor de pólizas de seguros que ha diseñado con AIG Private Client Service un producto que cubre la pérdida del documento que acredita la designación como arte de un objeto cualquiera.  Hace algunos años aseguraron la exposición de cuartos vacíos del Museo Georges Pompidou, las pólizas “protegieron” los certificados que decían qué significaba cada cuarto vacío. Tenía que ser una aseguradora y su criterio completamente realista y anti retórico la que definiera qué son estas obras: una factura de compra. La galería no vende un objeto, vende un certificado que describe una obra, afirma que es “auténtica”, quién es el autor y da el instructivo para rehacer esa ocurrencia. Esta descripción acompañada de la factura es la legitimación como arte de las obras del estilo contemporáneo VIP, porque dan fe del precio, y lo más importante, que alguien pagó por eso. Lo vendieron como arte, entonces es arte. 
Obra en la Galería de Luis Adelantado, Zona Maco 2013. 
 En una ocasión en una feria de arte el galerista Luis Adelantado vendía un montón de cañas secas, que exponía recargadas en una pared, le pregunté qué era lo que le entregaba al comprador, me respondió que un certificado que describía las medidas aproximadas del montón de cañas, y que el precio variaba, si eran más cañas era más caro. El ingenuo coleccionista tenía que ir a una tienda, comprar las cañas y colocarlas. La diferencia con el certificado de una obra de arte real, -una pintura, escultura o grabado-, es que el documento únicamente avala la autoría, fecha de realización y técnica, obviamente no proporciona las instrucciones de cómo rehacerla porque esto es literalmente imposible.
Obra de Sol Lewitt. 
Existe aquí una flagrante contradicción que traiciona el aparato retórico de las obras del estilo VIP: Han pugnado por acabar con los conceptos de unicidad, trabajo artístico autoral, propiedad intelectual y originalidad con objetos sin factura como el ready-made o tan deficientes y facilones que los puede hacer cualquiera, la “apropiación” es el canon que solapa la violación de los derechos de autor, buscan que las obras sean enunciados aplicables de la forma que mejor les convenga, mandan hacer las obras en talleres o factorías, es incongruente que generen el papeleo que los legitime como artistas, que autentifique su autoría y que haga “original” su obra. Este documento demuestra que estas obras no son una propuesta intelectual, son a tricky business.
Hagamos un ejemplo: “La obra Autodestrucción 2 es original de Abraham Cruzvillegas, para realizarla tiene que comprar desechos de una demolición, escombros, piedras, tablas, etc., y distribuirlos en un área de 3 metros cuadrados”. Estas instrucciones garantizan que un montón de basura tiene un autor y se convierte en arte si alguien compra ese certificado. Cualquier otra reunión de basura, aunque sea igual, no es una obra de arte “autentica” porque no tiene ese papel que vende el galerista. Si el museo o el coleccionista pierden ese certificado la obra desaparece, el papel es la obra, no las reproducciones que se puedan hacer de ella. Un coleccionista perdió el certificado de autenticidad de una obra de Sol Lewitt y éste le negó una copia, le dijo que la obra de arte era el papel con las instrucciones para hacer el dibujo, no la ejecución de esas instrucciones. Lo mismo sucede con los estudiantes de arte, los certificados escolares los acreditan como “artistas”, no su trabajo, resultados o sus obras. Son artistas sin saber qué es el arte.
El primer certificado de este tipo lo hizo Marcel Duchamp en 1944, cuando ante un notario inscribió su L.H.O.O.Q como un ready-made “original”, en ese momento se desplomó su retórica y demostró que era un pequeño burgués que recurrió a un trámite burocrático para legalizarse como artista y autor de un objeto sin autoría. Las eruditas compañías aseguradoras podrían vender una póliza que cubriera a los artistas VIP por los daños y perjuicios de carecer de talento y tener que vivir del oportunismo académico.

miércoles, 13 de mayo de 2015

TINIEBLAS.

La luz es evidente cuando está rodeada de tinieblas, el trayecto de la luz sobre la oscuridad es una forma de representar cómo transcurre el tiempo. La luz no es estática, se mueve con los instantes, se inicia y se extingue como una prueba de que el tiempo fluye sin detenerse. El pasado acumula memorias que ya no existen, el futuro inventa o planea esperanzas que son ficticias. En el barroco las tinieblas cubrieron la pintura para hacer visible el paso del tiempo, y plantearon con ese contraste una metáfora de contenido filosófico. En la penumbra está lo desconocido, es invisible porque lo ignoramos, es la incertidumbre. Lo visible está iluminado, nos consta su presencia porque damos credibilidad a nuestra percepción y somos sus testigos. 
 En la pintura del Caravaggio “Marta y Magdalena” o “Marta y la conversión de Magdalena” la composición está dividida entre la luz y la penumbra. Marta trata de convencer a su hermana Magdalena de que renuncie a su vida “pecadora”. No vemos el rostro de la joven Marta, sus palabras están en las manos con las que enumera sus razones. Magdalena inclina un poco la cabeza y fija su mirada en el vacío para escuchar la voz que trastornará su destino. La luz entra del lado de la fe, cae sobre la espalda de Marta, su pasado, llega hasta el rostro y el cuerpo de Magdalena que tiene tras de sí la total negrura, el vacío o lo que está por iniciar, que como tal no existe. Magdalena representa al pecado, las tinieblas la envuelven porque el exceso nos arroja a lo desconocido, una vez que el deseo nos posee, fatalmente ignoramos hasta dónde nos llevará perseguir una satisfacción inalcanzable.
Caravaggio, siguiendo el canon teológico, la pone al lado de un espejo, pero él lo hace convexo, negro, con un destello de luz sobre el que Magdalena posa un dedo señalando su propia vanidad; en la otra mano sostiene una flor blanca, símbolo de pureza en las pinturas de la anunciación, con ese gesto medita qué elegir entre la contención o la disolución. La opacidad de ese espejo nos recuerda que la vanidad es un detonador de apetitos, el cuerpo es el instrumento del placer, el gozo es egoísta, voraz, detrás de cada experiencia deja hambre. La función del espejo es reflejar ese cuerpo, el ser que lo habita cree reconocerse en él, cada apetito le exigirá más, lo orillará a buscar lo imposible de encontrar porque la saciedad no existe. Su forma convexa impide que la imagen se quede en él, la superficie del espejo rechaza lo que refleja para regresar una deformación, algo que es irreal, imposible, una ilusión. El espejo es la frontera final de la composición, Magdalena no puede verse en él, porque el reflejo nunca es realista, usamos el espejo para tener una visión interesada y falseada, somos incapaces de aceptar una imagen verdadera de nosotros mismos, en ese sentido, pensarnos y recrearnos es nuestra primera obra de ficción. 
El tiempo pasa con esa luz, ese proceso en el que los argumentos y las experiencias cruzan por el plano pictórico analizando la metamorfosis de un personaje en otro ser, en alguien que apenas se está gestando en la obra. Las escenas pictóricas habitan en el tiempo presente que se detiene, en ese instante en que algo irreversible o irrepetible está sucediendo.
Lo que hace que la esta pintura del Caravaggio pueda contener ese significado es la sabia distribución de la composición, el estudio de la luz, la comprensión del valor de cada uno de los elementos. El contenido de las obras religiosas era muy restringido, tenían que cumplir con precisión el simbolismo teológico, sin embargo es el talento del pintor el que es capaz de conseguir que una obra comisionada supere su propio fin y trascienda como arte. La pintura de Caravaggio, la belleza de su composición con una escena tan humana logra que el tema de la conversión religiosa sea un punto de partida para presenciar el instante definitivo de la transformación humana.
La revelación que provoca el fulgor decisivo que ilumina las tinieblas y descubre la posibilidad de dirigir la existencia a otro destino, nos da el arrojo de alguien que está en el tránsito de abandonar lo que sabe de sí misma para elegir el camino desconocido de volver a ser. 

viernes, 8 de mayo de 2015

CONFERENCIA EN LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE QUERÉTARO.

Están invitados a la conferencia que impartiré en la Universidad Autónoma de Querétaro, Facultad de Bellas Artes, el día 11 de mayo del 2015 a las 12 pm. En el Patio de las Artes Escénicas, Escenario Hokusai. Es entrada libre.